Quimera
img img Quimera img Capítulo 4 Conexión
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Capítulo 6 Aspirantes a Soñadores Oficiales img
Capítulo 7 Juego psicológico img
Capítulo 8 Encuentro img
Capítulo 9 Estilo de vida Después del Gran Despertar img
Capítulo 10 Fortaleza mental img
Capítulo 11 Admisión img
Capítulo 12 Mente (parte 1) img
Capítulo 13 Mente (parte 2) img
Capítulo 14 Iniciación img
Capítulo 15 Inducción img
Capítulo 16 Evolución y conexión de almas img
Capítulo 17 Mente humana img
Capítulo 18 Filosofía img
Capítulo 19 Entrenamientos y otras torturas mentales img
Capítulo 20 Dimensiones oscuras img
Capítulo 21 Dimensiones oscuras (parte 2) img
Capítulo 22 Imágenes y variantes img
Capítulo 23 Caminos y variantes img
Capítulo 24 Ascensión, miedo y otras torturas img
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Capítulo 4 Conexión

-Debes dejarlo, es imposible -aconsejó Madeline-. Dijiste que no es un soñador, que parece ser un joven normal, de seguro que al despertarse ni se acordará de ti.

-En eso ella tiene razón -opinó Grecor-. Hace poco leí la noticia de una mujer que viajó a miles de kilómetros para conocer a su novio de sueños en persona y cuando llegó se encontró con la noticia de que él no sabía quién era ella, encima, el hombre tenía dos hijos y llevaba diez años de casado.

-Creo que soy lo suficientemente capaz como para reconocer cuándo una persona en mis sueños no se acuerda de mí -replicó Jara mientras se recostaba al espaldar de la silla. Vio cómo Grecor se acomodaba los lentes en el puente de su nariz con un dedo, reacio a creerle-. Hablo en serio -insistió-, toda mi vida he estado trabajando como soñadora, ¿no creen que tenga experiencia suficiente como para saber lo que estoy haciendo? -protestó.

Sus amigos se miraron por un momento las caras, después, Madeline se acomodó en su silla y chasqueó la lengua, arreglando su melena rubia a medio lado, era una manía que tenía cuando se preparaba para hablar y manifestar lo que pensaba.

Se encontraban en el comedor para soñadores tomando el desayuno, la mañana comenzaba tranquila para Jara, con la monotonía de siempre, donde sus amigos intentaban quitarle la idea de seguir viendo al joven de sus sueños, para así alejarse de él para siempre.

Detrás de Madeline, Jara podía ver desde el ventanal el jardín de la academia y los árboles que intentaban tocar el cielo. Era increíble cómo todo a su alrededor parecía pacífico, cuando ella por dentro se sentía confundida y a la vez decepcionada de su vida.

-Jara, te demoraste un mes para hacerle la prueba de reconocimiento -razonó Madeline-, eso quiere decir que estás nublada, te daba miedo lo que pudiera pasar si él era un reflejo creado por tus deseos. Además, no es un soñador, es una persona totalmente normal, ¿cómo podrían tener una relación?, ¿cómo harían para verse en persona? Esa relación, ¿cómo funcionaría?, ¿piensas quedarte anclada en ese plano y vivir de sueños húmedos? Como soñadora sabes que debe haber una balanza entre las dos realidades, no vivir por completo en una sola.

-Creo que lo mejor sería que te tomaras un descanso -aconsejó Grecor con voz un poco más tranquila a comparación de cómo hablaba Madeline-. Últimamente estuviste haciendo muchas misiones vívidas y en el día las clases... ¿Por qué no pides un descanso? Te deben dos, ¿no es así?

-A una semana de los exámenes de admisión, es imposible que los directivos acepten esas vacaciones. -Jara dejó salir un suspiro aburrido-. Este año seré quien evalúe el área de sueños profundos. -Comenzó a asomarse una sonrisita en el rostro de sus amigos, con ese brillo de anhelo-. Oh, no, saben que está prohibido que entre personal no autorizado a la sala de exámenes -protestó Jara.

