Señor Griego
img img Señor Griego img Capítulo 4 Ella
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Capítulo 6 Órdenes img
Capítulo 7 Sumisión img
Capítulo 8 Ardiendo img
Capítulo 9 Enfados img
Capítulo 10 La solución img
Capítulo 11 La reunión img
Capítulo 12 Confesiones img
Capítulo 13 Amándonos img
Capítulo 14 Solamente juntos img
Capítulo 15 Confusiones img
Capítulo 16 Viaje concluido img
Capítulo 17 El regreso img
Capítulo 18 Demasiado cerca img
Capítulo 19 No me toques img
Capítulo 20 Por favor ... img
Capítulo 21 Juntos es peligroso img
Capítulo 22 Mientras lo averiguo img
Capítulo 23 Celos img
Capítulo 24 Riesgo img
Capítulo 25 Retiro img
Capítulo 26 Finalmente img
Capítulo 27 Epílogo img
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Capítulo 4 Ella

Sigue y sigue mirándome desde la distancia. Puedo notarlo, sentir el peso de sus ojos en mí piel.

La música sube cada vez más de volumen y marcadores de sexualidad en sus letras y dejo de pensar tanto.

De pronto interpreto mi personaje. Soy una bailarina exótica cuyo único objetivo es que los hombres o mujeres que están viéndola mover el cuerpo semidesnudo, la contemplen con ansias de poder tocar y tener algo, a lo que jamás tendrán acceso.

Toda la noche pasa rápidamente y entonces, cuando ya no puedo más del dolor en los pies, entro al camerino, me descalzo y vuelvo a pensar en los ojos ambarinos que me escudriñaron toda la noche. Ese hombre me observó desde las sombras y parecía el jodido príncipe de las tinieblas. Algo en su oscura personalidad se ha quedado clavada en mí y tengo que obligarme a abrir los ojos y sacarlo de mi cabeza cuando entra Cindy.

-Haz triunfado, maldita -luce eufórica -. El dueño del crucero está a bordo y quiere un pase privado contigo.

Se me descuelga la mandíbula y siento pánico de repente. No quiero llamar la atención de nadie porque necesito pasar desapercibida. Por otro lado no me fío de estar en el camarote del jefe y desde luego no quiero hacer lo que tengo que hacer.

-No estoy lista, Cindy.

Sé que para un encuentro a solas tengo que desnudarte de cintura para arriba y no quiero. No me siento capaz aún. Me da vergüenza.

-Es el jefe, Mell -se sienta a mi lado y me toma las manos -. No se atrevería a hacerte nada y si le gustas podría darte una buena propina. Necesitas esto. Y no puedes negarte. Hay un contrato firmado.

¡Maldita sea!

Cubro mi rostro con mis manos y trago mi pudor sabiendo que no tengo muchas opciones. Tomo la ropa que me ofrece para que me cambie y en menos de lo que me gustaría estoy frente a la puerta del camarote del dueño del maldito crucero en el que me están entrando ganas de saltar por la borda y acabar con la pesadilla de vida que llevo.

-¡Adelante! -una rasposa y sensual voz me habla en griego y agradezco haber aprendido ďe mi madre, dicha lengua.

Pongo mi mano en el picaporte y cuando empujo, la sorpresa de los ojos que me esperan dentro hace que toda mi perspectiva cambie y me tiemble el cuerpo entero erizando todos y cada uno de los vellos de mi piel.

Ezio Georgiou

Es insufrible cada segundo que oigo la voz chillona de Mayka. No la soporto y que me llame por teléfono incluso al barco minutos antes de zarpar es una más que evidente declaración de intenciones.

A pesar de las horas, no logro sacar de mi mente las últimas jodidas palabras que me gritó. Una maldita amenaza que no pienso consentir.

-Vístete que bajaremos al club -brama Greg, irrumpiendo en mis pensamientos.

-No grites, por favor -me quejo y apago el cigarrillo.

Entro en mi camarote y me encuentro con mis tres amigos esperando por mí. Quieren salir de fiesta y a mi no me apetece nada. Quiero leer, beber una cerveza bien fría y dormir.

-Para ser el maldito dueño de una sucursal del placer eres bien aburrido -se queja Liam desde mi cama -. Nadie que no te conozca se va a creer que te dedicas al negocio del turismo sexual. Macho, dale un poco de vida a esos abdominales.

Me tengo que reír ante su ocurrencia y sé que se refiere a que debería estar sobre alguna mujer haciendo flexiones. El sexo y Liam es como un mismo todo. No puede pensar en pasar un solo día sin meterse dentro de alguna dama.

