Quimera
img img Quimera img Capítulo 3 Vocación
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Capítulo 6 Aspirantes a Soñadores Oficiales img
Capítulo 7 Juego psicológico img
Capítulo 8 Encuentro img
Capítulo 9 Estilo de vida Después del Gran Despertar img
Capítulo 10 Fortaleza mental img
Capítulo 11 Admisión img
Capítulo 12 Mente (parte 1) img
Capítulo 13 Mente (parte 2) img
Capítulo 14 Iniciación img
Capítulo 15 Inducción img
Capítulo 16 Evolución y conexión de almas img
Capítulo 17 Mente humana img
Capítulo 18 Filosofía img
Capítulo 19 Entrenamientos y otras torturas mentales img
Capítulo 20 Dimensiones oscuras img
Capítulo 21 Dimensiones oscuras (parte 2) img
Capítulo 22 Imágenes y variantes img
Capítulo 23 Caminos y variantes img
Capítulo 24 Ascensión, miedo y otras torturas img
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Capítulo 3 Vocación

Ten cuidado con lo que recuerdas.

Jara intentó humedecer sus labios con su saliva, pero su boca estaba carente de esta. Parpadeó dos veces mientras sus ojos enfocaban el paisaje de las grandes montañas y las copas de los árboles que sobresalían de las nubes. Inspiró hondo el aire frío que dilató sus fosas nasales.

Entendió que a veces lo mejor era permanecer en ignorancia, a veces la ignorancia se convertía en un sinónimo de tranquilidad y el conocimiento en una tortura constante.

Los recuerdos, los malditos recuerdos que estuvo persiguiendo por años.

Aún se podía ver ahí, en medio de la oscuridad con el demonio lanzándose encima suyo, tomándola con sus largos y monstruosos dedos por el cuello, arrancándole la vida.

El reflejo de sí misma sonriéndole retorcidamente con dos hoyos negros como ojos, susurrándole con voz gutural: me estuviste buscando por mucho tiempo, por fin nos podemos ver.

Siempre tuvo miedo de recordar su pasado, algo le decía que era mejor no hacerlo.

Fue una advertencia.

Ahora entendía que había creado un monstruo. Sus recuerdos desbloquearon su mayor miedo y tortura, explicándole que cometió el mayor error de su vida.

-¿Aún no te has terminado de arreglar? -escucha una voz detrás de ella.

Voltea y encuentra el rostro moreno de una anciana con un largo cabello blanco, usa un gran manto negro, lleva en sus manos una corona de oro con incrustaciones de doce gemas finas que representan a la humanidad.

-Suma Eminencia -saluda Jara y hace una reverencia.

-¿Seguirás usando ese título conmigo? Soy yo quien ahora debe tratarte con respeto -suelta Zimmer mientras se acerca a la joven y le coloca la corona en la cabeza-. Comienza a comportarte según tu rango, ahora eres la Protegida del Justiciero, encarnas a la justicia.

El Justiciero. Ella creó al Justiciero. Aún recordaba el consejo que le dio a Adem antes de que asesinara por primera vez, le dijo que pensara en ella, en que la había protegido.

-Le confieso, Suma Eminencia, que me habría gustado no recibir este título -suelta Jara con el corazón palpitándole con fuerza.

Zimmer torna su rostro sin emociones, algo característico de las Grandes Amantis cuando intentan controlar sus emociones.

-No vuelvas a repetirlo -ordena la anciana con sequedad.

Silencio absoluto en el balcón.

-Aún sigues conmocionada por la experiencia, fue muy reciente, lo dejaré pasar por esta vez -advierte Zimmer, respira hondo y dibuja una leve sonrisa.

Los labios de Jara tiemblan. Los recuerdos se agrupan en su memoria: la sangre rodeándola, la carretera, la lluvia, el dolor en todo su cuerpo, el rostro de Adem mientras la llamaba.

Desde esa noche comenzó su maldición. El DéJá Vu se cumplió y le mostró el por qué allí terminaría su vida.

-He creado a un monstruo -confiesa Jara-. Yo lo vi con mis propios ojos, casi me asesina y estaba gustoso de hacerlo. No puedo casarme con alguien que quiere quitarme la vida, no es un humano, es un monstruo.

-Ese monstruo es tu prometido, es con quien te casarás, es la boda que todo el universo ha estado esperando -corrige Zimmer con tono seco-. Estás nerviosa y confundida por el examen, aún no piensas con claridad, estás confundiendo la realidad.

