-¿Qué demonios cree que está haciendo?- grité mientras agarraba su brazo intentando alejarlo, pero el maldito tenía mucha fuerza. Esto me recordaba a otra escena ya vivida. Otro hombre que nos había lastimado a las dos. Empecé a respirar con dificultad. No podía ir allí en este momento. Mica me necesitaba. Respiré profundamente e intenté empujarlo. Al final mi cuerpo terminó forcejeando entre Mica y él con su rostro asquerosamente cerca del mío.
- Quiero largarme de este lugar- gritaba mientras escupía saliva con hedor a whisky- dígale que me devuelva las llaves... la maldita ladrona me las quitó.
Empecé a entender lentamente la situación. Supuse que el hombre cuando reaccionó y vio el desastre que había provocado, habría querido huir. Conociéndola a Mica, le quitó las llaves para que no escapara antes que llegaran los oficiales. A lo lejos el sonido de la ambulancia y policía lograron captar su atención y aflojó su agarre. Aprovechando el momento empujé con fuerza provocando que trastabillara y cayera.
- Llamaron a la policía... perras- dijo mirando con odio y levantándose con furia.
La saliva caía por los costados de sus labios, su cabello grasoso y despeinado, la camisa totalmente abierta mostrando un tatuaje de lo que parecía ser un león pero en su abultado abdomen podría haber sido un elefante tranquilamente. Su aspecto grotesco era casi caricaturesco. Sus pupilas dilatadas mostraban la locura que tenía encima en ese momento. Volvió a ponerse de pie avanzando una vez más hacia nosotras con los puños cerrados.
Me preparé para resistir y proteger a Mica hasta la llegada de la ayuda pero antes de que pudiera hacer algo, el hermoso acompañante misterioso se interpuso entre nosotros irguiéndose en una pose protectora. Tenían más o menos la misma altura. El borracho se detuvo en un duelo de miradas. Finalmente bajó su cabeza, volviendo a su auto maldiciéndonos entre dientes.
Mientras observaba lo que sucedía no podía apartar la mirada de aquella espalda recta que se había interpuesto ayudándonos. Era tan grande, ancha, tan perfecta como su parte delantera. Su cuerpo parecía moldeado por profesionales. Quizás era modelo. O actor.
Pero ¿Qué me pasaba? Un hombre de ciento veinte kilogramos había querido aplastarnos y yo no podía dejar de mirar el trasero enfundado en unos pantalones negros de diseño que se ajustaban como una segunda piel. Se dio vuelta lentamente y nuestros ojos volvieron a conectar.
- ¿Están bien?- preguntó levantando sus cejas casi indiferente.
Asentí despacio dándole las gracias mientras observaba la llegada de policías y paramédicos. Mica se acercó a los oficiales explicando el choque mientras el borracho era puesto bajo custodia. De reojo noté como Anonn se acercaba a la ambulancia.
Caminé dos pasos hacia al misterioso hombre queriendo tocarlo. No sé qué se apoderó de mi mente pero necesitaba ese contacto. Sentía cosquillas en los dedos. Era una situación surrealista. Me quité los guantes, ahora estropeados luego del enfrentamiento.
- Déjame revisar tu cuello – dije estirando mi mano hacia su nuca donde lo veía refregar una y otra vez.
Yo era una mujer alta, mi metro setenta y tres solía intimidar a las personas. Pero él era por lo menos diez centímetros más alto. El primer contacto fue literalmente electrizante. Su piel era más suave de lo que creía, el perfume que usaba era afrodisiaco o a lo mejor eran mis hormonas revueltas las que provocaban la sensación de estupor. Un chispazo de energía golpeó la punta de mis dedos y él debió sentirlo porque se encogió.
- Gracias- dijo esquivo alejándose de mi toque- pero estoy bien.
Dejé caer las manos con una sensación de pérdida. El rechazo dolía. Poco a poco comencé a avergonzarme de mi comportamiento. Estaba acosando al pobre hombre. Asentí con la cabeza y dando media vuelta fui hasta Mica que se estaba acercando a nuestro pobre Bentley.
- Así que yo atiendo a un borracho horripilante que por poco me aplasta y mientras tanto a vos te toca revisar dos bombones exóticos... que injusta la vida- gritaba bromeando haciéndose la ofendida, revoleando las manos mirando al cielo mientras me codeaba de lado.
- Habla más despacio que entienden nuestro idioma- susurré viendo que Anonn se hallaba dentro de la ambulancia pero su mirada fija en nosotras. Al lado su compañero hablaba por celular pero tampoco dejaba de observar nuestros movimientos.
