RELATA DAYANA.
Me levanto a detener aquella mujer que se dirige a la oficina de mi jefe.
-¡Buenos días! ¿En qué puedo ayudarle?
-En nada, iré a ver a mi novio -dice de camino a la puerta.
-Disculpe, primero tengo que avisarle a mi jefe -me pongo al frente, evitando que dé un paso más.
Ella me miró con un destello de odio en sus ojos.
-Tu jefe es mi novio, y por tal razón yo soy tu jefa.
Sintiendo algo extraño en mi pecho, digo.
-Puede ser la novia del mismo presidente de la república, pero no puedo dejarla pasar sin la autorización de mi jefe.
-¡Quién te crees que eres, gata igualada!
-Nadie. No me creo nadie, solo cumplo con mi trabajo.
Suelto un suspiro cuando escucho su voz.
-Está bien, déjele pasar.
Le miro y asiento. Me abro para darle paso a esa rubia oxigenada y voy a mi escritorio a concentrarme en mis labores, pero no puedo. Es sumamente incomodo ver a mi jefe con una mujer. No sé qué me pasa, pero algo dentro de mí duele, porque él está con esa mujer. Sé que solo es mi jefe, no tendría por qué sentir celos, pero lo tenía. Definitivamente necesitaba un novio con urgencia, para dejar de pensar en mi jefe hacerme ideas tontas con él.
No quiero alzar la mirada porque supongo está follando en la oficina, sin embargo, mis ojos no pueden mantenerse firmes en el papel de mi escritorio, si no que tienen que levantarse y posarse justamente en la pareja detrás de ese enorme ventanal.
Siento luces de pirotecnias explotar en mi vientre cuando mi mirada se encuentra con la suya. De la misma forma una mano grande apretar mi corazón al verlo besarse con esa mujer.
...
Al día siguiente la ciudad está sobre agua. Del cielo cae un torrencial aguacero que provoca un frío intenso en mi cuerpo. No hay ni rastro de sol, ni pareciera que sus rayos nos calentarán hoy. Las nubes han opacado el cielo, sin permitir que los rayos del sol lleguen a tierra.
Salgo del edificio de mi departamento para tomar un taxi, ya que lo más probable es que si voy en autobús, llegaré tarde y si llego tarde, me ganaría una regañada de mi hermoso y serio jefe.
-Señorita, Dayana suba.
Escucho mi nombre y giro el rostro en esa dirección. Es Damm: la mano derecha de Antón, el hombre es muy mayor, parece pasar los setenta años. Nunca había visto que alguien tan mayor fuera la mano derecha, guardaespaldas y más, de una persona tan importante. Supongo que lo ha acompañado desde que era un niño, por ello le tiene cariño.
Pienso dos veces antes de aceptar esa invitación. Pero al ver el clima y el frio que hace, procedo a aceptar. Cuando la puerta de la limosina se abre, me encuentro con mi jefe. Al hacer contacto con sus ojos, siento un flechazo en el corazón.
Le saludo nerviosa, y él me devuelve el saludo como cada día. A mi no me ha negado el saludo desde que trabajo para él. Siempre se ha portado indiferente, pero responde a cualquier pregunta o saludo que le haga.
Apenas la puerta se cierra, se apaga la luz y nos quedamos en oscuras. Él cierra los ojos y deja reposar su cabeza en la cabecera del asiento. A pesar de lo oscuro que está, puedo ver su rostro. Me quedo detallando sus hermosas facciones y enamorándome cada vez más de ellas.
Me quedo mirándole fijamente, tanto que no estoy sujetada de los asientos y cuando la limosina frena, me voy hacia adelante. Él abre los ojos, pregunta si me encuentro bien, y me ayuda a incorporar.
Su toque me estremece, levanto la mirada y la conecto con la suya. Joder, huele tan rico, es más atractivo de cerca que de lo que veo a metros.
Ambos nos perdemos en la mirada, él me sonríe de medio lado, sin darme cuenta he acercado mi rostro demasiado al suyo.
Cierro los ojos al momento que mis labios hacen contacto con sus labios. Siento como sus dedos se entierran por debajo de mis cabellos y de un roce de labios, pasa a un beso ferviente, de esos que hasta la lengua invade la boca. Le doy paso a esta, intensificando el beso, el cual me deja sin aliento.
Nos alejamos cuando escuchamos a Damm hablar por teléfono, y luego decir.
-Llegamos Antón.
Lentamente, con los ojos cerrados me aparto de él. Al abrirlos conecto mi mirada con la suya.
-Perdón -pido y me bajo de prisa.
Quiero desaparecer y que la tierra me trague por lo que acababa de hacer. Carajo, lo acababa de besar, a mi jefe. No a cualquier persona, era mi jefe. Como fui a besarlo, ¡oh Dios! Lo que se avecina es grabe, seguro exigirá mi renuncia, porque tiene novia, y es un hombre que no le gustan las ofrecidas, es lo que han dicho mis compañeros.
Voy perdida en esos pensamientos, que incluso me alcanza, pasa por mi lado junto a Damm, entra al ascensor y se queda de espaldas, como no queriendo verme. Llena de vergüenza me voy por las escaleras.
Seguramente cree que soy una ofrecida, que anda loca por él. Y lo estoy, solo que no quería que él lo supiera, pero después de ese beso, estoy segura que creé eso y mucho más.