No, ella ahora podía ver con la claridad necesaria: había visto el interior de Adem y reconoció su oscuridad, los demonios que guardaba, entendiendo que ya no existía humanidad alguna.

-Yo sé lo que vi, es peligroso y no debió obtener la ascensión, tampoco yo -comienza a sollozar-. Por favor, Suma Eminencia, usted misma me lo dijo antes del examen, me dijo que era peligroso.

-Era peligroso que entraras a su inconsciente y hablaras con su espíritu porque podías morir, pero saliste con vida.

-¿Y a qué precio?

-Con el precio de que ahora conoces toda la verdad, debes vivir con ella, aceptándola. El Justiciero y tú pasaron por muchos desafíos para llegar a donde se encuentran, ahora tienen que atenerse a las consecuencias de sus actos. ¿Le tienes miedo? Aprende a vivir con ello, el miedo es la más pura emoción que el humano puede sentir, si lo controlas, no habrá emoción alguna que pueda hacerte débil.

Jara tenía nauseas. Observa la sortija en su dedo anular izquierdo.

La boda más esperada de la historia Después del Gran Despertar.

Zimmer se estaba yendo del balcón cuando Jara decide hablar por última vez.

-Eres un monstruo -Zimmer voltea a verla-. Eres un monstruo, eso fue lo que me dijo cuando le confesé el por qué había viajado en el espacio-tiempo; usted estuvo esperando por años que yo le revelara mi mayor secreto y se horrorizó cuando se lo confesé. ¿Valió la pena conocer lo que por tantos años ansió escuchar?

Zimmer permanece en silencio por un minuto.

-A veces, Jara, el conocimiento es una carga pesada que se debe aprender a sostener. Debemos asumir las consecuencias de las respuestas que estamos buscando. Yo te insistí en múltiples ocasiones para que me entregaras la razón del por qué viajaste al pasado y qué conversaciones entablabas con Bryan Domán y ahora debo cargar con la pesada responsabilidad que trae consigo saber la respuesta. En tu caso, por años estuviste buscando la forma de recordar tu pasado, ese que estuvo bloqueado en lo profundo de tu inconsciente, sin imaginar que habías sido tú misma quien los bloqueó para poder protegerte de ellos.

Vuelve a acercarse a la joven y le acomoda la corona, para después acomodarle un mechón de cabello detrás de la oreja izquierda.

-En todo caso, es mejor saber que se tiene que cargar una pesada carga sobre los hombros a estar ignorando que se tiene una carga pesada sobre los hombros -prosigue Zimmer-. La responsabilidad que tienes ahora sobre ti puede asustar, pero no eres alguien común, Adem tampoco lo es, fueron diseñados para soportar esto y mucho más. -Espera a que Jara asimile sus palabras-. Debes tomarte un descanso, después de la ceremonia, toma unas vacaciones. -Despliega una sonrisa-. Ahora eres la directora de la mejor academia de soñadores en el mundo y la mujer más poderosa en todo el universo, nadie podrá negarse a tus órdenes.

Jara no se estaba sintiendo a gusto con las palabras de Zimmer, quería que la conversación acabara.

Cuando por fin pudo estar sola, empieza a sentir que le falta el aire, el vestido estilo princesa que usa le aprieta demasiado el abdomen y no le permite respirar a profundidad. Vuelve la vista al paisaje del inmenso bosque y las montañas.

Directora del Centro de Investigación Diferencial, la primera escuela de soñadores de élite, la más importante en todo el planeta. Era la Suma Eminencia más joven en la historia. Y ahora había sido ascendida a Protegida del Justiciero, era la justicia hecha carne. Por ella podría desatarse una guerra bélica, en su nombre se podía asesinar.

Nadie en la historia de la humanidad había podido ocupar el título de Protegido del Justiciero. Jara tenía a la humanidad y la vida misma entre sus manos.

Ese día se estuvo esperando por muchos años, ahora que estaba pasando, los universos, las dimensiones terrenales y no terrenales detuvieron todo para ver la transmisión de la ceremonia. Por fin era una realidad por lo que tanto se había luchado: Jara Adelina Darmy fue coronada como Protegida del Justiciero.

En los museos de historia ya se habían colocado los inmensos cuadros con la pintura de Jara Adelina Darmy sentada en el trono de la justicia, usando el elegante vestido blanco con la corona en su cabeza y a su lado se encontraba de pie Adem Murf Habid con la gran capa blanca, empuñando la emblemática espada que mantenía la punta de la hoja pegada al suelo y con el mensaje grabado de "Conocimiento y libertad".

