-¿Cómo llegué a esto? -murmuró para sí mismo mientras apretaba el puente de su nariz, intentando aliviar la presión en su cabeza. Sabía que algo no cuadraba, pero los constantes recordatorios de Claribel acerca de la responsabilidad lo mantenían atrapado.
En otro lugar, Claribel disfrutaba del que sería su último encuentro con su amante antes de la boda. Román, su cómplice y amante, no parecía tan seguro como ella de que su plan funcionaría.
-¿Estás segura de que Marcus no sospecha nada? -preguntó Román mientras deslizaba sus manos por la cintura de Claribel, sus movimientos cargados de una mezcla de deseo y ansiedad.
-No, Marcus es tan ingenuo como siempre. Cree que soy la mujer perfecta para él, y este embarazo llegó en el momento ideal -contestó ella con una sonrisa maliciosa, antes de dejar escapar un jadeo cuando Román la embistió nuevamente-. Más... así... no te detengas.
Román, aunque complacía a Claribel, no podía evitar sentir una sombra de duda en su mente. Cuando ambos terminaron, se separó de ella y se quedó mirando el techo mientras trataba de organizar sus pensamientos.
-Claribel, espero que sepas lo que estás haciendo. Si él descubre que el niño no es suyo, perderás todo lo que estás buscando.
Claribel se sentó en la cama, envuelta en las sábanas, y lo miró con desdén.
-No te preocupes tanto. En cuanto nazca el bebé, esperaré unos meses, pediré el divorcio y me quedaré con la mitad de todo. Marcus nunca sabrá la verdad. Además, él puede quedarse con el niño. Nunca quise ser madre, y tú tampoco quieres ser padre. Este bebé es simplemente un medio para un fin -declaró con frialdad antes de señalar la puerta -Ahora vete. Necesito descansar. Mañana me caso y quiero lucir perfecta.
Román obedeció, pero el peso de las palabras de Claribel quedó resonando en su mente mientras salía del departamento.
El día de la boda llegó con un aire de celebración para unos y una carga emocional para otros. En la casa de los Santis, todo estaba preparado para la gran ceremonia. Claribel lucía radiante en su vestido blanco, aunque su sonrisa escondía intenciones turbias. Por otro lado, Marcus se veía sombrío, como si la decisión de casarse estuviera aplastando lo poco que quedaba de su espíritu.
Entre los invitados, Avy Wong destacaba por su belleza y elegancia, pero sus ojos estaban hinchados por las lágrimas que había derramado la noche anterior. Su corazón estaba destrozado al ver al hombre que amaba casarse con otra.
-Avy, necesitas mantener la compostura. No dejes que nadie vea lo que sientes -le dijo Kelly, su mejor amiga, mientras le ajustaba el vestido.
-Lo intento, pero duele demasiado, Kelly. Marcus siempre ha sido el dueño de mi corazón, y ahora lo estoy perdiendo para siempre -confesó Avy, tragándose el nudo en su garganta.
Cuando llegó el momento de los votos, la tensión en el aire era palpable.
-Señorita Claribel González, ¿acepta usted por esposo al señor Marcus Santis en las buenas y en las malas, hasta que la muerte los separe? -preguntó el oficial.
-Sí, acepto -respondió Claribel con una gran sonrisa, su voz firme y llena de seguridad.
-Señor Marcus Santis, ¿acepta usted por esposa a la señorita Claribel González para amarla y respetarla el resto de su vida?
Un silencio incómodo llenó la sala. Marcus miró a Claribel, luego a los invitados, buscando desesperadamente una razón para detener lo que estaba a punto de hacer. Finalmente, cerró los ojos y respondió.
-Acepto.
Claribel sonrió ampliamente y lo besó en la mejilla.
-Si no hay nadie que se oponga a este matrimonio, con el poder que me confiere el estado de Washington, los declaro marido y mujer. Puede besar a la novia.
Marcus apenas logró un beso breve en los labios de Claribel antes de apartarse. En el fondo del salón, Avy sintió cómo su corazón se rompía en mil pedazos.
-Vámonos de aquí, Kelly. No puedo quedarme ni un minuto más -dijo Avy, levantándose de su asiento.
-Hija, ¿a dónde vas? ¿No piensas felicitar a Marcus? Recuerda que es como un hermano para ti -intervino su madre, sorprendida por la repentina reacción de su hija.
-Claro, mamá. Iré a felicitarlo y luego me marcho. Tengo cosas importantes que hacer -respondió Avy con una voz controlada, aunque por dentro se sentía al borde del colapso.
Se acercó a la pareja con una sonrisa forzada.
-Muchas felicidades, Marcus. Espero que seas muy feliz -dijo mientras lo abrazaba brevemente.
Marcus la miró con preocupación.
-Avy, parece que has estado llorando. ¿Estás bien?
Antes de que Avy pudiera responder, Claribel interrumpió, tomando a Marcus del brazo.
-Amor, estoy cansada. Deberíamos sentarnos. Recuerda que nuestro bebé necesita descansar.
-Gracias por venir, Avy. Espero que podamos ser amigas y llevarnos bien -añadió Claribel, mirándola de arriba abajo con una sonrisa fingida.
-Claro, Claribel. Aunque no sé si te guste mi estilo de vida. No todas mis amigas lo entienden -respondió Avy, sosteniéndole la mirada con un toque de desafío.
En ese momento, la señora Santis se acercó, rompiendo la tensión.
-Avy, querida, qué gusto verte. No sabía que habías regresado a la ciudad.
-Llegué hace unos días, madrina. No podía perderme la boda de Marcus. Es como un hermano para mí -dijo Avy, ocultando su dolor tras una máscara de cortesía.
Tras la ceremonia, Avy se despidió rápidamente de sus padres y su hermano, quienes notaron algo extraño en su comportamiento.
-¿Por qué siento que a mi hija le pasa algo? -preguntó la señora Wong, mirando a su esposo con preocupación.
-Yo también lo he notado, mamá. Desde que volvió a la ciudad y supo de la boda, está diferente. Creo que hay algo que no nos está contando -dijo Eliezer, perdiendo de vista a su hermana mientras salía del salón.
Marcus, por su parte, no podía quitarse de la cabeza la mirada de Avy. Sabía que había algo más detrás de su tristeza, pero en ese momento, todo lo que podía hacer era seguir adelante con la farsa que su vida se había convertido.
Al caer la noche, Claribel y Marcus estaban solos en la suite nupcial. Mientras ella hablaba emocionada sobre los planes para el futuro, Marcus apenas podía escucharla.
-¿No estás feliz, amor? Ahora somos una familia. Nuestro hijo será el vínculo que nos una para siempre -dijo Claribel, acariciando su vientre.
Marcus la miró, sintiendo un peso insoportable en su pecho.
-Sí, una familia -repitió en voz baja, aunque en su interior, todo lo que deseaba era escapar de aquella mentira.