El abogado y la doctora
img img El abogado y la doctora img Capítulo 3 Contacto inesperado
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Capítulo 6 Oportunidad perdida img
Capítulo 7 La tercera no siempre es la vencida img
Capítulo 8 Fuegos artificiales img
Capítulo 9 Perfección img
Capítulo 10 Flash del pasado img
Capítulo 11 Heridas abiertas img
Capítulo 12 Celos profundos img
Capítulo 13 Una posible pista img
Capítulo 14 Derritiendo el hielo img
Capítulo 15 Vuelta al pasado img
Capítulo 16 Infierno I img
Capítulo 17 Infierno II img
Capítulo 18 Infierno III img
Capítulo 19 Sellando una promesa img
Capítulo 20 Pasión desenfrenada img
Capítulo 21 Pasión desenfrenada II img
Capítulo 22 Malos entendidos img
Capítulo 23 Semana infernal img
Capítulo 24 Pérdida de tiempo... ¿o no img
Capítulo 25 Novedades img
Capítulo 26 Reencuentro img
Capítulo 27 Confesiones img
Capítulo 28 París img
Capítulo 29 El final se acerca img
Capítulo 30 Desagradable visita img
Capítulo 31 Problemas img
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Capítulo 3 Contacto inesperado

- Por qué diablos eres así? – "An lo reñía por tercera vez hoy" pensé mientras suspiraba.

Lo que iba a ser un viaje de esparcimiento terminó convirtiéndose en una pesadilla. Hacía tres semanas recorríamos las carreteras inglesas llenándonos de paisajes que luego An plasmaría en decenas de dibujos.

Nos conocíamos desde niños, habíamos asistido a la misma escuela en Bangkok. Nos hicimos amigos con el tiempo y más adelante hermanos. Hacía más de cinco años que trabajábamos juntos.

Anonn era un talentoso artista, un pintor natural, había nacido con un don. En ocasiones pasaba días encerrado sin hablar con nadie, solo comía porque me encargaba de llevarle alimentos. Pero al salir de nuevo, los colores de sus nuevos óleos iluminaban la habitación.

Sus cuadros empezaron a ganar reconocimiento hace dos años, figuras destacadas del mundo artístico elogiaban constantemente los avances y la exquisitez de los diseños que presentaba. Sus pinturas se volvían cada vez más famosas, lo que dificultaba mantener la ansiada clandestinidad que su amigo deseaba.

Por otro lado, mi labor consistía en cerrar acuerdos, conseguir galerías, tanto nacionales como internacionales. Básicamente era el encargado de los negocios. Mientras él estudiaba artes, yo me especialicé en derecho. Y aquí estábamos, diez años después. An aceptaba todas las propuestas, pero con una condición: no quería ser reconocido. No buscaba la fama ni los flashes. Disfrutaba del anonimato, mezclándose entre las personas en sus exposiciones y escuchando sus opiniones sobre sus obras.

Las multitudes enormes desencadenaban ataques de pánico. En su adolescencia le diagnosticaron síndrome de ansiedad, un año después de la trágica muerte de su hermano Gin en un accidente en Pukhet durante unas vacaciones familiares. La familia reaccionó de manera diferente ante la pérdida: el padre se sumergió en el trabajo, la madre se enfocó en su jardín y mascotas, dejando a An solo con su dolor.

Los ataques de ansiedad empezaron leves pero se intensificaron al punto de que se aisló por completo. La medicación lo sumía en un sueño constante, abandonando todo y rindiéndose. Observé impotente cómo mi mejor amigo se desvanecía lentamente.

Le comuniqué la situación a mi madre y ella me recomendó un médico que había desarrollado nuevas técnicas para superar los ataques de pánico y la ansiedad. Después de algunas idas y venidas, logramos que la madre de Anonn aprobara el nuevo tratamiento. Con el tiempo y la ayuda de un grupo de especialistas, pudo seguir adelante. Hoy en día experimentaba días buenos y días difíciles, pero nunca aburridos.