Cuando Jara pudo ver el cuadro original terminado, tuvo que retroceder varios pasos para poder contemplar la majestuosidad del mismo. Nadie que lo contemplase imaginaría la oscuridad que había detrás de aquel retrato.

Quería olvidarlo todo, volver a la ignorancia de cuando la historia comenzó.

Entra un empleado al balcón, le hace una reverencia y aún con el torso inclinado le entrega el mensaje.

-Su señoría, la ceremonia va a comenzar.

-Gracias -es lo único que Jara se limita a decir.

Cuando el empleado se aleja, Jara cierra los ojos y un temblor empieza a consumirla. Logra escuchar el tictac que proviene del interior de la oscura habitación, ese sutil sonido le hace recordar al reloj de péndulo de la oficina que tenía en el CCI, donde parte de su historia con Adem tuvo lugar, fue ahí donde se reencontraron después de muchos años, cuando Jara no recordaba el haberlo conocido de niño y apenas estaba comenzando su carrera, ocupaba el puesto de decana, impartiendo clases a los estudiantes y hacía misiones cuando la escuela lo solicitaba. Para esos años la vida de Jara era medianamente pacífica, a comparación de cómo se había tornado su vida después, lograba recordar esos años como una época de pocos problemas.

Se vio por primera vez con Adem cuando él apenas tenía diecinueve años. Claro, ella no recordaba que lo conocía desde hacía muchos años, que en su vida pasada fueron pareja y que antes de bloquear sus recuerdos todas esas memorias estaban frescas, todas las respuestas estaban allí, nada más que no tenían acceso a estas. Así que, para cuando Jara vio a Adem en una dimensión de la Quimera, no lo reconoció.

El joven siguió visitando a Jara, sin ella imaginarse que Adem ya comenzaba a recordarla, sus recuerdos llegaban a él uno tras otro, obligándolo a buscarla para así evaluar si ella también podía reconocerlo.

Adem a sus diecinueve años mantenía un alma pura, si bien había tenido algunas experiencias que le generaron traumas, su espíritu aún no conocía lo que era la oscuridad y mucho menos sus manos estaban manchadas de sangre. Aún no se había convertido en el temido Verdugo, en el maestro de los demonios Sombras que sería ascendido a Justiciero; a sus diecinueve años su alma era tan pura que estar a su lado era rodearse de tranquilidad.

Jara, quien aún no imaginaba la larga historia que le esperaba al lado de Adem, podría decirse que pecó de ingenua. Si bien en su círculo social se la trataba como una adulta por sus títulos adquiridos como Soñadora Oficial, aún era sumamente joven y en términos de relaciones amorosas seguía siendo bastante novata. Para esos años, todos los entrenamientos que recibió de niña fueron bloqueados en lo más profundo de su inconsciente a raíz de un accidente y apenas si quedaba rastro de la Jara que fue creada en laboratorio.

Se podría decir que era una adolescente que se comportaba como adulta y se le daba un trato especial en la sociedad por ser un experimento humano que había salido mal.

Gustó de Adem desde el primer día que lo conoció, estaba fascinada con la gran belleza del muchacho y sus grandes habilidades para desplazarse por las dimensiones de la Quimera sin poseer un controlador de sueños.

Así fue como un día, al viajar en el transporte público mientras caía la puesta de sol por las montañas decidió comprobar si Adem era real.

El bus eléctrico avanzaba por la colina, subiendo su empinadura en silencio. Si Jara volteaba un poco hacia la derecha, podía encontrar a Adem observándola fijamente con sus radiantes ojos grises azulados, sonriéndole de forma complaciente.

Entonces, cuando menos lo pensó, Adem se levantó de su silla y se acercó al puesto vacío que se encontraba a la derecha de Jara. Ella quería reprimir una sonrisa de emoción, pero se le hizo imposible; intentaba no observarlo, aunque podía sentirlo: su olor, su presencia masculina que le fascinaba y el sentimiento de emoción que le transmitía.

Una vez más estaban juntos, encontrándose. Había muchos lugares en aquel plano, pero ellos siempre se encontraban, tan vívidamente, tan intensamente.

Cada vez se repetían aquellos sueños con más frecuencia y ella podía notar de que él lograba recordarla, porque la buscaba con la mirada cada vez que entraba a aquel plano.

