Capítulo 2 El borde de la desesperación

Sus ojos brillaban con una intensidad hipnótica que parecía emanar desde un abismo profundo, y me sentí momentáneamente cautivada por su mirada penetrante. La luz tenue del ambiente amplificaba el brillo esmeralda de sus pupilas, como si cada destello contuviera un fragmento de un universo oculto, atrayéndome hacia ellos con una fuerza magnética casi sobrenatural.

Me quedé estupefacta por la intensidad de su mirada, y solo asentí en respuesta, avergonzada por mi torpeza. Mi preocupación había nublado mi juicio, y apenas me percaté de que me había topado con el joven hasta que él, con un tono grosero, me advirtió:

-Mira por dónde caminas.

Sus palabras me sacaron abruptamente de mi ensimismamiento, devolviéndome a la realidad y a mi propia torpeza. Mientras me incorporaba, noté que el joven estaba acompañado por otros dos jóvenes que parecían tener aproximadamente su edad. Su presencia era imponente, y una oleada de intimidación recorrió mi cuerpo al percibir la energía dominante que irradiaban.

Ambos compañeros también eran notoriamente atractivos: uno con ojos azules como el cielo despejado, el otro con un gris invernal. Sin embargo, los ojos del joven de verdes intensos eran los que realmente me atrapaban. Su mirada parecía contener una profundidad insondable, como si fueran las puertas de entrada a un enigma enigmático que me llamaba de manera irresistible.

Después de disculparme, él se hizo a un lado para permitirme el paso. Su gesto, aunque aparentemente amable, era distante, y me di cuenta de que su expresión permanecía inmutable y reservada, sin ceder a la cortesía de mi disculpa.

Me volví tras dar unos pasos, y al mirar hacia atrás, nuestros ojos se encontraron en un instante cargado de significado. Un escalofrío recorrió mi columna vertebral al sentir la intensidad de esa conexión fugaz.

A pesar de la distancia, uno de sus amigos le susurró algo que no pude escuchar mientras él sonreía ligeramente. Yo le devolví la sonrisa, aunque la complicidad entre ellos era evidente, sin comprender del todo qué secretos compartían entre ellos.

Finalmente, el joven de ojos verdes se volvió hacia su compañero, y juntos emprendieron su camino. Con un último vistazo hacia atrás, se alejó con sus amigos, desvaneciéndose en la multitud como un destello fugaz en la noche. Su presencia había dejado una impresión duradera en mí, y me pregunté si nuestros caminos se cruzarían de nuevo en el futuro.

Me encontraba en medio de la pista de baile, y, a pesar de mi interés por el desconocido, mi mente volvía a mi realidad. Mis amigos debían estar bailando, pero al regresar al lugar donde pensaba que estaban, no pude encontrarlos. Empecé a buscarlos con creciente inquietud.

Llamé a mi amiga Madeline, pero no contestó. Marqué el número de Stuart, pero en lugar de escuchar su voz, solo oí jadeos a través del teléfono. La voz ronca de una mujer repetía el nombre de Stuart en un susurro ahogado.

El dolor en mi pecho se intensificó como una presión asfixiante. Desesperada, intenté localizarlos, buscando alguna explicación lógica a lo que estaba experimentando, pero mi búsqueda resultó infructuosa. Salí por la puerta trasera, con la mente en caos, y me dirigí al estacionamiento. A pesar de la oscuridad del callejón, me sentí un poco más segura al ver a algunas personas pasar, aunque el miedo persistía.

Avancé por el callejón y, en un rincón sombrío, encontré a Madeline y Stuart. Ellos estaban enredados en un beso ardiente, y Stuart, sin reservas, levantaba el vestido de Madeline. La visión de Stuart penetrando a Madeline mientras ella sonreía indiferente me golpeó como un golpe frío en el estómago.

Desgarrada por la traición, mi corazón parecía romperse en mil pedazos. El dolor era una mezcla de angustia y rabia, y no podía enfrentarlos, no tenía el valor para confrontar la dolorosa verdad. Me alejé, huyendo de la escena y de las mentiras que me habían cercado.

Como aún estaba aturdida y la ciudad se sentía asfixiante, decidí caminar hasta casa, que no estaba tan lejos. Un prado solitario se extendía ante mí, siendo un lugar que solía disfrutar durante el día, pero que ahora me parecía amenazante en la oscuridad. Mi mente estaba atrapada en pensamientos de Madeline, la amiga en la que había confiado completamente.

Durante los últimos años, habíamos compartido historias, viajes, y confidencias. Le había confiado mis dudas sobre Stuart, y ella había minimizado mis preocupaciones, sugiriendo que no debía apresurarme. Ahora, veía la verdad que me había estado ocultando.

El frío nocturno no me incomodaba tanto como el ardor en mi corazón. Me sentía atrapada en una pesadilla despierta, incapaz de encontrar consuelo en el mundo que me rodeaba. Mientras mis piernas temblaban y las lágrimas caían, me refugié bajo un árbol, tratando de recuperar el aliento.

De repente, escuché pasos acercándose y el terror se apoderó de mí. Los pasos se convirtieron en un trote frenético y, en un estado de pánico, cerré los ojos con fuerza. Caí al suelo, sintiéndome como si estuviera atrapada en una trampa mortal.

Un cuerpo grande se desplomó sobre mí, y sentí un estremecimiento eléctrico cuando sus labios se posaron sobre los míos. Su toque era ardiente, y sus susurros incomprensibles me hacían sentir aún más vulnerable. Intenté suplicar que se detuviera, que dejara de tocarme, pero el calor creciente en mi cuerpo nublaba mi visión.

El desconocido me inmovilizó, sujetando mis muñecas por encima de mi cabeza y rasgando mi ropa con una fuerza brutal. Sus labios se frotaron con desesperación contra los míos, y mi incapacidad para patearlo y defenderme me sumió en una desesperación agonizante.

Los sollozos aumentaron, resonando como una sinfonía de desesperanza. Mis piernas comenzaron a debilitarse, y cada intento de moverme se volvía más inútil. Todo lo que deseaba era despertar de esta pesadilla y que ese hombre dejara de atormentarme, pero no comprendía la realidad de lo que me estaba ocurriendo.

En medio de la oscuridad total, antes de perder el conocimiento, pude distinguir esos ojos, esos ojos verdes que me habían cautivado antes, justo antes de sentir cómo me despojaba de mi pureza, llevándome al borde del desvanecimiento.

            
            

COPYRIGHT(©) 2022