-Ay, por favor, Jara, sabes que puedes hacernos pasar por relevo del decano, por favor... -suplicó Madeline-. Siempre he querido ver esos exámenes.

-Necesito ver todos esos sueños en tiempo real-insistió Grecor-. Por favor, sabes que eso es otro nivel de sueños.

En el plano de la Quimera se encontraban los deseos más anhelantes de las personas, era donde podía evaluarse el inconsciente de los aspirantes a Soñadores Oficiales. Agregado a ello, siempre se encontraba una peculiaridad entre los aspirantes, lo que hacía que hubiera entre los soñadores todo tipo de rumores e historias, sobre todo por los sueños húmedos, donde quedaban retratados las fantasías de quienes los tenían y por lo general terminaban sorprendiendo a los evaluadores cuando los examinaban.

Los directivos intentaban tener mucha discreción con este examen, pero era imposible aplacar las ganas de los soñadores y siempre se terminaban colando algunos.

Por más que Jara intentara mostrarse neutral y profesional, por dentro esperaba con emoción el momento de entrar a la habitación de examen y ver reflejado en las pantallas suspensoras todos esos sueños y ver qué sorpresa podía llevarse. Nunca había podido entrar, así que lograba imaginarse todo tipo de cosas, su imaginación ya se había ido muy lejos creando escenarios.

Después de desayunar se dirigió hasta la sala de Comando de Controladores para que se cambiara su controlador de sueños al no sentirse bien de salud. Joshua, el mentor nocturno que estaba de guardia esa mañana la recibió con su actuar tranquilo y paciente.

Jara se sentó en una sillita de cristal suspensora y observaba al hombre alto, rubio y acuerpado que llevaba puesta una bata blanca de mangas largas manipular el microchip que flotaba en el aire con una luz azul clara que lo rodeaba. Él usaba guantes de látex y unas gafas transparentes, con sus ojos azules intensos posados con entera concentración en la manipulación del controlador.

-¿Le han continuado los vómitos de sangre, señorita Jara? -preguntó Joshua sin dejar de estar en lo suyo, ahora tecleando en un teclado flotante de cristal.

-Llevo dos semanas sin presentar síntomas -informó-, pero me he vuelto a sentir descompensada. Pronto serán los exámenes de admisión y necesito estar bien.

-Le recomiendo que vaya con el doctor -comentó Joshua, ahora con el pequeño microchip en su mano derecha, observó fijamente a Jara y le mostró una sonrisa educada-. Debe ir con un doctor, aunque siga mis recomendaciones, yo no soy un médico.

-Joshua, a usted le hace falta el título de médico nada más -soltó Jara-, me comprende mejor que mi propio doctor.

El mentor nocturno se acercó hasta estar detrás de Jara, ella recogió su cabello con las manos y así Joshua pudo desinstalar el controlador de sueños viejo y colocar el nuevo.

Jara hizo un gesto de dolor al sentir un ligero pinchazo cuando el hombre sacó el controlador de su nuca e implantó el nuevo. Llevaba tres años reemplazando continuamente los controladores, todos ellos duraban poco y le producían fuertes malestares en su cuerpo, llevándola al colapso total.

Se veía con Joshua hasta dos veces por semana y el joven sabía más de su estado de salud que sus amigos más cercanos.

-¿Por qué los controladores están durando tan poco últimamente? -preguntó Jara.

-No es que duren poco, señorita Jara, usted los está sobrecargando mucho -explicó él mientras se dirigía a una mesa suspensora de madera llena de herramientas interdimensionales.

-Llevo el mismo ritmo de vida que cualquier decano -comentó Jara-, los controladores no deberían dejar de funcionar tan rápido. ¿No tendrán algún daño?

Joshua no respondió a la pregunta inmediatamente, permanecía inmutable, con su capa de tranquilidad característica. Volvió a desplegar una sonrisa educada.

-Señorita Jara, es el CCI, la segunda mejor academia del mundo, ¿cree que permitiría que sus mejores decanos usen controladores que contienen fallas? -cuestionó.