Y esta vez Adem se mostraba abiertamente emocionado de tenerla cerca. Se humedeció sus labios rosados antes de hablar y después inspiró hondo, pero no pronunció palabra, parecía estar calmando primero sus nervios creados por la emoción.

Aquello le produjo a Jara una pequeña risita y después volteó a verlo fijamente a los ojos, dándose por vencida. Ya se conocían, estaba aceptando que habían comenzado una historia juntos.

-Es un hermoso atardecer, ¿no te parece? -preguntó la mujer.

Adem intentaba calmarse y un rayo de sol golpeó suavemente su piel blanca, resaltando el rubor que comenzaba a apoderarse de sus mejillas.

-Sí, es una hermosa vista -respondió el joven.

Entonces, Jara decidió hacer la prueba de fuego, con un miedo profundo de que él no la fuera a superar.

Lo peor que podía suceder en un sueño era estar soñando con alguien que no existía de verdad, que sólo es producto de las fantasías más internas. Adem ya le había dado señales de ser totalmente autónomo, Jara lo analizó a detalle en cada sueño en los que estuvieron juntos. Pero seguía teniendo dudas, como si todo de ella le avisara que antes de ilusionarse debía cerciorarse que todo estaba bien: existía en la vida real.

Jara acercó su mano izquierda a la mejilla del joven con lentitud, preguntándose si dejaría que hicieran contacto físico. Él sabía lo que ella intentaba hacer, porque se tensó un poco y cerró los ojos y esa fue la señal que tuvo Jara para poder tocarlo.

El controlador de sueños implantado en la nuca de Jara estaba preparado para desaparecerlo si realmente era un producto engañoso que le estaba proporcionando su mente. Lo más probable era que en la realidad terrenal el chip debía estar iluminándose, dejando claro que la joven estaba trabajando en un sueño vívido. Eso la tranquilizaba un poco, porque los mentores nocturnos que monitoreaban a los decanos en las pantallas no la molestarían por al menos una hora más.

Los dos sonrieron con gratitud cuando lograron sentir el tacto de sus pieles al rozarse. Jara no se había dado cuenta en qué momento cerró los ojos, pero, al abrirlos, se encontró con la grata sorpresa de ser completamente reales.

Acercaron sus frentes hasta chocarlas. Se podían escuchar sus tenues risitas y las respiraciones un poco agitadas. Era la primera vez que a Jara le agradaba el hecho de poder sentir la piel de alguien en un sueño y quería que aquellos minutos fueran eternos.

No se necesitaban las palabras, bastaba con el tacto de sus pieles. Sus ojos volvieron a cerrarse y estuvieron por un largo tiempo abrazándose, inhalando sus aromas y viviendo intensamente aquel momento.

Jara había estado pensando en esos días en la posibilidad de haberse desesperado tanto en enamorarse que estuvo recreando su tipo de hombre ideal en los sueños. Se cuestionaba el hecho de cómo podía un hombre ser tan perfecto a los ojos de otro ser humano y simplemente le creía imposible. Pero ahí se encontraba, pensando en qué parte del planeta estaba el cuerpo de Adem dormido; y ella con tantas ganas de entrar a esa habitación y saltar encima de él, para así estar unidos en sus dos realidades.

Era una fantasía a medias, porque, aunque estuvieran abrazados en aquella dimensión de la Quimera, en el plano terrenal lo suyo nunca podría hacerse realidad. Al ser Jara una soñadora de rango alto, no le era permitido tener parejas que no fueran Soñadores Oficiales como ella y Adem mostraba abiertamente que era un joven común: un chico menor que iba al instituto y seguramente estaba decidiendo qué rumbo darle a su vida después de graduarse.

Era una hermosa fantasía que lograba materializar cuando se iba a dormir, entre dimensiones con increíbles puestas de sol. Y al despertarse, dejaba a un lado sus anhelos más profundos para convertirse en la seria e impenetrable profesora y decana Jara Adelina Darmy, la famosa reconocedora de DéJá Vu.

Jara jamás habría imaginado que un día estaría deseando no haber conocido a Adem Murf Habid, que sus recuerdos la condenarían al más terrible infierno y que consideraría su compromiso de matrimonio como el casarse con la mismísima muerte.

Adem no siempre fue una persona que pudiera considerarse malvada y sin sentimientos, de hecho, él fue moldeado por las situaciones que le tocó vivir de pequeño. A sus siete años de edad, se dio cuenta que le faltaba algo, no podía recordar qué era, pero tenía claro que algo en su vida había cambiado.

