El tiempo había pasado y el juicio del año había llegado a su fin. Ciro había llevado magistralmente todo el proceso y la balanza se inclinó hacia los denunciantes, víctimas de los comportamientos de una empresa ávida de dinero, que consideró que la mejor manera de no perderlo, era cometiendo ilegalidades. Ciro pertenecía a una de las familias más ricas de la ciudad y del país. Sabía lo que era mantener una empresa, pues más de una vez había ayudado a su padre. Y sabía lo fácil que era caer en acciones que se podrían considerar ilegales e inmorales. Por eso, en parte, le había sido tan fácil llevar este caso. Porque conocía todos los entresijos que había en una empresa y los motivos que podrían llevarla a hacer algo mal. No le fue difícil utilizar sus conocimientos para este juicio.
Finalmente, el juez consideró que la empresa había cometido una serie de irresponsabilidades que habían creado los problemas en aquellos vecinos y habían actuado de esa manera, solo por el dinero, por ahorrarse dinero y tener así más beneficios. Dijo que la empresa y todos sus directivos eran culpables, y decidió que debían pagar por los daños y perjuicios causados a los vecinos, a lo que añadió que la fiscalía investigara el caso penalmente, pues consideraba que había indicios para llevarlos por la vía penal y no solo por vía civil. Ciro era hoy el héroe del país. Los vecinos, sus clientes, le agradecían su esfuerzo y todo lo conseguido, los medios de comunicación querían una entrevista del abogado del momento y la ciudadanía lo alababa. Para él, no era algo importante, pues sabía que ahora estaba en la cima, pero otro día podría estar en el fondo. Así que, para él todas esas alabanzas e intentos de querer entrevistarle, no eran importantes. Lo importante era seguir haciendo un trabajo eficiente y no caer en cosas que pudieran perjudicar en su imagen o en su trabajo.
Nada más acabar el juicio, se dirigió a su piso y se pegó una buena ducha. Llevaba mucho tiempo con este trabajo y quería despejarse un poco. Tras relajarse debajo de la ducha, se cambió, poniéndose una camisa negra y un pantalón y salió a tomar algo. Quería disfrutar de haber ganado este juicio a su manera, pero sin la compañía de aduladores que acabarían con su paciencia.
Cogió su Ferrari F8 y se dirigió hacia un bar al que solía ir desde hace algunos años. Era un lugar selecto, donde sabía que podía estar fuera de las miradas indiscretas y donde podría estar solo, disfrutando de haber ganado el juicio.
Nada más entrar, el dueño lo avistó, acercándose a él con una sonrisa.
- Señor Edevane. Me alegra verlo nuevamente. ¿Quiere su lugar habitual?
- Si. Hoy no quiero que nadie me moleste. - respondió Ciro.
- Hoy es un día importante para usted. ¿De verdad quiere estar solo? - preguntó el dueño con sorpresa en sus ojos.
- Quiero estar tranquilo. Disfrutar de estos momentos sin ser molestado. - comentó Ciro, mientras observaba como muchas mujeres se le quedaban mirando y suspiraban por él. Siempre atraía las miradas femeninas, que se dedicaban a suspirar por él y también la de los hombres, que sentían envidia.
- Así se hará. Sígame, señor Edevane. - refirió el dueño del lugar, llevándole a la zona VIP. Le llevó a una zona, que aunque estaba junto al resto de la zona VIP, estaba algo apartada.
Ciro se sentó y pidió que le trajeran una botella de whisky. Mientras tomaba el primer trago, alguien se acercó.
Iba a decirle cualquier grosería, pero al mirar hacia arriba se encontró con su amigo Lucien, que le sonreía.
El pelo rubio de su amigo, caía sobre sus hombros. Ciro reconocía que su amigo tenía un aspecto algo fuera de lo que se consideraba normal o común. Su pelo rubio largo, sus ojos azules traslúcidos y su ropa como de otra época y algo llamativa, hacía que las miradas se dirigieran a él, aún así, seguía siendo atractivo y uno de los ejecutivos más importantes de la ciudad e inteligentes.
Ciro se levantó y lo abrazó.
- Estás desparecido. Ya no quieres salir con tus amigos, ¿O qué es lo que realmente te pasa? - preguntó Lucien. Ciro sonrió. Lucien se refería al grupo, tanto de hombres como de mujeres, con el que solía salir de vez en cuando para calmar sus deseos de socializar. Pero debía reconocer, que solo Lucien era su amigo.
- He estado algo ocupado. - comentó Ciro. Mientras se sentaban.
- Eso he escuchado. No has tenido mucho tiempo, por lo que he podido ver en las noticias. - comentó Lucien con una gran sonrisa.
- Espero que de ahora en adelante tenga algo más de tiempo. Al menos por un tiempo. - comentó Ciro.