-Déjame en paz que acabo de llegar y me quedan tres semanas por delante soportando tus constantes sopores -me burlo y me tira un mechero que esquivo.

-Bueno, ¿bajamos o que pasa? -Ian, el que faltaba...el más rubio y tocapelotas de los cuatro se pronuncia.

Un cuarto de hora después estamos entrando al club del crucero. Sí, soy el dueño y todos los que me ven lo saben y me lo hacen notar. Eso me molesta. Es puro protocolo pero quiero pasar desapercibido.

He venido a relajarme. Tres semanas antes de empezar los dos proyectos más complicados de mi vida y esto es que consigo. Tres amigos cachondos, un barco lleno de mis empleados que me acosan con sus banales intentos de hacerme saber lo bien que trabajan cuando no me importa y no quiero evaluar mi personal porque ya hay quien lo hace por mí, y un sin número de ascendentes ganas de poder poseer la habilidad para desaparecer. Hace mucho mi vida es gris y no veo un maldito color por ningún lado, hasta que...

¡Ella!

Está aquí. En mi barco. Conmigo. A mi alcance.

Es la mujer que vi en la mañana. La que tropezó conmigo y me hizo estremecer y ni siquiera sabe quien soy porque no se molestó en mirarme a la cara.

Le habría mordido esos labios rojos y llenos en aquel momento. Me enloquecí solo de verla y no he podido dejar de pensar en su cuerpo y su olor en todo el maldito día. Creo que eso es lo que me tiene de mala leche. Su manera de ignorarme y afectarme.

-¿Liam? -tomo a mi amigo por el brazo -. Esa bailarina -señaló a la chica -...averigua quién es y consigue un pase privado para mí. Esta misma noche. La quiero ver delante de mí, hoy mismo. Quiero que baile cerca de mi y a solas conmigo. Sin distracciones.

-No la líes, Ezio que nos conocemos.

Su advertencia no consigue que deje de mirarla bailar. Estamos en la barra, lejos del bullicio y la vorágine colectiva y ni así puedo obviarla. Sus delicadas manos se aferran al tubo de metal y un millón de ideas se meten en mi cabeza. Mueve sus delicadas caderas y me falta el aire.

¡La deseo!

La veo por encima de lo que sea, aunque estemos rodeados de personas solo está ella para mí y entonces repara en mí.

Perfecto.

Ya he llamado su atención y esa bendita mujer no imagina todo lo que me gustaría hacer con ella.

No tiene idea de como me descompone y siento temor de mi propia reacción cuando la tenga cerca, al alcance de mi deseo. Voy a seducirla. Tengo que probarla aunque vaya en contra de mis propias normas. La quiero para mí y tengo que tenerla. Sé que puedo hacer que me desee también.

-Tú haz lo que te pido -ordeno y bebo mi coñac.

-Voy a hacerlo pero mantén la mente fría -entonces le miro ceñudo -. Te conozco hermano mío y esta inusual conducta no traerá nada bueno si no controlas tus actos.

Tiene razón. Yo no persigo mujeres. No me intereso en ninguna y no me enloquezco por nadie. Ya no. Sin embargo a ella, a ella la deseo y estoy dispuesto a mucho más de lo que reconoceré, por tenerla.

-Cállate de una vez.

Él alza las manos y se aleja a cumplir lo que le he pedido y yo sigo en mi empeño de devorar con la vista esa venus que tengo delante.

Ahora lleva el pelo negro pero puede ser una peluca, en la mañana era una rubia increíble y el lunar al lado de su boca es algo que no podré olvidar mientras viva. Verlo me hizo sentir algo que no puedo explicar pero la recuerdo. Es su mirada. Esos son sus labios y esa boca que me llama desde allá, no podría olvidarla nunca en mi vida. Ni aunque me amputaran la memoria.

El resto de la noche lo paso furioso. No sé por qué me siento posesivo con ella y ni siquiera la he tocado.

En algún momento ha dejado de mirarme y sé mientras baila para todos y cada uno de estos hombres e incluso algunas mujeres, todos la desean y eso me cabrea.

-En una hora la tendrás para ti solito y en tu camarote -mi amigo me sorprende perdido en ella -. He conseguido que tengas esa deferencia por ser el dueño del barco y conservar tu privacidad y caprichos.

-No es un capricho -susurro volviendo a verla -. Ella es mucho más que un capricho. Ella es..., ella. Es ella. Liam, maldita sea...es ella.

            
            

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