No era un niño normal.

No se sentía como un humano. No era un humano común como sus padres.

Cuando tuvo que ir por primera vez a la escuela, entendió que era incapaz de encajar en la sociedad y que tenía un grave problema en el interior de su ser.

Era mejor sentarse en una esquina cuando estaba en el colegio, en un bordillo de unos escalones, donde se sentía invisible. Leila, su madre, antes de dejarlo solo se agachó hasta quedar a su altura y le dijo que todo estaría bien, que en la escuela se divertiría como lo hacía en el hospital pediátrico. Adem no le dijo palabra alguna, pero para ella eso era normal, hacía meses que su hijo no hablaba, al menos, no con ella.

Las clases fueron fáciles para el niño, siempre estaba ocupado y los docentes le colocaban tareas, así que podía ser uno más del montón. Pero ahora estaba solo en el patio del gigantesco colegio, veía a los grupos de pequeñines jugar y gritar de emoción.

Dos días atrás, cuando a Adem le informaron que debía comenzar a ir a clases, lloró a gritos, implorando, fue la única vez que habló, dirigiéndose a su padre.

-Por favor, quiero estar con ella, quiero verla.

-¿A quién? -preguntó el hombre.

Adem no supo qué responder y detuvo su llanto, sintiéndose confundido y desorientado.

Extrañaba a alguien, pero no sabía a quién. Tenía recuerdos nublosos, la silueta de una joven de vestido rojo acercarse a él, pero aquel recuerdo después se fragmentaba, como un espejo roto.

-Hey, rarito -escuchó que lo llamaron.

Adem alzó la mirada y sus ojos grises azulados encontraron a un niño pelirrojo de aproximadamente ocho años que sostenía en sus manos una pelota roja. Estaba rodeado de cuatro niños más que le veían de forma despectiva, como si Adem tuviera algo extraño en su rostro.

-¿Qué quieres? -preguntó Adem.

El pelirrojo abrió sus ojos en gran manera, después desplegó una sonrisa ladina.

-¿Es cierto que tu mamá cocina humanos en su restaurante? -preguntó con tono burlón.

Adem apretó la mandíbula con fuerza. El cielo esa mañana estaba más nublado de lo normal y retumbaba, como si en su interior hubiese toda una orquesta con tambores.

-Lárgate -gruñó Adem.

-¿Qué te pasa, rarito? -soltó el pelirrojo, ahora enojado-. ¿Te crees muy valiente? -Se acercó a Adem e intentó tomarlo del cabello, pero éste fue más rápido y lo sujetó del brazo con fuerza.

-Te dije que me dejaras en paz -gruñó Adem y se levantó desafiante del escalón de cemento.

Los pequeños detrás del pelirrojo comenzaron a retroceder llenos de miedo. El niño intentó defenderse lanzándole la pelota a Adem al rostro y así soltarse de su agarre, pero éste la esquivó, haciendo un rápido movimiento para después hacerle una llave y lanzar a su contrincante al suelo de forma brusca.

Los demás niños que jugaban en el patio del sector de primaria se acercaron a ver lo que ahora era una pelea. Los rodearon haciendo un círculo y comenzaron a gritar eufóricos.

Adem estaba encima del pelirrojo y le daba fuertes golpes en el rostro. Sintió que lo cargaron en el aire y lo apartaron de la muchedumbre. Intentaba soltarse, pero la voz de un adulto le pedía que se tranquilizara.

Notó las caras de euforia de los infantes que observaban admirados cómo había dejado el rostro lleno de sangre del pelirrojo. Aparte de ellos otros profesores le veían con miradas aterradas. Lo dejaron en el suelo, jadeando y con las manos llenas de sangre.

-¿Cuándo le enseñaron a su hijo artes marciales? -preguntó la directora a la pareja.

-¿Qué? -soltó Roben sin poder creerlo.

-Adem hoy demostró una violencia desmedida -informó la directora-, los niños aseguran que hizo volar a su compañero en el aire, lo hizo caer de espaldas al suelo y después saltó encima de él, para llenar su rostro de golpes.

-Eso no es posible, Adem apenas tiene siete años -replicó Leila y llevó una mano a su pecho-. Sí es cierto que Adem ha crecido con personas que pudieron enseñarle a defenderse, en el hospital pediátrico donde anteriormente asistía era amigo de una niña soñadora, pero nada más, él nunca ha sido violento.

