más de cerca, vio que se trataba de una pelirroja más oscura, lo que sugería una rubia sin exagerar. Las
puntas de su barba tenían hilos rojos, pero sus cejas eran de color marrón medio. Sólo se dio cuenta de que
lo estaba mirando descaradamente cuando el par de ojos azules se fjaron en su rostro. Instintivamente,
sonrió. Era esa familiar sonrisa nerviosa suya. Y como no sabía qué decir, simplemente abrió la boca y dejó
que las palabras hicieran efecto: - Quiero disculparme por espiarte anoche. Necesitaba ser honesto. Quizás
la había visto "en el monte" como una pervertida. Lo vio levantar una ceja, mostrando sorpresa y, en cierto
modo, arrogancia. Al menos así lo interpretó Manuela. Ella esperó a que él dijera algo, pero él volvió a la
computadora portátil, dejándola con sus propios pensamientos durante otros diez o quince minutos, que
parecieron casi una hora. Se sentía cada vez más incómoda y también ansiosa. En otras palabras, se sintió
muy mal. Por un momento, esperó que el señor Leonardi llegara pronto y comenzara la maldita reunión.
Quería salir de allí, conocer a los niños, saber con qué tipo de personas tendría que tratar durante los
próximos seis meses. Bajó los ojos y se concentró en contar el número de líneas en la palma de su mano, no
recordaba cuál de ellas simbolizaba la línea de la vida o si era solo una broma tonta, como la aguja que colgaba a los lados. mostrando así cuántos hijos tendría y su sexo. Ella y Luana hicieron planes para casarse
el mismo día, vivir en la misma calle y ser siempre amigas, cuidar de los hijos de la otra, trabajar en trabajos
que las hicieran felices y ser amadas por chicos agradables, trabajadores y atractivos. - ¿Por qué aceptó el trabajo en una región tan distinta a donde vivía hasta entonces? Escuchó la voz espesa y baja, incluso suave,
resonar en el silencio de la habitación. Miró al hombre que ahora la miraba fjamente como si la analizara. Se
había recostado en su silla, con indiferencia pero, al mismo tiempo, con curiosidad. - Por mi tía. - Sea más
claro, por favor. - la petición fue hecha en un tono cortés y también autoritario, aunque la modulación de la
voz se mantuvo tranquila. Mis padres necesitan dinero (como siempre) y mi tía le contó a la niñera sobre la
selección... No tuve otra opción, si no lo has notado, ya que soy muy urbana y esto está en medio del bosque.
- Me gustan los niños. Está bien, mintió. - Es tu primer trabajo, a los 19 años, que implica cuidar niños... -
comenzó, apartando la vista del portátil y a ella y añadió: - Si te gustan los niños, como dices, ¿por qué sería
éste el uno?tu primera experiencia? ¡Bingo! Rápidamente llamó a la puerta de su mente donde guardaba las
mentiras más puras y arrojó una de ellas sobre la mesa: -Me faltó la oportunidad. Él mantuvo sus ojos
críticos sobre los de ella, sin mostrar ninguna reacción. Luego buscó en los bolsillos de su camisa hasta que
encontró su paquete de cigarrillos. - ¿Qué harás si uno de ellos se enferma? - preguntó de repente,
encendiendo el cigarrillo que tenía en la comisura de la boca con el encendedor. ¡Vaya, qué pregunta tan obvia! - La llevaré al hospital. - respondió encogiéndose de hombros, demostrando la obviedad de la pregunta. - Entonces, ¿llevará a un niño con, por ejemplo, un simple resfriado, a un ambiente donde
encontrará personas con enfermedades más graves? - la pregunta estaba impregnada de ironía. - No lo
siento. - odiaba las ironías de otras personas. - Buscaré en internet y la medicaré. - se lo envió a la cabeza.
