/0/11639/coverbig.jpg?v=a084bfffd3430762318d996e68aba9ba)
Habían pasado varios días y Ana estaba más feliz que nunca. Ana se sentía en una vida color de rosa, la compañía de juan era lo mejor, pues era un hombre atento y le ayudaba en casi todo en la casa. Pero Ana era una chica de pueblo y había sigo criada para ser ama de casa y siempre estar para su marido. Así que ella se esmeraba para recibirlo con la comida lista y la casa lo más limpia posible. Una noche cuando juan llego de trabajar mientras cenaban la plática se tornó un poco seria.
- Ana amor sabes hoy mi jefe me pidió como apoyo que yo me quedara unas noches como velador de la obra, no hay nadie fijo y por eso me está pidiendo que lo ayude algunas noches solo cuando el chavo que ha puesto no pueda ir. Se que debí comentártelo primero, pero la verdad no nos caería mal unos pesos extras.
- Corazón ¿estamos tan mal de dinero?
- No, respondió él con una sonrisa, pro si queremos juntar dinero para la boda pues esta sería una muy buena opción.
- Eso si
- Claro amor. Mira además no es fijo serán solo una noche a la semana talvez. Y me pagara doble.
- Está bien corazón. Además, supongo que ya no te puedes retractar ¿no? Pero la verdad no quisiera quedarme sola en a la casa ya vez que esta retirada de las demás. Pero no te preocupes. Dijo Ana con la mirada baja y haciendo un puchero. Entonces Juan cambio de tema rápidamente ignorando la niñería de su mujer.
- Oye el domingo llega mi abuela la iremos haber temprano.
- De verdad - exclamo Ana con alegría. -- Que tan temprano corazón.
- A las 7 de la mañana
- pero la misa es a las 8 de la mañana ¿podemos ir después?
- ¿Vas a ir a misa?
- ¡Vamos! exclamo Ana
- Nop, yo no voy, sabes que no soy creyente.
- Pero amor...
- No vamos a discutir nuevamente por eso. Si tú quieres ir pues vas y ya. No pienso prohibirte nada.
- Está bien
dijo ANA expulsando el aire que había almacenado para seguir en la plática. Sabía que no podía obligar a Juan a adoptar su religión. Pero ella se dijo a sí misma que jamás la dejaría, aunque tuviera que ir sola, pero seguiría participando. Ya habían tenido esa platica antes y se había vuelto discusión ya que juan primero le prohibió que siguiera asistiendo a misa y a la iglesia. Pero Ana respondió tajantemente que jamás dejaría su fe. A sí que a Juan no le quedó más remedio que ceder ya que también comprendía que Ana había crecido con esa enseñanza.
El domingo llego y Ana se arregló para ir a la iglesia. Antes de salir de la casa le dio un beso a Juan para despertarlo.
- Te veo en el parque amor le dijo Juan.
- Si amor respondió Ana. Estaba algo inquieta porque en realidad no se volvió a tocar el tema y ella no sabía nada más sobre la abuela de juan. si estaría sola o acompañada pero una cosa era segura ella sería lo más amable posible para que todo saliera bien.
Se encontraron el parque como habían quedado y se encaminaron a la casa de la abuela de Juan. el pueblo era algo grande así que caminaron alrededor de kilómetro y medio para llegar a las afueras de la comunidad porque la casa de la abuela de Juan no era una casa cualquiera. Ana se quedó sorprendida al ver que la casa de la abuela de su esposo era la casona del pueblo, los ojos se le abrieron de par en par y casi se le cae la mandíbula. Durante el tiempo que habían estado juntos el jamás le dijo donde vivía su familia en el pueblo ni quienes eran. Solo le había comentado que dejaron el pueblo desde hace más de 30 años para vivir en la ciudad y solo llegaban en ocasiones y era más su abuela ya que tenía sus recuerdos en ese lugar.
Lo que ella sabía sobre la casona era que los dueños casi nunca iban y cuando llegaban se quedaban encerrados en ese enorme lugar incluso muy pocas personas habían podido entrar en la casa y conocerla. Porque servía más para las fiestas de esa familia que por cierto era una familia con muchos integrantes. Ahora comprendía un poco mejor el hecho de que juan se sintiera excluido de su familia si el solo trabajaba de obrero.