-Entonces el problema sigo siendo yo -soltó Jara con amargura.

-Le recomiendo que descanse y vaya con su médico de cabecera -opinó él.

Jara no objetó, entendía que un mentor nocturno nunca aceptaría que uno de sus controladores tenía fallas; sería como pedirle a un cirujano que admitiera que no sabe operar. Sin embargo, en los últimos meses ella empezó a sospechar que el problema podría radicar en los controladores, pues a veces en dos o tres días ya sufría malestares.

Después que Joshua terminó de programar el nuevo controlador, Jara salió de la sala de Comando de Controladores, palpó con una mano el dispositivo, sintiendo su piel maltratada e hinchada por la implantación.

Algo no estaba bien, podía presentirlo.

Al avanzar por el pasillo y cruzar en una esquina en dirección a la derecha, se encontró a un metro de distancia al decano Marcow, el viejo pálido con enormes lentes y postura casi jorobada la saludó con una leve inclinación de cabeza.

-Señorita Jara -dijo con su voz temblorosa y ronca.

Pero ella lo ignoró por completo, colocando su rostro más serio de lo normal y avanzó con mucha más rapidez que antes. El anciano volteó a observarla y desplegó una sonrisa ladina.

-Arrogante como siempre -dijo para sí.

Jara sabía que el hombre de edad la observaba y esto hizo que sus adentros se revolvieran por la repulsión.

Segundo periodo del año.

Seis meses antes de la prueba anual de Soñadores Oficiales:

Adem se encontraba frente al papel blanco. Rodó lentamente la mirada al reloj de péndulo que se encontraba en la pared blanca. Faltaban pocos minutos para que se acabara el reporte de solicitud.

Sabía que no podía evitarlo más, había llegado el momento de decidirse. Lo estuvo esquivando por años y, aunque sus padres y maestros intentaron no agobiarlo con la pregunta de qué carrera tomaría al momento de graduarse, tenía conocimiento de que estaban esperando a que se decidiera.

La sola idea de saber que debía escoger un rumbo para su vida, aplicar a una universidad o academia, le generaba pánico. Su psicóloga le había dicho que era normal que se sintiera ansioso, porque se trataba de una decisión importante.

En el colegio desde hace dos años atrás lo estuvieron preparando en muchas áreas para que lograra encontrarse consigo mismo. Y de cierta forma sintió una gran ayuda: el que no lo presionaran con obligaciones en alguna asignatura lo motivó y así no se sintió tan ansioso; el poder escoger las clases en último año lo preparó para enfocarse; además, el recibir terapia psicológica esos tres años lo ayudó a comprenderse mejor y fortalecer sus falencias.

El problema ahora radicaba en dar el paso, porque todos habían estado sospechando. Y era normal, aunque intentó ser precavido metiendo asignaturas de relleno como "Teoría del color" y "Lenguas modernas", no se resistió en agregar ese último año "Inducción a sueños vívidos", "Escritura creativa VI" (todos los años desde que lo dejaron matricular asignaturas incluía esa rama de la Quimera) y ni qué decir de "Filosofía y el compendio del Yo". El problema era que si sus padres se daban cuenta que intentaba prepararse para ser Soñador Oficial, empezarían a generar expectativas de que él lograse ser admitido y lo menos que quería era defraudarlos o sentir la presión por parte de ellos.

Dos semanas antes lo llamó su mentor y le mostró sus notas cualitativas, donde se mostraba su gran fortaleza como filósofo y escritor. Aunque no le preguntó qué iba a escoger cuando se graduara porque estaba prohibido preguntarlo a los alumnos de último año, su mentor parecía estar curioso por saber por qué se había ido tanto por la rama espiritual. Ya las personas a su alrededor lo sospechaban e indirectamente le creaban una presión social que le generaba malestar y ganas de aislarse de todos, para así no pensar en nada y mucho menos en el examen de admisión.

Aquellos últimos meses Adem estuvo demasiado introspectivo, de hecho, llegó a quedarse a dormir en los dormitorios de retiro del colegio, saliendo de su habitación solamente cuando su mentor lo llamaba para que comiera y así tener un poco de interacción social.