-Adem le destrozó el tabique a su compañero, tuvieron que llevarlo de emergencia a la clínica -soltó la directora con gran seriedad-. Revisamos las cámaras de seguridad y la actitud de Adem no es acorde a la de un niño de su edad. -Una pantalla suspensora voló hasta estar en frente de los padres, en la misma se podía ver a Adem lanzarse encima del niño-. ¿Adem tiene problemas psicológicos?

Los ojos de Leila se llenaron de lágrimas y Roben llevó una mano a su boca al no soportar la impresión. Al finalizarse el video, la pantalla suspensora desapareció.

-No, él nunca ha mostrado ese tipo de conductas en casa -aseguró el hombre-. Sin embargo, no la ha estado pasando bien, desde que nos mudamos de casa y tuvo que dejar de asistir al hospital pediátrico donde nació... él rara vez nos habla, pero lo está viendo una terapeuta.

-Le juro que Adem no es así, él no es un niño violento... -esbozó Leila entre sollozos-. Él es un bebé...

-Un bebé que acaba de destrozarle el tabique a otro niño -soltó la directora-. El consejo no permitirá este tipo de conductas en la institución, representa un peligro para los demás estudiantes.

-¿Qué? -jadeó Leila, pasando de la tristeza al enojo-. Por favor, Adem no fue el que comenzó la pelea, fue aquel niño quien comenzó a molestarlo, todos los saben, Adem lo que hizo fue defenderse. ¿Qué pensarán los padres de familia si se enteran de que en esta institución están permitiendo que los estudiantes intimiden a sus compañeros? ¿Acaso esto no es un claro indicio de que el consejo y los directivos están permitiendo el abuso físico?

Los ojos de la directora se abrieron en gran manera, sus labios temblaban, advirtiendo que quería protestar, pero no podía.

-Es el primer día de escuela de Adem, no pueden expulsarlo comenzando el año escolar -advirtió Roben-, ninguna escuela lo recibirá en este momento, perjudicarán su ciclo estudiantil y si nos vamos a juicio la reputación del colegio ante la sociedad será perjudicada. Estoy seguro de que podemos llegar a un acuerdo, tomar medidas con Adem para que este tipo de situaciones no se repitan. Ustedes pueden colocarle una orientadora y nosotros le prometemos que haremos todo lo que está en nuestras manos para que Adem mejore su conducta.

Los pies de Adem se mecían descoordinadamente en la banca de madera a mitad del pasillo, lo habían dejado con una orientadora vigilándole, pero la mujer después de media hora le hizo prometer que no se movería de su puesto, él dijo que sí con un movimiento de cabeza y ella se fue sin informarle si volvería o hacia dónde iba.

Adem no tenía intención alguna de moverse de aquel sitio, lo único que quería era volver a casa. Se observaba los nudillos llenos de moretones y a su mente volvía el recuerdo de haber lanzado aquel niño al suelo, saltar encima de él y comenzar a darle puñetazos en el rostro. Tenía la vaga sensación de haber practicado aquellos movimientos muchísimas veces, pero no sabía dónde, aunque estaba seguro de que no fue en el hospital pediátrico, sino en una casa grande, cerca de un río. Pero una vez más, los recuerdos se fragmentaban y ya no sabía reconocer lo que era real y lo que no.

-¿Te duele? -escuchó una voz frente a él.

Alzó la mirada y encontró a una niña de su edad, tenía el cabello rojo, peinado en dos coletas, su rostro estaba lleno de pecas y llevaba un bolso rosado en su espalda. Adem por un momento temió que fuera familia del niño que había golpeado.

-No me duele lo suficiente para llorar -respondió con tono serio.

Ella sonrió ampliamente y Adem notó que le hacían falta dos dientes delanteros.

-Eres raro... -soltó ella-. ¿Por qué hablas así?

-¿Así cómo?

-Como un adulto. Eres raro...

-¿Por qué todos me llaman raro? -preguntó con tristeza. La niña borró su sonrisa de golpe.

-Porque lo eres -dijo ella y volvió a sonreír-. Te vi golpear a Agustín, lo hiciste volar en el aire, fue cool. -Intentó remedar el movimiento con sus manos, como si lanzara un costal de papas al suelo-. Y después golpeaste su rostro, pum, pum, pum y ¡push...! Tenía todo el rostro lleno de sangre... -Volteó a verlo, ahora con el rostro sofocado-. ¿Dónde lo aprendiste?

-Me lo enseñaron.

-¿Quién?