La pintura se convirtió en su escape, en su salvación. Siempre mostraba una sonrisa cuando pintaba, con sus ojos tranquilos y una respiración armoniosa. A lo largo de los años, viajamos a varios países en busca de "inspiración", como él solía decir. Este iba a ser uno de esos viajes. "Pero no", pensé mientras observaba nuestro auto dañado.

Anonn insistió en conducir esa mañana. Se levantó feliz. Las nubes oscuras que solían acecharlo cuando no tenía ideas hoy lo dejaban descansar. Quise hacerlo cambiar de opinión y allí tuvimos nuestra primera pelea del día.

- Mira Khalan, eres mi mejor amigo, manager, hermano, abogado, lo que sea, pero no eres mi maldita niñera - dijo entre dientes.

- An, las carreteras son peligrosas - intenté razonar con él - miras el paisaje...te distraes.

- ¿Y qué? ¿Estás diciendo que no sé conducir? - contestó con fastidio - Quizás quieras alquilar otro auto para ir a salvo en él - terminó la discusión subiendo del lado del conductor.

- Maldición... - susurré mientras me acomodaba a su lado.

La carretera estaba tan tranquila que empecé a relajarme, estábamos hablando de la próxima exposición, sus deseos de que se llevara a cabo en París cuando ocurrió el impacto. Sentí mi cabeza golpear con fuerza contra el vidrio. Con pánico miré a Annon, quien se quejaba. Su frente sangraba.

- ¿An, estás herido? - pregunté sacando mi móvil para llamar a una ambulancia, pero no lograba enfocar la vista en el celular por el mareo.

- Me duele - se quejó tomándose el hombro y respirando rápidamente - mi cabeza, mi brazo.

- Quédate quieto, conseguiré ayuda - respondí lo más calmadamente posible aunque la sensación de náuseas persistía.

Cuando mi visión se aclaró, llamé a emergencias mientras lo observaba de reojo. Él intentaba mantener la calma con respiraciones suaves. Necesitaba saber quién era el idiota que nos había chocado en una carretera sin vehículos.

En ese momento, una mujer abrió la puerta del conductor y los ojos más hermosos que alguna vez vi hicieron contacto conmigo. Una melena negra rodeaba su rostro. Su tez blanca, sus labios llenos y esos orbes turquesa intensos me sorprendieron. Un escalofrío me recorrió, pero aún sentía la cabeza embotada por el golpe. Escuché que se presentaba y decía ser doctora. No podía creer que ya hubieran llegado. No había pasado ni cinco minutos ni había oído el sonido de las sirenas. No sabía si creerle, pero Annon estaba herido.

- Por favor, empieza con él que está sangrando - alcancé a decir mientras veía cómo saltaba del auto y luego volvía a aparecer.

Se unió a An y noté que era alta y tenía un cuerpo tonificado. La remera blanca de tirantes mostraba brazos trabajados y una gran delantera. El jean talle bajo con roturas descendió aún más al arrodillarse al lado de An, mostrando un pequeño aro en su abdomen. Exudaba sensualidad en cada movimiento.

Examinó rápidamente la herida en la frente, luego vi con molestia cómo metía las manos debajo de la camisa acercando su rostro. El malestar se extendió mientras la veía tocarlo. Solo pude mirarlo para ver si se acercaba un ataque de ansiedad, pero no. Él intentaba mantener la calma, incluso le sonreía. Ella debió darse cuenta de su situación y lo ayudó a controlar la respiración.

Cuando me di cuenta, había terminado y se dirigía hacia mí. No quería sus manos en mí, o más bien deseaba demasiado que sus manos estuvieran en mi cuerpo, lo que seguramente me llevaría a hacer algo tonto. Comencé a negar cuando subió a mi lado. Escalofríos me invadieron al sentir su pecho presionando mi brazo. Por suerte, unos gritos la distrajeron y salió corriendo. Respiré profundamente y volví a mirar a Annon, quien estaba haciendo los ejercicios de meditación que le habían enseñado.

Me acerqué despacio sin haberme recuperado del todo hasta que me topé con una escena imposible de creer y pude darme cuenta de dos cosas. La primera era que la estúpida mujer que nos había ayudado no había llegado en ambulancia sino que era una de las responsables del accidente y dos que estaba en el medio de una pelea entre otra mujer más pequeña y un hombre que era mucho más grande y pesado que ellas.