- Siempre has sido un hombre que le gusta tener la mente ocupada. No tardarás mucho en estar ocupado de nuevo. - rió Lucien. Él conocía mucho a su amigo. Eran amigos desde prácticamente la infancia. Y sabía que, desde hacía unos años, su amigo se centraba en el trabajo y en tejer algunas relaciones con algunas personas de la alta sociedad, intentando así, establecerse a nivel laboral y social. No había ningún interés por nada más.
- Bueno, lo que aguante. - comentó Ciro levantando el vaso. Lucien le copió. Ambos bebieron y se pusieron al día sobre lo sucedido en sus vidas.
- ¿Y qué tal llevas la publicidad que te ha dado tú último caso? - preguntó Lucien con algo de curiosidad. Conocía muy bien a su amigo y sabía que no le gustaba estar bajo el ojo público pues le gustaba demasiado la privacidad en su vida.
- Demasiado agotador. Pero espero que en unos días dejen de hablar de mí. - comentó con tranquilidad Ciro.
Siguieron hablando y bebiendo hasta que no pudieron más. Ambos salieron del local con la intención de marcharse a casa y con signos claros de ebriedad. Hacía bastante tiempo que Ciro no estaba tan ebrio.
Decidió que lo mejor era coger un taxi. Ya mañana, recogería su coche con tranquilidad. No estaba en condiciones de coger ningún coche.
Tras coger un taxi, se despidió de su amigo y se dirigió a su piso. En una de las zonas más exclusivas de la ciudad.
En cuanto llegó, se pegó una ducha para intentar serenarse algo, antes de acostarse.
La mañana siguiente, se levantó con una leve resaca. Aún así se dirigió a trabajar, pues tenía un par de clientes a los que atender
Por otra parte, Hazel preparaba el desayuno para su familia, antes de irse a trabajar. Finalmente, le habían llamado y comenzó a trabajar en Lynox. Les había gustado mucho en la entrevista y deseaban darle una oportunidad. Aún así, seguiría en la pastelería, hasta que su jefa encontrase alguien que la sustituyera.
Sabía que apenas tendría tiempo, pero Anna le había dado una oportunidad cuando estaba estudiando la carrera y no tuvo problema con los cambios de horario que necesitaba para poder realizar los exámenes, ir a clases o hacer las prácticas. Se lo debía.
Tras desayunar con su hermana y padre, se preparó para salir, junto con su padre, que debía ir a trabajar también.
El ambiente de trabajo era bastante bueno y Hazel estaba contenta de trabajar allí. Sus compañeros eran amables y le ayudaban con lo que necesitase. Se sentía libre. Se sentía feliz.
Además, el hecho de no seguir con Boris, le daba más libertad para poder salir con sus nuevos compañeros o junto con Fergie, sin que nadie se molestase por ello.
Lo que no sabía Hazel es que Boris la perseguía. Muchas veces, se paraba en su coche Ghibli delante de su casa, solo para vigilar cuando salía o entraba, se dirigía a la pastelería donde trabajaba y se quedaba parado a cierta distancia o la perseguía cuando salía con Fergie o con otras personas.
Aún no aceptaba que Hazel lo hubiera abandonado. Quería que volviera con él, pero no le cogía el teléfono y le devolvía los regalos que le enviaba a su casa, pero él no se había atrevido a acercarse a ella, por ahora.
Pero ahora, la rabia le iba consumiendo cada vez más, al ver que ella cada vez salía con más gente. La veía reírse, divertirse, parecía cada día más feliz. No podía permitir que ella fuera feliz sin él. Debía estar con él, quisiera o no. Y ahora sí que sí, debía obligar a Hazel a estar con él íntimamente.
Sin que se diera cuenta, el día fue pasando. Boris se dió cuenta de que Hazel salía del trabajo y comenzaba a caminar hacia el centro de la ciudad. Con cuidado la siguió.
Vió como llegabas a su destino, una cafetería que sabía que le gustaba a su amiga Fergie. Vió como estaba esperando dentro y como las amigas se abrazaban nada más verse.
Espero pacientemente. No sabía exactamente a lo que estaba esperando pero no podía evitarlo, quería quedarse allí observando.
Tras un par de horas, ambas amigas se despidieron y cada una se fue por un camino diferente. Boris salió del coche y corrió detrás de Hazel. La agarró por el brazo. La chica se asustó.
- ¿Qué haces Boris? ¿Acaso me persigues? - preguntó Hazel con miedo en los ojos.
- Vente conmigo. Tenemos que hablar. - susurró Boris con una mirada llena de odio.
- Ni se me ocurriría. - espetó Hazel e intentó liberarse de él.
- Solo quiero hablar contigo. Llegar a un acuerdo. - comentó Boris tirando de ella.
- No quiero hablar. Lo nuestro se acabó. - dijo Hazel, que seguía intentando liberarse de él.