-¿Por qué estás tan pensativo? -preguntaba su amiga Issis-. Es difícil mantenerte en esta realidad.

-Intento encontrarle sentido a mi vida -respondió Adem mientras observaba fijamente la comida frente a él-. Me pregunto... ¿por qué solamente debo escoger una vocación?

-Creo que lo que pasa es que has estado demasiado del otro lado y por eso no te sientes conforme con este plano -le dijo ella con entera calma mientras saboreaba el puré de papa en su boca-. El año pasado me sucedió eso mismo con el puto arcoíris que había en el acantilado, me gustaba apreciar esa ciudad. Putos mentores, no puedo creer que me desaparecieron esa dimensión, yo necesitaba ese arcoíris; ojalá se mueran todos los mentores.

-Es que estabas durmiendo demasiado -replicó Leo-. Tú eres la única que se obsesiona con un arcoíris.

-¡Tú no lo viste, por eso no comprendes! Pero era genial -protestó Issis-. Nunca he vuelto a ver otro arcoíris como ese. Además, no solamente era eso, sino la sensación que me daba. Y esa ciudad... Cada vez que bajaba para caminar por allí encontraba algo nuevo que me fascinaba.

-Bueno, pero por lo menos el instituto te costeó después el viaje por los países que escogiste -comentó Leo-. Date por bien servida. A mí sólo me pagaron las vacaciones al Amazonas para la investigación de los prototipos renovables, y eso, porque pude ganar la presentación.

-Que no, eso no paga en lo absoluto que me prohibieran entrar a mi dimensión -insistió ella.

-Alcanzaste el límite de estadía allí, tenías una obsesión, acéptalo -soltó Leo con una risita burlona.

-¿Y tú qué vas a hablar? Entrando a esos sueños húmedos a cada momento -bufó la chica.

-¡Cállate, idiota, que te van a escuchar! -gruñó el joven, después meditó mientras la observaba fijamente-. ¿Y tú cómo sabes eso? ¿Acaso estás visitando mis dimensiones? Como te atrape te voy a reportar con los cazadores de sueños, eh...

Adem se cansó de escuchar a sus amigos y se levantó del puesto. Sus compañeros hicieron silencio y lo observaron con curiosidad.

-¿A dónde vas? -preguntó Issis con tono de preocupación.

-Ni siquiera tocaste tu comida, Adem -adujo Leo, intentaba sonar tranquilo, pero lo delataban sus gestos forzados-. Los mentores te harán seguimiento si sigues así.

Pero Adem no prestó atención y terminó marchándose a su habitación. Sabía que sus amigos no podían comprenderlo, porque ellos ya tenían decidido hacer sus respectivos exámenes de admisión, Leo iría a la universidad como la mayoría de sus compañeros e Issis tomaría el examen para ser Soñadora Oficial, desde niña ya lo tenía claro. A veces envidiaba la seguridad que tenía su amiga, no le importaba la presión social, de hecho, disfrutaba que todos la tuvieran en la mira y escogía abiertamente las asignaturas en el colegio relacionadas a los sueños vívidos para así ir preparándose para cuando hiciera el examen de admisión.

Esta vez Adem se encerró en la habitación de retiro para durar toda una semana sin querer probar comida. Le gustaba la sensación de adormecimiento que le generaba el no alimentarse, porque así su cerebro reutilizaba toda la energía acumulada de sus músculos.

Viajó a dimensiones que antes no había visto, eran casi recuerdos sumamente antiguos de él siendo un niño muy pequeño, daba pasitos por un pasillo, persiguiendo a una niña mucho más grande que lo llamaba y después lo abrazaba.

Adem repetía estos sueños una y otra vez, le encantaba tenerlos, era... como encontrar algo que había estado buscando toda su vida y no lo supo hasta que lo tuvo consigo. Lo hacía llorar a cántaros, produciendo que se despertara y el dolor en el pecho lo torturaba.