- ¿Cómo te sientes? - pregunté con calma, frotándome el doloroso cuello y sintiendo aún el cosquilleo en el brazo donde la mujer había estado.

- Mucho mejor... ¿Qué eran esos gritos, Khal? - repreguntó asustado - ¿Hay más personas heridas?

- No lo sé - respondí sinceramente - solo esperemos aquí a que llegue la ambulancia.

- Pero Khalan, ve a ver, quizás necesiten ayuda - dijo, mirándome incrédulo por no haberme movido.

- Está bien, voy, pero prométeme que te quedarás quieto - pedí, bajando lentamente del coche.

Me acerqué lentamente sin haberme recuperado por completo hasta que me encontré con una escena increíble y me di cuenta de dos cosas. La primera era que la mujer que nos había ayudado no había llegado en ambulancia, sino que era una de las responsables del accidente. La segunda era que me encontraba en medio de una pelea entre una mujer más pequeña y un hombre mucho más grande y pesado que ellas.

La mujer pequeña era el opuesto de la doctora. Con su melena rubia recogida en un moño y su cuerpo enfundado en un remerón que le llegaba cerca de las rodillas, que la hacía ver aún más pequeña. Seguí avanzando y me sorprendí cuando, momentos después, Misha derribó al gigante al suelo. "Misha", repetí. Su nombre sonaba extraño, exótico, al igual que ella. Aquella mujer me había puesto nervioso y excitado en segundos, y no me gustaba.

Aceleré el paso cuando el hombre se levantó lleno de enojo. ¿Qué habrían hecho las dos mujeres para molestarlo tanto? Me coloqué en medio, éramos más o menos de la misma altura, pero él no estaba en condiciones físicas de enfrentarme y lo sabía. Murmurando un insulto, se alejó en el momento en que llegaban las patrullas y la ambulancia.

Le pregunté si estaba bien mientras observaba que An se acercaba despacio a la ambulancia. Cuando iba a dirigirme a él, la sentí sobre mí y supe que estaba en problemas. Sus pequeños dedos tocaron mi cuello y un escalofrío me recorrió el cuerpo. Mis palpitaciones se aceleraron y sentí seca la garganta. Sorprendido por el repentino sobresalto, aparté bruscamente sus manos.

- Gracias, pero estoy bien - dije con un tono más duro de lo deseado, pero ella era una verdadera molestia.

Me acerqué a An, quien con los brazos en jarras negaba con la cabeza. Decidí ignorarlo y llamé al restaurante para cancelar nuestras reservas del día y al seguro de la camioneta. Necesitaban los detalles del auto que nos había golpeado. Maldije mientras volvía hacia ellas, tratando de recuperar el aliento.

La escuchaba bromeando con su amiga sobre el estado de su auto y eso solo me molestó aún más. No entendía qué encontraban gracioso en esa situación. Observé de cerca a su amiga. Era muy bonita, con un rostro de muñeca y ojos dulces de color chocolate que contrastaban con la mirada dura que le lanzó al borracho. Ambas mujeres rondaban los treinta años, quizás un poco más. A pocos pasos, sus ojos color cielo se posaron en mí.

- Necesito sus credenciales para los trámites del seguro -dije lo más calmadamente posible, mientras sentía el latido de mi corazón en los oídos.

- Sí, claro -dijo, disculpándose entre otras cosas.

Mis ojos recorrían su increíble cuerpo. Piernas largas enfundadas en un jean que terminaba en un trasero de ensueño. Una cintura perfecta y unos pechos del tamaño justo para mis manos. Pero lo que más me gustaba de ella eran las chispas en sus ojos, reflejando sus emociones. Por ejemplo, ahora que su amiga le estaba diciendo algo, se notaba que estaba molesta por no poder llegar a la ciudad a tiempo. Quizás eso me llevó a ofrecerme a semejante locura.

- Si desean, podemos llevarla - interrumpí, lamentando las palabras que salían de mi boca - vamos hacia Londres.

