Capítulo 5 Mala reputación

Miranda se mordió el labio con nerviosismo. "Sí, las tomé".

Luego, empezó a alejarse cojeando.

Las piernas le dolían tanto que empezó a sudar.

Leland la observó irse con una expresión sombría.

La gente, por su parte, se estaba preguntando por qué él había llevado a Miranda a montar a caballo.

¿Acaso sentía algo por ella?

Pero ahora, mientras la mujer caminaba a trompicones, con el cabello desordenado, estaba claro que había pasado un momento difícil con Leland. Los demás no pudieron evitar burlarse.

Como hija adoptiva, tendría que haberse sentido honrada de estar involucrada con un Murphy, pero se atrevió a seducir a Leland.

"Déjame llevarte a casa", dijo Edwin con una voz gélida.

"No, tengo mi auto", respondió Miranda.

"¿Puedes siquiera conducir en esas condiciones?", resopló él.

Miranda sintió un punzante dolor en las piernas. Al cambiar de postura, notó que los lados internos estaban rojos e hinchados. Al final siguió a Edwin hasta su auto.

Mientras se iban del lugar, este preguntó fríamente: "¿De qué hablaste con Leland?".

"De nada".

"Tú sabes quién es él. Si intentas provocar problemas entre Maggie y yo, él no te hará caso".

"Si la amas, deberías terminar nuestro compromiso y estar con ella en público, en lugar de escabullirte como si fuera una aventura".

"¡Miranda Martin!". Edwin frenó con brusquedad. Y la joven estuvo a punto de chocar con el tablero. "No me provoques. No te irás hasta que la familia Martin quede en la ruina".

"¡Qué vergüenza!".

"Cuando mi familia tuvo problemas, tu familia aplastó mi autoestima y me empujó a este compromiso. ¿No es eso una vergüenza?".

Miranda no sabía mucho de negocios. Había creído que el compromiso de Edwin con ella fue por voluntad propia, pero ese no era el caso.

"Miranda, aléjate de los Adams. Son demasiado poderosos para que puedas manejarlos".

"Te lo advierto, Edwin. No te atrevas a lastimar a nadie de mi familia. De lo contrario, ya nos viste a Leland y a mí. ¡Si me presionas, me casaré con él y me convertiré en tu tía política! Esperemos a ver", declaró, claramente enfadada.

En medio de su furia, Edwin ordenó: "Vete de mi auto".

Miranda soltó una risa desdeñosa, abrió la puerta y salió del vehículo.

Él se negaba a romper el compromiso no por amor, sino para degradarla a ella y a su familia.

Por eso la había tolerado durante cinco años.

¡Era tan cruel!

La había odiado mientras ella soñaba con una vida a su lado. Era una ironía bastante ridícula.

Al ver su auto desaparecer en la distancia, Miranda no pudo evitar echarse a llorar.

Luego, tomó un taxi para regresar a casa. Cuando llegó, apenas había pasado la hora del almuerzo.

Su tío y su tía no se encontraban ahí, y la criada ya estaba retirando los platos de la mesa. Al verla llegar, rápidamente los recogió y los llevó a la cocina.

Miranda no tenía poder en esa casa, al punto de que incluso la criada la miraba con desdén.

Cuando llegó a su habitación, reflexionó profundamente.

Pedirle ayuda de Leland parecía su mejor opción para escapar de las garras de la familia Martin y de Edwin.

Sin embargo, ¿cómo podría acercarse a un hombre tan noble e imponente?

Rápidamente desbloqueó su celular y empezó a investigar a Leland Adams.

Había poca información sobre él, y la única fotografía disponible era una de espaldas.

Había sido captado en un día lluvioso, con un traje negro y un paraguas negro, seguido de dos personas. Incluso desde atrás, su autoridad era inconfundible.

Era el segundo hijo de su familia, con solo un hermano mayor.

La familia Adams tenía mucho poder en Yueland y había inspirado respeto durante generaciones. Leland había sido militar y solo se unió al Grupo Golden después de su servicio. Siendo conocido por sus audaces estrategias, no tardó en hacerse un lugar en el mundo empresarial.

En internet, varias fuentes mencionaron que tenía un hijo, pero se desconocían detalles como el nombre y la edad del niño.

Miranda sacó el cheque de un millón de dólares de su bolsillo y se sumió en la contemplación.

**

La sede del Grupo Golden estaba en Yueland. A pesar de la discreta visita de Leland a Idence, su ubicación era rastreable.

Miranda entró en un balneario y no tardó en llamar la atención de muchos clientes.

Su belleza y su piel cremosa eran cautivadoras, y su vestido largo resaltaba su esbelta cintura. Un hombre le susurró al oído, evidenciando su cercanía.

"Señor Adams, ¿conoce a esa señorita llamada Miranda? Escuché que la ayudó a montar a caballo el otro día. ¿Es cierto?", preguntó un hombre junto a Leland. "Lo mejor es que se mantenga alejado de ella. La familia Martin la adoptó y no tiene la mejor reputación".