Deseaba estar con ella, necesitaba volver a encontrarla. Pero... ¿quién era? La asociaba con la foto de la soñadora que habían presentado en la clase de la profesora Rebeca, cuando Isis le explicaba sobre aquella soñadora. Podía sentir las piezas ir encajando de a poco en su mente, desbloqueando algo muy en el fondo de su ser.

Cuando los mentores lo obligaron a salir de la habitación, lo llevaron a un cuarto de observación donde le quitaron el controlador de su cuello que usaba para viajar en sus sueños. Por más que protestó, no se los regresaron; le parecía injusto, porque él pertenecía al grupo de excelencia y había cursado varios talleres para aprender a usarlos correctamente.

-Adem tiene una gran habilidad para controlar sus sueños y al parecer logra tener sueños vívidos a diario. -Logró escuchar que les decían a sus padres. Habían dejado la puerta de la habitación de hospital entreabierta-. Sin embargo, como es natural a su edad, ha desarrollado una obsesión por estar en sus sueños. Tengo entendido que este año eligió la mayoría de sus asignaturas enfocadas al desarrollo de sus habilidades mentales y espirituales de la Quimera.

-Sí... Pero creímos que era algo positivo para su desarrollo -dijo la señora Leila con preocupación-, Adem siempre ha sido un joven muy inclinado al arte, así que lo vimos muy normal que se fuera por esa rama.

-¿Nunca pensaron en inscribirlo en una academia de soñadores? -preguntó el doctor.

-Bueno... es que no queríamos ser de esos padres que obligan a sus hijos, ¿sabe? -explicó el señor Roben-. Adem de pequeño era un niño muy curioso y no sólo se enfocaba en el arte, era imaginativo, pero no se concentraba en una sola cosa. Pensamos que, si terminaría siendo un soñador nato, de grande mostraría su don.

-¿Cree que hicimos mal? -preguntó Leila entre un sollozo.

-No, no hicieron mal. Es que Adem en este momento parece que no sabe cómo controlar el nivel mental que está teniendo. Sin duda, en este momento, donde Adem desea tanto aprender a controlarse, le habría venido muy bien la ayuda de soñadores especializados. El colegio, por más que ayude y asesore a su hijo, tiene ciertas limitaciones, como el explicarle a Adem que es un soñador puro; ya saben, los estudiantes son quienes deben elegir qué especialidad para sus vidas y no verse forzados por factores externos.

-Pero ¿y qué pasaría si Adem no es capaz de decidirse y decide enfocarse a otra cosa? -preguntó la mujer.

-Normalmente eso no ocurre, señora, así que puede estar tranquila. -Calmó el doctor-. Únicamente les estoy comentando que habría sido de mucha ayuda que soñadores natos estuvieran en este momento asesorando a su hijo. De esa forma Adem no estaría en la situación en la que se encuentra actualmente. Él se siente perdido, está pasando por una crisis existencial bastante aguda.

Adem entendió que el doctor había dejado la puerta entreabierta a propósito, ya que era su única forma de darle a entender qué era lo que le estaba sucediendo y las raíces de sus males.

No es como si él anteriormente no se hubiera dado cuenta, por dentro siempre supo la razón para que se sintiera con tanta inconformidad consigo mismo y la realidad terrenal. Pero el escuchar las palabras del doctor se lo hicieron demasiado real y le produjo un gran miedo.

Era un soñador.

Volvió a encontrarse en su habitación, pero ahora sin el controlador en su nuca que le ayudara a viajar entre las dimensiones y con sus padres teniendo claro que era un soñador nato que pronto debería hacer el examen de admisión al cual él tanto le tenía miedo.

Mientras se sentaba en el centro de la cama con las piernas cruzadas, veía a su padre observarlo con ojos de preocupación desde el marco de la puerta. Podía sentir la decepción pasearse por toda la habitación, casi como si le tocase el hombro y le dijera que se acababa de convertir en un fracasado.

-Adem -llamó el señor Roben.

El joven volteó a verlo y encontró los ojos de su padre tristes.

-¿Cómo te sientes? -preguntó el hombre mientras se acercaba a la cama y se sentaba en un bordillo de la piecera.

