Lleva mucho tiempo viajando, ¿no, Nicole? – El Sr. Mackenzie parecía saber mucho sobre la familia de Nicole.
La verdad es que siempre hablaban mucho, y siempre que había que salir con Eloá, la elegida para acompañar a padre e hija era Nicole. 3. Incertidumbres Charlotte Todos estábamos observando los movimientos de la niña, que era guiada por la profesora de natación en la piscina cubierta que había en la terraza superior de la residencia. - Ya lleva seis meses en Italia - confrmó Nicole. - ¡Mira, estoy nadando! –
Eloá volvió a llamar nuestra atención, feliz de estar nadando de un lado al otro de la enorme piscina. - ¡No
dices "estoy nadando", Eloá! – la regañó Martina, apareciendo por sorpresa y creo que hasta el señor.
Mackenzie se asustó por su inesperada llegada. – Tienes que decir: "¡Estoy nadando!" - Lo siento, Martina. –
preguntó Eloá recargándose en el borde de la piscina y pensé que tenía lágrimas en los ojos, pero como estaba toda mojada no podía estar seguro. Martina no aceptó que su hija llamara a su madre y Eloá siempre tuvo que llamarla por su nombre. - Espero que la próxima vez prestes más atención – le dijo a su hija, y
volviéndose hacia su marido, continuó: - ¿Qué haces junto a los empleados? - No entiendo qué pasa, Martina.
– Fingió no entender, ya que la pregunta había sido muy clara. – Esa no es forma de tratar a Eloá. - ¿Por qué estás al lado de las niñeras de tu hija? ¿Estabas por casualidad charlando con los sirvientes? No se molestó en responder la pregunta de su marido, sólo se centró en el hecho de que él estaba hablando con Nicole y
conmigo, algo sumamente normal, dado que somos las niñeras de su hija. Pero al parecer no para su esposa.
Lo que él no sabía, y yo ya me había dado cuenta hace un tiempo, era que Martina era bastante arrogante y que además de no mostrar ningún cariño por su propia hija y no aceptar que las niñeras lo hicieran, siempre fingía en el presencia de su marido... El hecho de que ella ahora actuara así era algo fuera de lo común, solo estaba siguiendo la lección de natación de nuestra hija Martina, explicó y su tono era apaciguador. El padre de Eloá siempre fue una persona considerada y amable con todos y su esposa no sería diferente. - No es necesario. Tiene dos niñeras para hacer este servicio. - ¿Podemos hablar en casa? - Puedes seguir
adelante – Señaló hacia la puerta que conducía a las escaleras que conducían al piso inferior. - Te espero en nuestra habitación. Su forma de hablar era muy tranquila, pero se notaba que estaba bastante molesto por la actitud inusual de su esposa. Simplemente no sabía que ese era en realidad su comportamiento normal.
Después de que su marido se fue, Martina nos miró de una manera que parecía reducirnos a polvo, sólo con su mirada. - Ustedes dos tienen prohibido hablar con mi marido – sus palabras lograron sorprenderme. -
Pero nosotros... – Nicole intentó defenderse. - ¡No te estoy pidiendo nada, oferta! – Martina interrumpió el discurso de la joven. – Si no sigues mis órdenes, serás despedido sin siquiera pensarlo dos veces. Ella se
alejó pisando fuerte, luciendo bastante molesta. Eso me preocupaba mucho, porque no era posible trabajar.
como niñera de la hija de alguien y no hablar con esa persona. Pero tampoco podía perder ese trabajo, cuando llevaba muy poco tiempo trabajando y no había logrado ahorrar sufciente dinero para sustentarme por mi cuenta. - No seas así, Charlotte – dijo Nicole, tocando mi brazo con delicadeza. – El señor Mackenzie
nunca dejaría que la señora Martina nos despidiera. - ¿Cómo puedes estar tan seguro? – pregunté inseguro.