- Acabaremos cuando yo lo decida! - gruñó Boris con rabia. No quería dejarla ir.
- ¡Una pareja es cosa de dos, si uno no quiere, no hay pareja! - gimoteó Hazel.
Esto enfadó a Boris, que con facilidad tiró de ella y la empujó hacía un callejón oscuro y poco transitado. Allí siguieron con la discusión, mientras ella intentaba liberarse. Boris ciego de rabia le pegó un puñetazo con tanta fuerza que acabó en el suelo. Su pómulo se volvió morado. Le agarró por el pelo y la obligó a levantarse mientras le gritaba, sin darse cuenta que alguien los estaba observando. Ciro, que acababa de llamar a la policía y tras hacer un par de fotos con su móvil para tener algunas pruebas, se acercó a la pareja y golpeó a Boris haciendo que este soltase a Hazel, que volvió a caer al suelo.
Boris sorprendido, miró a Ciro y gruñó.
- ¿Otra vez tú?
- Parece ser que nos volvemos a encontrar. - sonrió Ciro mientras la policía llegaba al callejón, junto con un par de paramédicos. Los policías arrestaron a Boris y los paramédicos atendieron a Hazel que sollozaba en el suelo. Finalmente la llevaron al hospital para comprobar los daños que le había causado Boris y ver si era necesaria alguna intervención. Ciro acompañó a Hazel, después de asegurar a la policía que se dirigiría a la comisaría para interponer una denuncia a Boris.
En el hospital, los médicos atendieron a Hazel y comprobaron que los daños no eran graves. Tras unas horas, en las que le administraron medicación para el dolor, le dieron el alta. Hazel estaba avergonzada y apenas pudo mirar a Ciro. Él la respetaba y simplemente le hacía compañía.
En cuanto salieron del hospital se dirigieron en coche a la comisaría para poner la denuncia.
Mientras Ciro conducía, le comentó:
- Seré tú abogado. Te ayudaré con este tema.
- Hazel le miró con extrañeza. Ella no podría pagarle. No ganaba tanto. Y tampoco quería poner en un compromiso a su padre. Ciro adivinando lo que pensaba, comentó:
- No te cobraré. Y no te preocupes por tu padre. Yo le debo mucho a él. Más de lo que nunca pensarías.
- Gracias. - musitó dubitativa Hazel
-Es lo mínimo. - dijo Ciro, que prosiguió. - Hoy te quedarás a dormir en mi piso...
- Eso ya es demasiado señor Edevane. - gimió Hazel.
- Tú padre ya habrá llegado a casa y si te ve así, se preocupará y no sé hasta qué punto no vayas a hacer algo de lo que después se arrepienta. - comentó Ciro.
- Pero al final, se acabará enterando... - respondió Hazel.
- Pero podremos decidir cómo informarle. Confía en mí. - dijo Ciro. Hazel asintió.
Cuando llegaron, Boris ya estaba allí en el calabozo. Ciro sonrió. Le iba a complicar la vida a ese hombre todo lo que pudiera.
Con tranquilidad, se acercó para realizar la denuncia. Hazel no sé despegó de él en ningún momento.
Como era abogado, Ciro sabía perfectamente cómo poner esta denuncia y que era lo que debía poner o mostrar.
Los policías, por otra parte, reconociéndolo, le ayudaron y adularon todo lo que pudieron. Ciro no lo tomó demasiado en cuenta. No era la primera vez que lo trataban así y sabía como capear la situación o utilizarla a su manera.
Tras finalizar, llevó a Hazel a su casa. Ella estaba totalmente cohibida. El piso de Ciro era de unos 400 m². Él la guió por el piso, hasta llevarla al baño de invitados.
- Dúchate aquí, es el baño de invitados. Mi secretaria ha traído algo de ropa. La avisé antes de que veníamos y de que trajera algo de ropa. Ahora te traeré el pijama. - dijo Ciro ante la extrañeza de Hazel.
- Le hizo traer aquí algo de ropa a tú secretaria por alguien que no conoces? - preguntó Hazel, atreviéndose a mirar esos ojos verdes tan hermosos. Enrojeció.
- Eres la hija del hombre que más confío que no pertenece a mi familia. Además, no suelo pedirle este tipo de cosas. - comentó Ciro, tras lo cuál se dirigió hacia su habitación para llevarle el pijama.
Hazel entró en el baño, y quedó anonadada. El baño de invitados era enorme. No se quería imaginar cómo sería el baño del señor Edevane. Con cuidado se desvistió y entró en esa amplia ducha. Realmente era una ducha cómoda y con accesorios que nunca imaginó que pudiera tener ninguna ducha. Se fijó, que en las estanterías de aquella ducha, habían colocado ordenadamente, varios geles, champús, acondicionadores y mascarillas para el pelo. Se quedó anonadada. No entendía porqué hacía eso. No tenía porqué hacer aquello. "¿Cómo se lo devolvería?"