- Buenos días exclamo Juan al entrar. - Buenos días joven. Le respondió la chica de servicio, vino a ver a su abuela, está en la sala ya están a punto de irse.
- Si, vamos corazón le dijo a Ana mientras la tomaba de la mano y la jalaba para que acelerar el paso.
- Juan con cuidado por favor me va a tirar... exclamaba Ana mientras trataba de seguirle el paso. No comprendía porque el temperamento de juan había cambiado en cuestión de segundos. Ahora parecía ignorarla.
- Abuela, buenos días
- ¿Juan?
- Si abuela, te quiero presentar a Ana mi esp...
- Basta juan sabes que no me gustan los chistes.
- Abuela ella es mi esposa "Ana".
- Te dije que no la trajeras, esta joven no podría ser tu esposa.
- Abuela por favor. Es suficiente con los conflictos con mi madre. Además, aunque no la acepten ella ya es mi mujer.
Mientras hablaban a Ana se hacía un nudo en la garganta. Sentía que le opriman el pecho y los ojos le comenzaron a arder mientras ella apretaba la mandíbula para no dejar caer sus lágrimas hasta que no pudo más. Y le dolía tanto el corazón que busco las manos de Juan para sentirse protegida, pero él se la arrebato y continúo hablando con su abuela. Parecía que el mundo la estaba aplastando contra ella misma. Sus oídos habían dejado de responderle por unos segundos, no alcanzaba escuchar nada más que un zumbido que le taladraba la cien.
- Pues te rectifico lo que hablamos. Los quiero fuera de mi casa si ella se embaraza. Ojalá, aunque sea te cases con ella.
- Te agradezco abuela que nos prestaras tu casa, pero lo que concierne a nuestro matrimonio solo es entre Ana y yo.
- Creo que es hora que se vallan se me hace tarde también. -Dijo la abuela mientras salía de la casa para dirigirse a su auto. Antes de alejarse más se voltio para mirar a Ana y le dijo. – supongo que sabes en lo que te estas metiendo, no eres ninguna niña y no podrías decir que te han mentido. – su mirada expresaba enojo, pero estaba tan calmada que daba un poco de miedo.
La expresión de Juan era totalmente irreconocible a los ojos de Ana, jamás lo había visto tan enojado que parecía que escupía fuego además de que en todo ese momento no había ni siquiera mirado a Ana quien estaba de pie llorando detrás de él. Ana nuevamente intento acercarse a él y tomarle de la mano, pero juan la miro y esbozo una sonrisa un poco sínica mientras exclamo:
- Que pasa, esperabas que te abrazara. Dijo con un tono muy seco que impresiono a Ana ya que nunca había reaccionado de esa manera. Al ver los ojos de Ana trago saliva y entrecerró los ojos para calmarse.
- Lo siento amor. Perdonadme por hablarte así vez me sacan de mis cabales. Le dijo mientas la abrazaba y la besaba.
Pasaron varios días y Ana siempre estaba un poco triste por lo ocurrido, se notaba que lloraba en silencio por sus ojos rojos.
- Ana amor tienes que superar eso no puedes permitir que sus palabras te mortifiquen tanto y empañen nuestro amor.
- Pero Juan no te diste cuenta que de que tu familia nunca me va a aceptar.
- ¿Acaso estas viviendo con ellos amor?
- No
- Entonces, mientras tú y yo estemos felices que nos importan ellos.
- Que va a pasar cuando nos embaracemos.
- Amor ¡hay que hablar de ese tema! – dijo mientras se tocaba el puente de la nariz-
- ¿No quieres hijos?
- ¡Claro que sí pero no ahora Hay que planearlo lo mejor posible! Primero casarnos y después los hijos. Por cierto, quiero dos. Le dijo mientras le guiñaba un ojo.
- De verdad. Yo pensé que me dirías que no tendremos hijos.
- Claro que no amor. Pero no tan pronto. Quiero algo mejor para ti y para mi ahora. Mejor vámonos de aquí porque este lugar me da dolor de cabeza. Y pensar que aquí viví muchas cosas buenas. Pero ahora me conforta que los mejores vendrán contigo amor mío.
Un mes más se fue volando y todo seguía como en el principio, juan en su trabajo en la obra a diario y también cubriendo uno que otro día como velador y Ana en la tienda de don Martín donde trabajaba como ayudante en el almacén.