- Llamé al seguro, enviarán una grúa en un par de horas. Creo que antes deberíamos sacar nuestras cosas y dedicarle unas últimas palabras al pobre auto cuya vida útil terminó aquí- dijo solemnemente mientras pasaba su mano por el techo- si hubiéramos viajado en avión como yo quería ...
- ¿Estás loca? Todavía se puede salvar el pobre coche- interrumpí sin mucha credibilidad- además no estás aburrida de viajar en avión?
- ¿Qué hacemos ahora? Estamos muy retrasadas- preguntó mientras miraba el celular. Sacudí mi cabeza mientras suspiraba mirando la hora.
- Maldición... si no nos vamos ya, no llegamos para la apertura – dije pateando un neumático- Llama al Dr. Ricks y dile que estaremos para la primera conferencia, que tuvimos un percance que nos retrasó.
- Ok, pero...oh... parece que causaste una gran impresión- dijo alzando las cejas señalando al acompañante misterioso que me miraba acercándose- voy a hacer las llamadas... suerte!!!- terminó gritando mientras se iba riendo y levantando los pulgares.
Volteé a verlo. Su andar era firme, sin exagerar ni marcar posturas. Era un hombre que sabía que era hermoso y que además llamaba la atención. Se paró frente a mí con una pequeña sonrisa apenas torcida como si estuviera avergonzado.
- Necesito sus credenciales para los trámites del seguro- dijo tranquilamente mientras me sentía una idiota por haber pensado otra cosa.
- Sí, claro- contesté sintiendo por primera vez después de muchos años que me sonrojaba- iba a dártelos pero...con las cosas que pasaron...yo...- hice silencio pensando en que parecía una tonta tartamudeando. Di vuelta, abrí la guantera del coche sacando las credenciales y se las entregué mientras Mica se acercaba con cara de pocos amigos.
- Malas noticias Misha... el Dr. Ricks te necesita para la apertura. Ya están impresos los programas con tu nombre- dijo mientras terminaba de bajar las maletas.
- Mierda...intenta contactar con David o Nicholas ya deben estar en Londres... que nos mande un auto, avión, helicóptero, un plato volador...lo que sea.
- Ok... pero hasta que llegue, es poco probable que lleguemos a Londres a tiempo para prepararnos e ir a la apertura.
Volví a maldecir por dentro una vez más. La reunión anual de los mejores cirujanos del planeta estaba por dar inicios en unas pocas horas. Era la primera vez que una mujer daría la conferencia de apertura mostrando los avances de la nanotecnología en los reemplazos de miembros corporales en la primera infancia.
Llevábamos investigando siete años especializándonos en pequeños de uno a tres años. Sabíamos que funcionaba. Habíamos visto como mejoraba la calidad de vida de decenas de niños. Necesitábamos personas que financiaran la continuidad de nuestro proyecto. Y ahora por culpa de un borracho, estábamos por perder una gran oportunidad. "Bueno, otra vez será "me dije a mi misma, sabiendo que estas oportunidades se daban una vez en la vida. Sentí mis ojos llenarse de lágrimas y respiré hondo.
- Dile al Dr. Ricks ...- empecé a decir cuando mi hermoso desconocido habló recordándome su presencia
- Si ustedes desean podemos llevarla- interrumpió con esa voz suave y ronca que era casi hipnótica- vamos hacia Londres. Ya estamos demorados igualmente así que da igual.
Me di vuelta rápidamente para verlo, su expresión seguía siendo la misma. Su rostro mostraba una indiferencia que rozaba el aburrimiento. Sus últimas palabras sonaban a acusación. Sentí el calor subir por mi piel pero esta vez era enojo. No entendía porque estaba tan enojada. Quizás su rechazo había calado profundamente en mí. Notaba como él se mantenía con calma cuando sentía mi cuerpo volverse contra mí ante su proximidad.
- Gracias- contesté quizás un poco más dura de lo que quería- pero no será necesario... no queremos demorarlos más.
- Pero Misha- dijo Mica pero inmediatamente hizo silencio al ver mi expresión
- Oye, ustedes van a Londres por lo que escuché, nosotros vamos hacia Londres- insistió levantando las cejas- no seas testaruda, no entiendo cuál es tu problema.