-No lo recuerdo bien, creo que fue ella. Ella todos los días entrenaba defensa de alto impacto.

-¿Qué es eso?

-¿El qué?

-Lo que dijiste, defensa de loco pacto.

Adem arrugó el entrecejo.

-¿A qué te refieres? -preguntó él.

-Eso que dijiste... Sobre ella. -La niña hizo un gesto desinteresado de dejar el tema con una mano-. Ay, no, olvídalo, eres demasiado raro... Dices cosas extrañas. -Esperó a que Adem dijera algo, pero en vista de que no lo haría, decidió seguir hablando-: Vivo cerca a tu casa, voy a comer seguido al restaurante de tu mamá, me llamo Issis, sé que tu nombre es Adem.

La pequeña de un salto se sentó al lado de Adem y de su bolso sacó una bolsita transparente llena de caramelos. Le extendió el paquete de dulces al niño, pero cuando él iba a tomar uno, se lo alejó.

-Te los voy a dar, pero con una condición.

-¿Cuál?

-Debes enseñarme a pelear como lo hiciste hoy. Necesito partirle el rostro a Mariana, la de segundo año, no deja de llamarme cara de tomate. ¿Aceptas mi trato?

-Está bien -dijo Adem y tomó un caramelo de la bolsa.

-Y déjame estar a tu lado, finjamos que somos novios.

-No puedo.

-¿Por qué? -soltó ella y alejó la bolsa del niño.

-Porque no me gustas, no seré tu novio.

-Dije que íbamos a fingir serlo, tampoco me gustas, aunque tu rostro sea tan lindo. No me gustan los niños que son tan lindos de cara, todas las niñas quieren ser sus novias y eso me enoja. Mariana gusta de ti, dice que te pedirá que sean novios y no voy a darle ese gusto, ¿entendido?

-¿Me vas a dar dulces todos los días?

-Puedo hacerlo, tu mamá me los regala cuando voy a comer a su restaurante, me dice que a cambio debo ser tu amiga. Así que es un trato justo.

Adem entreabrió su boca, quería protestar, pero le agradaba Issis, hablaba mucho, aunque era bueno, porque así él no debía obligarse a ser comunicativo. Además, con quien debía enojarse era con su madre, que nuevamente estaba manipulando a los niños para que intentaran ser sus amigos, sin imaginarse que eso lo único que le estaba trayendo a su vida eran burlas y más problemas para socializar.

-¿De qué niña hablabas hace un momento? -preguntó Issis, sacando un caramelo de la bolsa.

-No lo sé.

-¿Cómo no lo sabes si hablabas de ella?

-Sé que es una niña, pero no la recuerdo.

-¿Por qué?

Adem relamió en su boca el caramelo mientras veía fijamente el rostro pecoso de Issis.

-Haces demasiadas preguntas -soltó.

Issis le restó importancia a lo que dijo Adem y se dispuso a hablar sobre lo que decían los demás niños sobre la pelea hasta que los padres de Adem salieron de la oficina de la directora.

Cuatro meses antes de la prueba anual de Soñadores Oficiales, el decano Marcow decidió hacer una inesperada visita al lugar que se había prometido nunca llegar.

El monumento del primer Soñador Oficial Bryan Domán en el museo tenía treinta metros de altura, así que para poder observar el rostro pálido hecho en piedra caliza había que estar alejados al menos unos diez metros y alzar la mirada para poder contemplarla en toda su majestuosidad. El gran Bryan Domán empuñaba una espada con sus dos manos que tenía escrita en la hoja la frase "CONOCIMIENTO Y LIBERTAD" y la punta de la misma tocaba el suelo, dando el significado de que la muerte y la tierra tenían un canal directo.

Era la primera vez que el soñador Marcow entraba al Salón del Inicio para observar la estatua. La veía tan fijamente que sus lentes de pasta oscura comenzaban a temblar.

-Mi señor -susurró Joshua a su lado-, humildemente no creo que pueda ser posible.

-¿Crees que miento? -gruñó el anciano con todo su rostro arrugado, volteó a ver al jovencito rubio, éste se llenó de miedo e inclinó la mirada, tensando sus hombros.

-Oh, no, mi señor, un ser tan inferior como yo no puede cuestionar sus sabias palabras -soltó Joshua en un hilo de voz-. Perdone mi imprudencia, por favor.

Marcow le restó importancia y volvió a observar el gran monumento, esta vez sus ojos de párpados abultados y rugosos observaron la capa que caía de los hombros de Bryan Domán.