Aunque Nicole ha trabajado para la familia durante mucho más tiempo que yo, no parecía darse cuenta de que el Sr. Oliver estaba totalmente infuenciado por todo lo que decía su esposa y, si realmente hubiera querido, podría haber hecho que él mismo nos despidiera. - Simplemente me siento así – Nicole parecía tan
segura cuando dijo eso, que casi creí que estaba cometiendo un error. Pero tenía miedo de que ella estuviera equivocada, porque ahora que salí del orfanato no podía regresar y como no tenía a nadie más que a mí mismo en este mundo, ¿cómo podría vivir sin hogar, sin trabajo y solo? Sentí un escalofrío de horror cuando
me imaginé viviendo en la calle, porque ni siquiera la ayuda del gobierno me concedía tan rápido y no era sufciente para poder sustentarme en una ciudad cara como Nueva York. Estaba ahorrando todo el dinero del
salario que recibía en la casa de la familia Mackenzie, pero aun así, estaba seguro que no sería sufciente.
para seguir pagando el alquiler, la comida y tantas otras cosas que tendría que pagar. para cuando se vive solo. Necesitaría encontrar otro trabajo rápidamente. Un heredero Brian Firmé la última hoja de la pila de documentos que mi secretaria había colocado sobre mi escritorio hace más de una hora y suspiré aliviado.
Estaba cansado. Había sido una semana muy ocupada, tanto en la ofcina como fuera de ella, y no tenía tiempo para mucho más que trabajar. Pero esto era algo a lo que ya estaba acostumbrado, al fn y al cabo yo era el CEO de una empresa de tecnología multimillonaria, la empresa del sector más grande del país y eso
conllevaba muchas responsabilidades. Construí mi imperio con mucho esfuerzo y el trabajo nunca me asustó, pero tuve que admitir que últimamente estaba más cansado. Había llegado el momento de delegar algunas funciones más y considerar la posibilidad de tomarme unas verdaderas vacaciones. No sólo unos días de distracción. - ¿Puedes llamar a Carter y Mackenzie a mi ofcina, Margareth? - Le pregunté a mi secretaria, una señora de unos cincuenta años, muy efciente y que nunca había dejado nada que desear en su trabajo. - ¿Ha frmado todos los documentos, señor Taylor? - preguntó aprovechando la oportunidad, ya
que yo había rechazado sus llamadas anteriores porque no quería que me molestaran. Le confrmé que podía venir a recoger los documentos, ya que estaban listos para adjuntar la documentación de nuestro último
contrato frmado y fnalizaron la llamada. - ¿Algún problema? – se apresuró a preguntar Douglas cuando entró en mi ofcina unos minutos después. - La cortesía dicta tocar antes de entrar – refunfuñé, sólo para ser la
persona molesta que todos me acusaban de ser. Douglas Carter estaba a la vanguardia del sector.
tecnológico y yo lo consideraba el mejor en ese campo, después de mí, claro. Sin embargo, yo tenía una empresa multimillonaria que dirigir y dejé ese sector a su cargo, y desde entonces nunca he tenido ningún motivo para dudar de su competencia. El hecho de que fuera uno de mis mejores amigos era sólo un detalle.
- Me llamaste aquí, hombre - No le molestó en absoluto mi queja. – No sé cómo puedes soportarte, Brian.
Eres el tipo más molesto que he tenido el disgusto de conocer. - Hago mías tus palabras - dijo Oliver. Oliver
también acababa de entrar sin tocar primero y logró escuchar las últimas palabras de Douglas, recogiendo el gancho para enojarme. Oliver Mackenzie fue mi abogado, tanto en lo que respecta a la empresa como a los asuntos personales. Era multifuncional, solía bromear, pero tenía todo un equipo para brindarle el apoyo necesario a su trabajo, además de un gran prestigio por representar a una empresa tan importante como Reloading Inc. El hecho de que fueran mis mejores amigos no interferen en mi juicio bajo ninguna circunstancia y quedé muy satisfecho con el trabajo que realizaron en mi empresa. Los dos se sentaron en las sillas frente a mi mesa presidencial y parecían muy cómodos, su postura relajada, parecían no tener
preocupaciones en la vida, solo esperando lo que tenía que decirles. - Admiro mucho el respeto con el que me tratas – dije irónicamente. – Creo que quieres trabajar para otra empresa. ¿Estoy seguro? Apoyé el codo
sobre la mesa y apoyé la barbilla en la mano. - Me importa un comino este trabajo aquí en