Capítulo 4 Habían secuestrado a la persona equivocada

¿Acaso acababa de ocurrir un milagro?

Todos en la habitación parecían haber presenciado lo imposible, pues era como si hubieran visto a Dios.

Los médicos, que antes habían declarado a la paciente más allá de toda ayuda, parecían querer inclinarse ante Marissa con reverencia.

Ante todo esto, Connor también estaba emocionado.

Solo Marissa se mantenía tranquila y concentrada, masajeando y presionando varios puntos en el cuerpo de Arabella.

Tras haber pasado diez minutos, la presión arterial y el ritmo cardíaco de la abuela se estabilizaron. Aunque ella no había recuperado el conocimiento, su respiración era regular y el color de su piel volvía a la normalidad.

¡La persona que había sido declarada muerta ahora se encontraba en condición estable!

"¿Cómo es que... ella...?", balbuceó Lorna, señalando a la chica, con incredulidad.

Todos habían etiquetado a la señorita Nash como una tonta. ¿En qué momento había desarrollado estas habilidades médicas tan extraordinarias?

Los respetados médicos en la habitación se sentían tanto humillados como avergonzados.

Ante esto, el doctor principal no pudo resistir preguntar: "Señorita Nash, ¿de quién aprendió sus habilidades médicas?".

"Las saqué de libros de acupuntura y solo replicaba lo que leía", respondió ella, inventando una explicación sencilla para evitar complicaciones, dado que todos en la habitación ahora pensaban que era otra mujer.

Esta respuesta acabó con el asombro en la habitación.

Pues, ¿quién intentaría atender a alguien en un estado tan crítico como Arabella, con técnicas básicas de acupuntura aprendidas de libros?

¡Esta mujer debía estar loca!

¡Hoy solo había tenido una suerte increíble!

Ignorando las reacciones encontradas de la multitud, Marissa recogió meticulosamente sus agujas de plata. Mientras tanto, el sudor se resbalaba por las mejillas; estaba completamente exhausta.

Los efectos de la hierba Sueño de Orquídea la habían debilitado, y no había descansado en absoluto. En su lugar, había soportado un trato brusco por parte de Connor, lo que casi la aplastó.

De repente, sintió una mano cálida limpiar el sudor de su mejilla. Entonces ella giró la cabeza, solo para ver que era Connor. Sus ojos transmitían un profundo sentido de gratitud, casi como si estuviera tratando de ablandarla con su mirada.

Estando incómoda con tanta cercanía, Marissa le dijo: "Señor Daniels, ¿podemos hablar?".

"Pareces exhausta, deberías descansar ahora. Podemos hablar después, cuando hayas dormido un poco", sugirió él, con una voz inesperadamente tierna, reflejando la suavidad en sus ojos.

Notando lo exhausta que estaba, la joven estuvo de acuerdo con su sugerencia, pero antes de irse, preguntó: "¿Podría recuperar mi celular, por favor?".

Connor se detuvo por un breve momento, luego sacó su aparato de su bolsillo y se lo entregó.

Ella lo aceptó y siguió al sirviente.

La noche se había profundizado afuera, pues el cielo avecinaba una inminente tormenta de lluvia.

Marissa fue llevada a una habitación de invitados en un edificio adyacente y de inmediato revisó sus mensajes.

Al día siguiente, Derek y ella habían planeado regresar a su ciudad natal para casarse. Con su celular apagado durante tanto tiempo, él debió haber estado muy preocupado, y en efecto, después de tres horas sin su dispositivo, este fue bombardeado con notificaciones.

Más de cien llamadas perdidas y docenas de mensajes la saludaron, todos de Derek.

Marissa esbozó una sonrisa con impotencia y rápidamente le envió un mensaje para asegurarle que lo encontraría en la estación de tren, como estaba planeado al mediodía del día siguiente.

La fecha de la boda no podía ser cambiada. Antes de encontrarse con él, necesitaba divorciarse de Connor.

Este último había convertido lo que se suponía que sería su primer matrimonio en su segundo, y estaba decidida a hacerlo lamentar.

Todo lo que necesitaba ahora era descansar bien esa noche, ¡y luego arreglar las cosas! Con eso en mente, se metió en la cama y se quedó dormida de inmediato.

Mientras tanto, en una pequeña sala de conferencias en el mismo edificio, la tensión llenaba el ambiente.

Domenic Wells, el asistente de confianza de Connor, estaba parado frente a él, entregando su informe con el debido respeto.

"Señor Daniels, la joven se llama Marissa Nash, tiene veintidós años y es originaria de un pequeño pueblo en Adagend. Posee una pequeña floristería en Calle Antigua. Las dificultades financieras de su familia la obligaron a abandonar la escuela poco después de comenzar la secundaria para empezar a trabajar y contribuir con los gastos familiares".

"Dejó su pueblo a los quince años, vagó por varios lugares y se estableció en Blebert apenas el año pasado. Siendo una joven hermosa e independiente que gana un ingreso decente, es objeto de varios rumores desagradables en su pueblo natal. Resumiendo, su reputación no es estelar".

Mientras decía esto, Domenic ya se había preparado para recibir cualquier castigo severo.

La novia pretendida de la familia Nash había huido de su matrimonio con Connor, y él, bajo órdenes, había buscado por toda la ciudad, terminando en una pequeña floristería en Calle Antigua. Por desgracia, ¡habían secuestrado a la persona equivocada!

Las dos mujeres solo compartían un parecido y el mismo apellido, Nash. Este error había metido a su jefe en un problema significativo.

Aunque la verdadera novia, aprobada por Arabella, era despreciada por Connor, tenía un estatus social adecuado. Sin embargo, ahora la nueva "señora Daniels" no era más que una desertora de la escuela secundaria, con antecedentes cuestionables de un pueblo diminuto.

¡Esto fue un duro golpe a la dignidad de su jefe! Si esta chica del pueblo intentaba chantajearlos o negarse a dejar a Connor, temía que ni siquiera sacrificar su propia vida bastara para enmendar el error.

"Señor Daniels, he fallado en mis responsabilidades y estoy preparado para enfrentar cualquier castigo que usted considere necesario".

La sala estaba tan silenciosa que se podía escuchar caer un alfiler.

Por su parte, Connor se quedó en silencio durante mucho tiempo, examinando varias veces el certificado de matrimonio recién emitido. Entonces, de repente, se levantó y se acercó a la ventana, mirando el cielo nublado, y abrió su boca, aparentemente a punto de decir algo.