Mi hermano gemelo, Alen, y yo somos los fundadores y directores ejecutivos. Nuestro deber es simple: ofrecer beneficios tangibles y exclusivos a nuestros miembros. Para los Sugar Babys (o Littles, como se les suele llamar), los beneficios son un refugio de la precariedad: lujos, estabilidad económica, atención incondicional, placer, cuidados y la ansiada liberación de sus responsabilidades cotidianas. Para los Sugar Daddys o Sugar Mommys, el pacto ofrece un escape a sus vidas frenéticas y de alto perfil: compañía discreta, placer íntimo, la oportunidad de mimar, consentir, dominar y practicar sus fetiches sin juicio.
La investigación previa es la columna vertebral de nuestra operación. Escudriñamos la vida de cada aplicante, de ambos lados, en busca de cualquier variable que pueda comprometer a nuestra organización, a los Babys o a los propios Daddys. Solo individuos con una salud impecable y una vida emocional y financiera estable son aceptados. Este nivel de seguridad es fundamental para proteger a las futuras parejas que se formarán bajo contrato.
Alen y yo mantenemos un equipo mínimo y totalmente confidencial, integrado exclusivamente por empleados de nuestras múltiples empresas. Todos firman contratos de confidencialidad inquebrantables, asegurando que ni la identidad de los Daddys y Mommys -muchos de ellos figuras públicas de gran relevancia- ni la existencia de Sugary Games trasciendan a la sociedad. Quienes no forman parte de este mundo no tienen por qué saberlo.
Alen y yo siempre hemos compartido a nuestras Babys. Hasta ahora, solo hemos tenido cuatro en nuestras vidas, y si bien han sido compañías agradables y han cumplido su propósito, ninguna ha sido "la indicada". Buscamos una conexión que trascienda el mero acuerdo contractual, algo que aún no habíamos encontrado... hasta que la vimos.
Ella. La chica que, lo supimos desde el primer momento, causaría estragos en el equilibrio de nuestras vidas; la única mujer que nos haría sentir que nunca más necesitaríamos otra Baby.
La descubrimos primero como una masajista en uno de nuestros spas. Su presencia era hipnótica: su belleza tranquila, su aire sexy y esa atracción magnética que nos obligaba a evitar cualquier contacto directo. Mantuvimos nuestra distancia porque necesitábamos saber si ella compartía esta temática kink.
Todo cambió hace unas semanas, cuando su perfil apareció en la base de datos: su formulario en nuestra página web, su foto, su nombre, su edad. Melody Roberts. Todo en ella gritaba que era nuestra próxima Baby.
Aunque podemos verla a diario, hemos evitado la confrontación. Primero, porque no queremos ser obvios con la intensidad de nuestra atracción; y segundo, porque nos cuesta controlarnos. La tentación de besarla o tomarla sobre la camilla, mientras nos prodiga sus excelentes masajes, es un esfuerzo constante. Melody es la mujer que Alen y yo hemos esperado toda nuestra vida. Es como si el destino hubiera dictado que estaremos juntos por un tiempo indefinido. Y haremos todo lo que esté a nuestro alcance para que ese tiempo... jamás se termine.
Durante los últimos dos meses, hemos asistido semanalmente a sesiones de masaje. A veces va Alen solo, a veces voy yo, y en otras ocasiones vamos ambos, disfrutando de la silenciosa tortura de ver cómo sus manos tocan a mi hermano, y viceversa. Nuestra futura Baby posee unas manos prodigiosas: suaves, delicadas, y con un calor que irradia electricidad. Sus toques en nuestra piel musculosa son un placer sublime, casi doloroso.
Hoy, ambos recibiríamos un masaje. Mañana, por fin, la haríamos nuestra Baby. La ansiedad es palpable. Incluso consideramos adelantar el evento, pero eso sería una grave falta de ética que desestabilizaría la confianza en Sugary Games. No podemos alterar los contratos ya establecidos, cuya fecha de vencimiento es precisamente mañana.
Salí del vestidor, cubierto solo por una bata blanca de algodón sobre mis bóxers. Alen ya estaba en su camilla, recibiendo su masaje. Melody me dio una mirada rápida. Sus mejillas se enrojecieron, una reacción que siempre tiene cuando nos atiende. Me concentré en admirarla, absorbiendo cada detalle: su piel pálida inmaculada, el cabello castaño que caía en rizos suaves hasta la mitad de su espalda, sus hipnotizantes ojos grises y esos labios gruesos y apetecibles.
Pero en este tiempo de observación, también notamos algo que nos irritó profundamente: su cuerpo se ha adelgazado, sus ojeras son más pronunciadas y su expresión denota un cansancio crónico. Hemos profundizado en su pasado y nos enfurece lo que ha tenido que soportar. Una madre egoísta y codiciosa la forzó a trabajar desde muy joven para salir adelante. A sus diecinueve años, ha luchado sola.
Eso se acabará mañana. Alen y yo le daremos todo lo que se merece, la consentiremos y la protegeremos como nadie lo ha hecho.
La suave voz de Melody me sacó de mis pensamientos.
-Ya le toca a usted, señor Axel -me miró, regalándome una sonrisa que hizo que algo se tensara en mi pecho.
Caminé hacia mi camilla y me acosté boca abajo después de desatar mi bata. Ella se colocó sobre mí, aplicando un aceite de lavanda especial y posicionando sus manos.
Alen se incorporó en su camilla. Con una mano cubría sutilmente su obvia erección, mientras que con la otra sostenía un vaso de cristal con vodka.
Cerré los ojos, sintiendo las manos de Melody. Sus movimientos son precisos y profundos, una caricia aprisionada sobre mi piel que era maravillosamente satisfactoria. Nadie hace el trabajo como ella.
-Después de esto, debemos ir a terminar con los últimos detalles -dijo mi hermano.
-Lo sé. Todo debe estar listo para la llegada -respondí.
-¿Te aseguraste de que el paquete de bienvenida fuera enviado?
-Así es. Todo fue recibido y las direcciones a donde deben ir los artículos están confirmadas.
-Muy bien.
Mi cuerpo reaccionó cuando Melody deslizó sus dedos firmes por la base de mi cuello. Es una debilidad que ella creó en mí la primera vez que la tocó ahí. Sus manos son gloriosas. Podría quedarme aquí todo el día, pero debo dejarla descansar y, sobre todo, evitar que note cuán obsesionados estamos con ella.
-Tenemos que preparar el apartamento -mencioné. Me refería a nuestro lujoso ático y a la habitación que se convertiría en el santuario de nuestra chica.
-Cambiar todo. Incluyendo el color de las paredes por un azul claro -declaró Alen con absoluta convicción.
Sabíamos que era su color favorito. Lo habíamos notado en sus pocas pertenencias y en los detalles que elegía para sí misma.
-Muy bien. Ordenaré eso inmediatamente.
Su llegada estaba a solo unas horas. El juego de control estaba a punto de comenzar.