Tras ducharse, salió de la ducha y mientras se secaba, se dió cuenta que el pijama ya estaba dentro del baño, en un pequeño taburete. Ni se había dado cuenta de que había entrado y dejado el pijama en aquel taburete. Enrojeció. ¿Acaso la vió desnuda? Enrojeció.
Con cuidado, salió del baño. Un delicioso olor llegó hasta ella. Caminó con cautela hasta el comedor, donde Ciro estaba preparando la mesa.
Al oírla llegar, se giró hacia ella.
- Pedí algo de comida. Últimamente he trabajado tanto, que apenas tengo comida en el frigorífico. Espero que te guste. - comentó Ciro. Era comida típica del país.
- Huele muy bien. Muchas gracias. - dijo Hazel con cierta vergüenza. Ciro sonrió. Se fijó en ella, ese pijama la hacía todavía más hermosa.
- Siéntate, cenaremos y luego te llevaré a tu habitación para descansar. - comentó Ciro mientras echaba para atrás una silla para que ella se sentase. - Ya hablé con tu padre. Le dije que te quedarías aquí está noche y que mañana te llevaré
Ciro le sirvió la comida a Hazel y luego se sirvió a sí mismo.
- ¿Cómo acabaste con un hombre así? - preguntó Ciro mirándolos directamente a los ojos.
- Antes no era así. Los primeros años de relación fueron muy buenos. Se comportaba como un hombre amoroso. Todo cambió con los años. Poco a poco empezó con pequeñas cosas. Hasta volverse un hombre demasiado celoso y controlador. Apenas podía salir con mis amigos. Con la única que me lo permitía era con Fergie y aún así ponía pegas. Ya comenzaba a entrometerse también en la relación que tenía con mi padre y hermana. - explicó Hazel, que se sentía mal al tener que explicar todo eso.
- Entiendo. No es fácil salir de una relación así. Te atan a ellos e intentan departe de tus familiares y amigos, de tu círculo cercano, intentan que no tengas manera de tener ningún apoyo y te destrozan tanto la mente que acabas dependiendo de ellos mentalmente, que es la peor dependencia posible, pero también intentan que dependas de ellos de otras formas, como la económica. Todo va poco a poco. Tú has tenido suerte, pues aún no consiguió tenerte tan enjaulada como para que tengas miedo de huir de ahí. Aún así, será difícil. Te aconsejo que te apoyes en tu familia y si un día ves que es demasiado, busca ayuda profesional. Mi ayuda jurídica, te ayudará a que el pague penalmente, pero para lo demás necesitarás ser fuerte. - observó Ciro. Hazel tenía una idea errónea sobre él. Aunque era un hombre frío y distante, también podría ser un hombre que se mostraba protector si así lo requería la sociedad.
- Gracias por sus palabras, señor Edevane. Todo esto lo tendré en cuenta. Y no sé cómo pagarle todo esto. - dijo Hazel.
- Fácil. Pagamelo, no volviéndote a acercar a ese hombre. - comentó Ciro con una sonrisa. Esa sonrisa era perfecta. Esto hizo que el rostro de Hazel, aún algo dolorido, se sonrojara.
En el resto de la cena, ambos siguieron hablando, aunque cambiaron el tema por algunos un poco más livianos. Ciro aprovechó para intentar conocer algo más a esa joven, que tan hermosa le parecía. No sabía porqué, desde el día que la vió en casa le había atraído. No había pensado mucho en ella en ese tiempo, pero debía reconocer, que en algunas ocasiones, su rostro le había venido a sus recuerdos y un calambrazo había recorrido su cuerpo, como si necesitase estar cerca de ella. Por eso tal vez, él estaba dispuesto a ayudarla, pues aunque le tenía respeto a su padre y en parte le ayudaba por él, Ciro sabía que no era suficiente.
Sin darse cuenta, habían pasado unas cuantas horas hablando y riendo, como si fueran viejos conocidos. Siendo ya tan tarde, Ciro acompañó a Hazel a la habitación de invitados. Siendo esta, una habitación amplia. Aunque no había muchos muebles, se notaba que eran bastantes elegantes y que estos eran hermosos. Una gran cama estaba en la mitad de la habitación, junto con dos mesitas de noche con un diseño actual, mientras que cerca del ventanal de la habitación, estaba un pequeño sofá y una hermosa mesita. El armario empotrado ocupaba una de las paredes.
Espero que estés a gusto. Si necesitas algo, mi habitación es la de enfrente. - dijo Ciro. Hazel asintió totalmente enrojecida.
Ambos se fueron a dormir a habitaciones separadas, aún sintiendo esa tensión entre ellos. No era el momento.