Incluso se dio vuelta para dejar claro que estaba esperando la presencia de su "verdadero" jefe. Pero al
hombre no le importó el gesto y, inquebrantable, continuó: - ¿Tiene problemas para aceptar la autoridad
masculina? Se giró hacia él y vio la mirada de un zorro, no había otra forma de describirlo, podría haber sido
un águila también, cualquier animal peligroso y astuto. - No, señor, siempre y cuando sea efectivamente una
"autoridad". - Interesante. - murmuró mirándola de todos lados. - ¿Cómo es tu relación con tu padre? ¡Oh no,
ya es sufciente! Se ha convertido en terapia ahora, ¿verdad? Se puso de pie, apretando los puños a los
costados, y respiró hondo para controlar el timbre de su voz, que salió con frmeza mientras respondía: - Mi
vida personal no es de su interés. - Sí, por eso hice la pregunta. - respondió con calma, detrás del humo del
cigarrillo. - Estoy aquí para cuidar de los hijos del señor Leonardi y no para satisfacer la curiosidad de un
hombre adulto que se baña desnudo al aire libre. - se lo tiró en medio de la cara. Se sentía orgullosa de sí
misma, de tener el coraje de arrojar algunas verdades en medio del alboroto del arrogante y soberbio tonto.
Lo vio arquear nuevamente su maldita ceja, ahora con expresión de molestia, y las ganas que tenía fueron de
arrancarle cada pelo, dejándolo "desnudo" con las cejas. ¿Qué sentido tenía ser sexy, tener un cuerpo
atractivo, una polla digna de una segunda y tercera mirada, una cara de macho rudo y una pelirroja que te
haría aullar si hacías preguntas poco razonables? Movió la comisura de su boca en una mueca de disgusto,
parecía realmente molesto con su actitud. Gran cosa, no fue tu jefe, ¡que se joda! - Siéntate... - dejó de
hablar, mirándola algo confundido, estaba claro que no sabía su nombre. Lo vio mirando algo en su
computadora portátil y continuó: -Manuela. - No. La entrevista termina aquí. Fue todo lo que dijo mientras
giraba sobre sus talones y le daba la espalda, dirigiéndose hacia la puerta. El lugar era enorme, podías sentir
sus ojos en la nuca mientras caminabas para salir de allí. - ¿Qué sabes del señor Leonardi? La pregunta le
llegó en un tono seco y directo. Pero fue la curiosidad lo que la hizo detenerse en el mismo lugar y volverse
hacia el hombre. - ¿Porque quieres saber? - No importa, solo responde. - fue de mala educación. Su rudeza
la intimidó. - Sé que es un señor mayor, dueño de la fnca y padre de dos hijos rechazados por su madre.
Pero eso no importa, sólo estaré seis meses, esa es la duración de mi contrato. - Un hombre viejo"? Notó una
leve mirada de diversión en el rabillo de sus ojos, era extraño que notara esto en un rostro tan ceñudo, más
aún en el "rincón", sin embargo, no supo asimilar la expresión que parecía para suavizar su rostro. - Bueno,
los cuarenta y tantos no hacen a nadie joven, ¿verdad? - Eso si tomamos en consideración que no tienes ni
20 años. - Exactamente. - Entonces te pones como modelo de comparación. Interesante. - afrmó
secamente. - Sí... No... No lo sé. Mierda, ¿qué quiso decir con eso? -Vuelve y siéntate. Aún no he cerrado la
reunión. No había duda de que era una orden. - No. Eso ella no lo tomaría en consideración. Se reclinó aún
más en la silla, llegando incluso a mecerla hacia atrás, evaluándola completamente, de arriba a abajo,
dejando clara su intención de avergonzarla. Pero eso sólo sucedería si él fuera importante para ella. Lo cual,
de hecho, estaba lejos de la verdad. - Joven y rebelde. - dijo, seriamente. - Estoy seguro de que esta actitud
tuya no es apropiada para la situación económica actual de tu