Capítulo 4 Acechando al Enemigo

Thanos

Nuestro plan de salida inmediata se vio frustrado por la tormenta que azotaba la ciudad aquella noche. El aire estaba cargado de electricidad cuando salimos del centro nocturno, y fue una verdadera odisea llegar a las oficinas en medio del temporal. Una vez allí, contemplamos la furia de la naturaleza desde la seguridad de la sala de juntas.

Originalmente, teníamos previsto partir de inmediato hacia Grecia, pero la tormenta nos obligó a replantear nuestros planes. Los vuelos fueron suspendidos, lo que nos brindó la oportunidad de reevaluar la situación y considerar nuestras opciones con mayor calma. Y fue lo mejor que pudo habernos pasado.

Con la mente clara y fría, nos sumergimos en la tarea de seguir los pasos de Fenix a través de la seguridad de Atenas. Revisamos informes, analizamos mapas y preparamos una estrategia de ataque junto con el equipo de seguridad que nos acompañaría. Esperaba que siguiendo a ese sujeto pudiéramos dar con su jefe. Dionisio era muy esquivo.

-Por lo visto, están preparando lugares nuevos para sus negocios. - Dice Javier mientras revisa el informe que nos han traído. Rafael y Makis marcan los puntos en un mapa.

Decidí llamar a Andreas, quien estaba en París, para informarle sobre nuestros nuevos planes. -Soy Thanos-, dije con voz firme. -A medianoche emprendemos el viaje hacia Grecia. Un automóvil pasará por ti. -

Con todo listo, nos dirigimos al aeropuerto en tres minibuses. Estábamos ansiosos por empezar nuestra misión y poner fin a esta pesadilla de una vez por todas. Cuando llegamos al aeropuerto, Andreas apareció justo a tiempo, algo agitado pero listo.

-Por fin llegas, cuñado-, bromeó Javier. -Pensé que nos dejarías plantados-.

-Nada de eso. Estaba avisando que llegaríamos. - Toma asiento mientras el servicio guarda sus pertenencias y alistan el avión para partir. -Nos esperan en Atenas, para luego ir a la isla. Basil ha comprado la propiedad para que la familia esté reunida y segura allí en tiempos de alegrías, y difíciles como estos. -

-Esperemos resolver este asunto rápidamente-, comenté, sorprendido por la revelación de la propiedad. - ¿Desde cuándo tiene el abuelo la isla?-

-Desde que ustedes fueron a Rusia. Pretendía esperarlos a todos allí, pero tuvo que salir. - Andreas respondió evasivamente, lo que nos hizo intercambiar miradas entre nosotros, pero decidimos no presionarlo más. Después de todo, teníamos asuntos más urgentes que resolver.

Llegamos a Atenas poco antes del amanecer y como dijo Andreas ya nos estaban esperando.

-Aquí me despido. Los veré el martes para terminar de arreglar los temas legales. Espero que disfruten de la isla-, se despidió Andreas antes de partir hacia la ciudad. Nosotros nos dirigimos al puerto, ansiosos por embarcarnos en el siguiente paso de nuestro viaje.

Gran parte de la seguridad quedó en la ciudad para transportar las armas y alistar todo, mientras nosotros subimos al Eleni rumbo hacia la casa sorpresa.

Al llegar a la isla, nos recibió un guardia quien pidió que dejáramos nuestras armas en el sector. A regañadientes, nos despojamos de nuestras armas, conscientes de que era necesario para garantizar la seguridad de todos nosotros.

Decidí no discutir, estaba agotado y harto de cada retraso y restricción. Con vehículos nos llevaron a una gran casa blanca de playa, que más parecía un hotel de lujo.

-Para encontrarnos en esa casa necesitaremos un guía y un mapa-, bromeó Rafael, asombrado por la majestuosidad del lugar.

Luego de comer algo ligero nos guiaron a nuestras habitaciones para descansar. Era demasiado temprano, no podíamos actuar a plena luz.

Andreas

Desde la seguridad de mi casa en Atenas, me sentí agobiado por la tensión que rodeaba esta situación. Sabía que tarde o temprano me vería involucrado en las repercusiones de los eventos que se estaban desarrollando. Basil era más que un amigo, era también mi cliente, y sabía que mi lealtad hacia él tendría un costo.

Después de instalarme con una copa de Metaxá, me dirigí hacia el teléfono y realicé varios intentos antes de que alguien atendiera. -Basil, soy Andreas. Ya estoy en Atenas-, anuncié, notando la leve tensión en su respiración antes de que dijera algo.

-Ya estarán llegando a la isla. Dispuse todo para poner en orden las cosas la semana entrante, y espero que hayas aclarado todo para entonces, porque mi trabajo se volverá muy difícil-, le dije, ofreciéndole mi ayuda si era necesario.

-Me encargaré de confesar mis pecados, amigo. Yo lo haré. Kaisar está mejorando, solo esperamos que le den el alta para reunirlo con su padre-, respondió Basil con una mezcla de fe y preocupación en su voz.

-Mantén todos los recaudos, amigo. Las cosas se están poniendo en marcha. Han visto a Fenix en la ciudad nuevamente-, le advertí, sintiendo el peso de la situación sobre mis hombros.

-Así lo haré. Gracias por todo-, dijo Basil antes de que colgáramos, dejándome con un sentimiento de inquietud. Aunque deseaba que todo terminara bien, sabía que el camino hacia la resolución sería difícil y lleno de desafíos.

Desperté agotada, apenas habiendo logrado conciliar el sueño. La preocupación y el agobio se apoderaban de mí cada vez que veía a mi hijo luchando por respirar. Sentía que la carga de esta situación era demasiado pesada para llevarla sola. Aunque todos estaban intentando ayudar, ansiaba la presencia de Thanos a mi lado.

Cada día de separación había sido una tortura. Desde que se fue, no había vuelto a tener noticias suyas. El miedo a que algo terrible le sucediera a mi hijo o a mí misma me paralizaba. Basil me aseguró que Thanos aún no había encontrado a los responsables, pero que estaba trabajando en ello. Sin embargo, no sabía cuánto más podría soportar esta situación. El dolor físico se unía al dolor emocional de estar separada del padre de mi hijo.

Un golpe en la puerta me sacó de mis pensamientos. Basha entró con una bandeja en las manos, preocupada por mi estado. -Estás despierta. Te traje el desayuno para que te mantengas fuerte. Basil me dijo que no estás comiendo bien, y francamente, ni siquiera necesito que me lo digan. Basta con verte para darme cuenta. Todos tus huesos están marcados-, dijo con tono maternal mientras colocaba la bandeja sobre mi regazo.

-Buenos días, Basha. No tengo hambre-, respondí con un suspiro, sintiendo cómo mi estómago se cerraba ante la mera idea de la comida.

-Se ha ordenado que comas, y no me iré de aquí hasta que lo hagas. Debes prepararte, Basil te espera abajo para ir al hospital. Así que apúrate-, insistió, dejándome claro que no aceptaría excusas. Con un gesto de resignación, comencé a tomar algunos bocados, sabiendo que necesitaba mantenerme fuerte para lo que vendría después.