Adem frunció el entrecejo, pensativo.

-Papá, ¿en el Hospital Pediátrico Central había una niña grande con la que yo jugaba? -preguntó.

-Había muchas niñas grandes con las que jugabas, Adem -respondió Roben.

Pero Adem pudo ver a través de los ojos de su padre y supo que él sabía a quién se refería.

-Hablo de ella, papá, la niña morena de cabello liso que le llegaba hasta las caderas -insistió el joven-. Yo siempre corría a ella cuando la veía y ella me cargaba. Debía tener unos diez años o nueve.

Roben tensó la espalda y limpió su garganta antes de hablar.

-Habían dicho que no lo recordarías, te bloquearon esos recuerdos -dijo el hombre con voz preocupada-. Por favor, no le hables de esto a tu madre, vivirá preocupada.

-¿Por qué? -preguntó Adem.

-No fue una buena época para nosotros, por un momento llegaron a separarnos de ti, tuvimos que cambiarte de hospital pediátrico para que todo volviera a la normalidad después que te bloquearon los recuerdos.

-No estoy entendiendo... -soltó Adem confundido y con los ojos llenos de lágrimas.

Hubo un momento de silencio en la habitación, después el señor decidió hablar:

-Cuando naciste en el Hospital Pediátrico Central había una niña no común que asistía también allí. -Soltó un suspiro y bajó la mirada a sus manos-. Aunque tenía tan corta edad, era Soñadora Oficial. Le gustaba pasearse por la sala de recién nacidos y examinarlos, las enfermeras la dejaban, cargaba a los bebés y por esa misma razón no nos pareció extraño cuando la encontramos contigo, cargándote en un sillón, te veías tan cómodo en su regazo que nos pareció tierno. Por años siempre estuviste a su lado, llegaron hasta dormir juntos en el hospital, siempre la buscabas y a nosotros nos parecía bueno que tuvieras esa influencia cerca, ella es Soñadora Oficial y de un rango muy alto, creímos que eso haría que tomaras ese camino.

Los ojos de Adem brillaban de emoción al escuchar el relato de su padre y que concordaba con los recuerdos que tanto le gustaba ver cuando dormía.

-Pero esa niña era soñadora, debía irse del hospital pediátrico por meses -prosiguió el señor Roben-. Te quedabas llorando y no dejabas de preguntar por ella, estabas creando un apego no sano hacia esa soñadora. Nos preocupaba, porque, cuando naciste, nos advirtieron que te habíamos forzado a siempre reír y aprendiste a retener tus emociones, por eso creímos que volverías a hacer lo mismo. Intentamos que hicieras nuevos amigos, pero no querías estar con nadie más. Un día llegamos al hospital pediátrico y nos dijeron que te habían llevado para hacerte unos exámenes porque no te encontrabas bien. No nos dejaron verte por días, hasta este momento no sabemos qué te sucedió, pero sabemos que no estabas bien. Y cuando te vimos, ya no preguntabas por ella, te borraron sus recuerdos.

Las lágrimas se derramaron por las mejillas de Adem.

-¿Y qué saben de ella? -preguntó el joven casi a susurro.

-Ella parece estar muy bien, le va bien, eso es seguro, se ha convertido en una gran mujer -contestó el señor y tomó a su hijo de las manos-. Adem, lo que sea que haya pasado, nos dice que son de mundos diferentes y lo mejor es que estén separados. Es mejor que no sigas recuperando esos recuerdos, ahora tienes una buena vida.

-¿Crees que no tengo derecho a saber mis recuerdos olvidados? -inquirió Adem-. Toda mi vida he sentido que me falta algo, que debo recordar algo sumamente importante para mí. ¿Por qué no tengo derecho al menos a saberlo?

El señor Roben apretó los labios, debía reconocer que su hijo tenía razón. Además, ahora que Adem recordaba partes de su niñez que estaban ocultas no descansaría hasta saber toda la verdad.

-Es cierto, Adem, pero ¿qué harás cuando sepas quién es ella? ¿Intentarás contactarla y volver a su vida?