Pero la mujer era tan testaruda que me despachó sin más, lo cual solo volvió a irritarme. Regresé con An, a quien terminaban de atender.

- ¿Estás bien? - pregunté, intentando no mirar atrás.

- Sí, pero... Khalan, ¿no puedes ser un poco más amable? - dijo, señalándome con el dedo como si fuera un niño - esa mujer acaba de salvar a tu amigo y le hablas así...

- An solo te puso una curita - dije, arrepintiéndome al instante cuando sentí acero salir de sus ojos.

- ¿En serio, Khal? ¿Acaso te das cuenta lo desagradable que eres cuando hablas así? ¿Acaso piensas que eres mejor? - preguntó enojado.

Lo observé sorprendido porque, siendo sinceros, hacía tiempo que An no se enojaba conmigo. Rara vez alzaba la voz y hoy lo había hecho dos veces. Y las dos veces yo había sido el receptor del enojo.

- ¿Sabes qué? Iré yo mismo - dijo, bajando de la ambulancia y caminando hacia ellas.

Mi cuerpo se llenó de un malestar desconocido cuando observé cómo se quebraba y lágrimas comenzaban a caer por su rostro. Hice fuerza para mantenerme quieto en el lugar. Solo deseaba abrazarla, disculparme por mi horrible comportamiento. Presentarme como correspondía, prometerle que la escoltaría hasta su destino para que llegara a horario. Pero no hice nada.

Quedé relegado sintiéndome terrible. Es cierto que no fui amable con ella, pero su cercanía me incomodaba. Al verla interactuar con An, como sonreía mientras él acariciaba su mano, los celos se hicieron presentes y no lograba entender el porqué.. Él quería llevarlas y ella se negaba.

- Ella dijo no An, ya nos retrasaron bastante - dije poniendo el último clavo a mi cajón.

- ¿Perdón? - gritó, con ojos enojados - ¿No se dio cuenta de que también fuimos chocados? ¿Qué le pasa?

Su amiga me miró con odio, casi incinerándome con la mirada. . La doctora se dirigió al policía mientras An no dejaba de mirar a la amiga de la doctora sacar las cosas del auto.

- ¿Por qué actúas así? - pensé, mientras An era reprendido por tercera vez hoy.

- Lo siento... no te enojes - susurré, viendo a Misha hablar con el policía.

Mi cuerpo se llenó de malestar al ver cómo se quebraba y lágrimas caían por su rostro. Quería abrazarla, disculparme por mi comportamiento y prometer escoltarla, pero me quedé quieto. Algo que dijo el policía la hizo sonreír, y por primera vez sonreí con ella.

Observé cómo trasladaba sus cosas al auto policial, sintiendo un vacío en el pecho, pero no me acerqué. La vi subir al auto, pero no me moví del lugar, vi cómo sin despedidas, ella desaparecía. Por primera vez en mucho tiempo sentí un vacío en el pecho que no me gustaba.

Ahora que ellas y la policía se habían ido, pude escuchar a An hablar con el paramédico que estaba terminando de recoger sus cosas.

- ¿En serio? ¿Sabes quiénes son?- preguntó interesado An quien miraba hacia la carretera por donde se había ido el coche.

- Claro, en nuestro ambiente todos saben quiénes son ellas- contestó el hombre.

- Ah... ¿Y qué están haciendo? - volvió a preguntar An.

- Ojalá lleguen a tiempo a Londres. Muchos niños pueden beneficiarse en el futuro si siguen avanzando con su proyecto - dijo despacio viendo el auto alejarse por la carretera.

- Están desarrollando tecnología para lograr reemplazos corporales funcionales. Están buscando empresas que financien su proyecto para continuar investigando. Por lo que escuché en el hospital, quieren que en el futuro los trasplantes sean gratuitos para personas de bajos recursos. Creo que una de ellas va a realizar la apertura del Congreso Mundial... ¿no es genial? - terminó diciendo con una sonrisa.

An me dirigió una mirada llena de enojo y angustia que mostraba su malestar hacia mí en ese momento. Y a esa altura, yo solo podía sentirme como una gran basura.

            
            

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