-Bryan Domán -susurró Marcow-, por fin ha crecido y piensa volver a sus orígenes... Sí... Querrá matarme una vez más. -Arrugó los labios con fuerza, hasta hacer un mohín.

Joshua observó por el rabillo del ojo a su mentor. Era la primera vez que cuestionaba la cordura del sabio anciano, ¿acaso la enfermedad de la ignorancia comenzaba a atraparlo? Desde que revisó el listado de los aspirantes al examen de admisión a la academia de soñadores no dejaba de maldecir aquel nombre en específico. Si bien era cierto que le inquietara el reencontrarse con él después de dar por olvidado aquel difícil momento, su odio creció tanto que empezó a decir que aquel niño era Bryan Domán e iba a matarlo, que sería su muerte.

-Míralo bien, Joshua -dijo Marcow, su aprendiz alzó la mirada hasta ver el rostro de Bryan Domán-. Mira bien la cara de quien inició todo. En mi vida pasada me quitó todo lo que tenía, su rostro fue todo lo que pude ver antes de morir y sus palabras fueron las últimas que también escuché.

-Mi señor, ¿está diciendo que el farmacéutico que asesinó Bryan Domán... es usted? -preguntó el joven, intentaba no arrugar el entrecejo, pero tantas discrepancias descomponían su postura.

-Y ahora Bryan ha nacido, me encargué de él cuando era un niño, pero... -Marcow soltó un gruñido, empuñando las manos-. Me equivoqué... Humm... no debí dejarlo con vida. Ahora volverá a perseguirme, sí... no descansará hasta asesinarme.

-Mi señor, Adem es apenas un niño -tranquilizó Joshua, presentía que su mentor volvería a alterarse-. Lo más seguro es que no sea admitido, el proceso de admisión del CCI admite únicamente al cinco por ciento de los aspirantes y este año será reducido al tres por ciento. El niño Adem no podrá pasarlo, mi señor, será su primer intento.

Marcow soltó una risa sarcástica y dolida, negó levemente con la cabeza. Observó oscuramente a su pupilo.

-Tu mayor debilidad, Joshua, es tu ingenuo pensar -gruñó-. ¿Acaso se te ha olvidado que, aunque para Adem sea imposible de recordar, recibió entrenamiento de las Amantis en sus primeros años de vida? Él no es un niño común, creció recibiendo la influencia de la Élite, sobre todo de ella. Esa maldita Jara... si no hubiera estado conectada a él... si no tuvieran esa estúpida conexión... yo... habría podido acabarlo apenas comprobé que era Bryan Domán...

Joshua observó a su alrededor, en el gran salón apenas se encontraban ellos, afortunadamente. Se arrepentía de haberle informado a Marcow de que Adem Murf Habid era aspirante al CCI, pues, si bien era cierto de que él en todos esos años no tuvo ningún tipo de contacto con Jara Adelina Darmy, si era admitido a la academia de soñadores el reencuentro sería inevitable; por esta misma razón se lo informó a su mentor, pero jamás creyó que caería en una ola de histeria y ansiedad, comenzando a decirle una y otra vez que Adem, ese niñito por el cual no pudieron seguir con el experimento años atrás, ahora era la encarnación del primer Soñador Oficial, nada más ni nada menos que Bryan Domán.

Le preocupaba que estuviera perdiendo la cordura, pero al mismo tiempo dejaba margen a la probabilidad de que esto fuera cierto, pues, si realmente su mentor no estaba enloqueciendo, esto suponía un gravísimo problema para todos sus planes. Si Adem Murf Habid era la encarnación del gran primer Soñador Oficial, eso informaba que Jara Adelina Darmy era Jensen Riau Darmy. Esto explicaba la gran incógnita del por qué aquellos dos niños en los experimentos mostraban una conexión de energía en sus almas, haciendo imposible asesinar a uno de ellos y que el otro no muriera.

Jara Adelina Darmy nació siendo un prodigio, si realmente era Jensen Riau Darmy, no sorprendía para nada su genialidad, todo lo contrario, eso informaba que su poder mental no haría más que crecer y crecer, respondiéndole la gran incógnita del por qué por más cosas que le hacía para que muriera, no sucedía. Y ahora que meditaba en estas probabilidades le daba tristeza estar asesinando lentamente a la que había creado todo lo que lo rodeaba. Jara iba a morir sumamente joven, como sucedió en su vida pasada.

            
            

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