-No lo sé... -soltó el joven con frustración-. Sé que soy una persona común que... seguramente ella tampoco me recuerda y si lo hace, no soy importante como para querer buscarme.

-No te trates tan mal, eres una persona muy capaz de ser mucho más grande que ella si te lo propones -replicó el hombre.

-¿Por qué recalcas tanto que ella es sumamente importante? -preguntó Adem-. ¿Cómo se llama?

-Es que lo es, hijo -reconoció Roben con tristeza-. Es la soñadora Jara Adelina Darmy, trabaja en el CCI.

La tristeza invadió el pecho de Adem mientras llegaba el recuerdo de la foto que mostraron de la soñadora Jara en su clase de historia de Soñadores Oficiales con la docente Rebeca. Recordó la explicación de su amiga Issis sobre la vida de dicha soñadora y lo poderosa que era.

Se quedaron asimilando que la probabilidad de que Adem pudiera volver a hablar con dicha mujer era casi imposible.

-No te preocupes por eso, papá, lo más seguro es que nunca podamos volver a vernos -comentó Adem, rompiendo el silencio-. Pero son bonitos recuerdos los que ahora tengo presente, con eso estoy satisfecho.

Aquellas palabras entristecieron en gran manera al señor Roben, entendiendo que su hijo había crecido con tanta inseguridad en sí mismo, seguramente producto del trauma de abandono que vivió en sus primeros años de vida. Le parecía irónico que la sociedad había creado los hospitales pediátricos en los cuales los niños debían asistir hasta los quince años para enseñarles a ser seguros de sí mismos y fue justamente en uno de estos lugares donde su hijo vivió una experiencia que lo traumó y lo hizo crecer con tantas inseguridades sobre sus propias capacidades.

Días antes de Adem presentar el informe de qué carrera tomaría para su vida después de graduarse, visitó el Hospital Pediátrico Central en el cual nació, sabía que allí podrían darle información de esos años en que estuvo al lado de Jara. Aún se le hacía poco creíble que fue amigo de la infancia de una persona tan importante, era casi como para presumir.

Recordaba a Nana, la enfermera pediátrica que lo asistía en esos años. Ella no había cambiado nada en ese tiempo, seguía siendo igual de gruesa, llevando su cabello rizado siempre recogido en un moño y su gran sonrisa resaltaba divinamente en su rostro moreno. La mujer se mostraba sorprendida cuando él le habló sobre Jara y le contaba a detalle los recuerdos que tenía.

Nana tuvo que llevarlo a su oficina para hablar en privado y le pidió que no le contara a nadie sobre su antigua relación con Jara.

-Ella es alguien importante, no es una persona como nosotros -explicó la mujer-, además, Adem, a ella también le bloquearon tus recuerdos, por el bien de los dos, era lo mejor.

-Pero ¿por qué hicieron eso? -inquirió el muchacho.

-Jara es soñadora, Adem -explicó Nana-, debe hacer misiones arriesgadas en dimensiones peligrosas para una persona común como tú, y tú comenzaste a perseguirla por esas dimensiones. Ponías en riesgo tu vida y la de ella, porque Jara debía proteger tu alma. Nunca supimos cómo un niño tan pequeño podía desdoblarse y viajar a esas dimensiones, pero tú lo hacías, de un momento a otro dejabas tu cuerpo terrenal para perseguirla en dimensiones tan apartadas al planeta Tierra. Jara tampoco quería alejarse de ti, decía que podía cuidarte y enseñarte a controlar tu alma para que no te desplazaras a dimensiones tan remotas, pero en una de sus misiones casi pierde la vida rescatándote. Fue doloroso tomar la decisión de separarlos, pero fue lo mejor para los dos, estabas demasiado pequeño para comprender la magnitud de la situación y ella muy aferrada a ti como para aceptarlo voluntariamente.

La mujer buscó en los cajones del escritorio de la oficina un álbum de fotos, pasó las páginas hasta llegar a una específica, sonrió con emoción y se la mostró a Adem.