- Mire señor...- respondí acentuando la última palabra, haciéndole ver que aun desconocía su identidad
- Como quieras- contestó interrumpiéndome y dándose vuelta para volver a la ambulancia
- Bastardo- susurré- Mica comunícate con David
- Estoy en eso, pero no contesta- dijo- maldición
De reojo volví a mirar a aquellos dos hombres. Podía observar el cuidado con el que aquel arrogante hombre trataba a su acompañante, quizás eran pareja. La vergüenza invadió mi cuerpo al pensar en el papel de tonta que hice si era verdad. Pude notar que estaban discutiendo. El moreno hacía gestos con sus manos señalándonos. Después de unos momentos bajó de la ambulancia y se acercó a nosotras. Definitivamente hoy no era mi día.
- Quería agradecerle el haberme atendido- susurró con una tímida sonrisa- si hay algo que podamos...
- No es nada- interrumpí intentando esbozar una sonrisa mientras veía a Mica abrir y cerrar la boca- recuerda hacerte las rx para descartar problemas futuros.
- Así lo haré- respondió con su mirada perdida detrás de mí. Oh! Miraba a Mica con mucho interés y mi compañera tampoco disimulaba el suyo. Entonces parecería ser que no eran pareja después de todo. La llamé con la mano para que se acercara.
- Me gustaría presentarle a la Dra. Kross, Micaela Kross- dije mientras intercambiaban saludos
- Es un placer- susurró- soy Anonn Kongkaeo
- El placer es totalmente mío- contestó Mica ruborizada casi jadeando
- Me gustaría devolverle el favor llevándolas a su destino- dijo tomando mi mano acariciándola con el pulgar sin despegar los ojos de Mica.
- Como ya le dije a tu amigo "cómo se llame" no queremos demorarlos más- respondí poniendo énfasis en la última palabra, aún con rencor viéndolo negar con la cabeza en el lugar mientras su coequiper bufaba - pero gracias de todos modos- terminé intentando esbozar una sonrisa
- Pero...no es así- murmuró- él no quiso...
- Ella dijo no An- interrumpió el maleducado de su amigo- déjalas, ya nos retrasaron lo suficiente
- ¿Perdón?- reaccioné gritando- ¿usted no se dio cuenta que fuimos embestidas al igual que ustedes? ¿Qué demonios le pasa?.
- Él no quiso decir...- interrumpió Anonn intentando salvar la cara de su amigo- discúlpelo
- Vamos Misha- dijo Mica con desdén lanzándole una mirada venenosa- terminemos de acomodar nuestras cosas y dejemos de causarles problemas a los caballeros.
- Iré a hablar con la policía primero- respondí sin mirarlo- un gusto conocerte Anonn, no puedo decir lo mismo de usted Sr.
- Un gusto conocerte Annon, ojalá hubiera sido en otras circunstancias- escuché decir a Mica mientras me iba. No alcancé a oír la respuesta de él.
Estaba enfurecida con aquel tipejo que me responsabilizaba del accidente. Me sentí herida de algún modo, había cuidado a su amigo, lo mínimo que podía hacer era ser amable. Sentí una puntada de angustia en mi pecho. Las lágrimas apenas eran contenidas.
Me acerqué al oficial para corroborar el relato de Mica acerca de lo ocurrido y preguntarle si podían acercarnos a algún pueblo cercano para tomar un micro, uber, lo que sea para llegar a Londres. Le expliqué nuestra situación hasta notar que lágrimas caían por mi rostro. Los sucesos de aquel día horrible empezaban a pasarme factura.
El sargento Nashville era un hombre de unos sesenta años, su figura mostraba que le gustaba mantenerse en forma. Su dura mirada color café, sus pómulos marcados, las canas en su cabello solo acentuaban sus rígidas facciones. Se notaba que había sido un hombre hermoso en su juventud.
Su seriedad fue mutando a medida que me escuchaba y sus ojos se llenaron de pánico al momento que vio descender la primera lágrima. Automáticamente dijo que nos llevaría a Birmingham donde su hermano trabajaba en una tienda de alquiler de autos.
Agradecida me abalancé sobre él abrazándolo mientras saltaba. Pude notar como el alivio recorría su cuerpo. Volví corriendo a buscar a Mica para contarle la buena noticia. Empezamos a llevar nuestras cosas al baúl del auto policial. Observé que Annon y su amigo discutían pero decidí que había perdido demasiado tiempo con ellos.
Ante nosotras se erguía una oportunidad única y no iba a desaprovecharla por un hombre grosero con hermosos ojos rasgados. Aunque éstos fueran los más bellos que hubiera visto en mi vida.