-Mírense, estaban tan pequeños... desde bebé eras tan guapo... -soltó Nana con melancolía.

Jara en la foto aparecía cargando a Adem de bebé, los dos sonreían y tenían de fondo la sala de juegos del hospital pediátrico.

Los ojos de Adem se llenaron de lágrimas. Nana sacó la foto del plástico trasparente que la protegía.

-Creo que esta foto estará mejor contigo. -Se la entregó-. Cuídala bien, materializará todos los recuerdos que estás recuperando. -Adem tomó la foto y la contempló con melancolía-. Aunque Jara no recuerda que una vez te quiso tanto, casi como el hermano pequeño que nunca tuvo, puedo decirte que te quiso y protegió muchísimo. Es una pena que se hayan conocido en condiciones que los desfavorecían.

Adem la observó con los ojos rebosantes de lágrimas.

-No le tengas rencor por no recordarte, ustedes fueron víctimas de las circunstancias -dijo Nana.

A la mujer le dio tanta pena ver aquel jovencito desesperado y confundido, que se levantó de la silla de escritorio y se acercó a él para abrazarlo con aquel aire maternal que la caracterizaba.

-Todo va a estar bien, pequeño -le dijo mientras lo abrazaba-. Todo va a estar bien.

-¿Qué pusiste al final? -preguntó Issis al salir del salón de clases.

Su amiga dada pequeños saltos como si fuera una niña pequeña, aunque a ella le quedaba: todo en el cuerpo de Issis era tierno, así que el comportarse como una pequeña era demasiado natural en la joven.

-Yo me fui por Ingeniería Interdimensional -dijo Leo y pasó una mano por su cabello afro, mostrando un rostro de orgullo. Esa ingeniería era una de las carreras más difíciles que existían y no cualquiera lograba pasar de primer semestre.

-Ah, ya deja de alardear -refunfuñó Issis.

-¿Y al final te fuiste por hacer el examen de soñadora? -preguntó Adem a su amiga.

-Obvio -respondió ella y echó un mechón de cabello rojizo detrás de su oreja con cierta timidez-. No sé si logre ser admitida, pero pondré todo mi esfuerzo en ello... Ay, si lograra pasar a la División de Cazadores de Sueños -suspiró.

-Lo que quieres cazar es ese puto arcoíris -se burló Leo.

-¡Que pares con eso! -gruñó la joven y le dio un bolsazo a su amigo en la cabeza.

Estaban sentados en el balcón de la casa de uno de sus compañeros de instituto, la noche se sentía fría, pero con un gran cielo estrellado. Desde que se descubrió la puerta que conectaba la Quimera con el plano terrenal, los humanos construían sus casas con terrazas grandes y luces que no entorpecieran el apreciar la noche con sus muchas estrellas, las cuales les recordaban los otros mundos a los que podían viajar cuando cerraban los ojos.

-Adem, Adem -llamaba Issis a su amigo.

El joven dormitaba, cansado de estar en una fiesta que no le provocaba ninguna emoción. Todos celebraban que habían pasado su solicitud para las carreras que habían escogido. Ya podían relajarse y esperar el día de la graduación.

-Dejaste el papel en blanco, ¿verdad? -Más que pregunta, Issis hizo una afirmación.

Adem abrió los ojos y observó fijamente a su amiga. De fondo se escuchaba la música y podían sentir la vibración del piso de madera debajo de sus pies.

El dejar un papel en blanco era símbolo que había escogido ser soñador, ya que el proceso de admisión para ser soñador era totalmente diferente a lo habitual y de ello se encargaban las escuelas para Soñadores Oficiales y su proceso de admisión se daba en fechas diferentes a las de carreras comunes que se estudiaban en universidades.

-Sí -respondió Adem-. Es evidente, ¿no? -Desplegó una sonrisita.

-Sí, has traído un rostro de muerto estos meses... -Chistó la jovencita y después soltó una carcajada-. ¿Estudiamos juntos para los exámenes?

Los ojos de Adem se iluminaron.

-Oh, sí, sería muy bueno.

            
            

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