Capítulo 3 ¿Amar duele

Al llegar a su casa Avy se despidió de su amiga y subió a su habitación, ahí descargo todo el dolor que sentía en su corazón, en el baño dejó caer como cascada de agua sus lágrimas. Tenía que tomar una decisión para poder olvidar a Marcus, ahora entendía que no podría ser dueña de su corazón porque él ya amaba a otra mujer que no era ella y más al enterarse ese mismo día que va a ser padre.

De tanto llorar y con los ojos hinchados se quedó dormida, no es que sea una mujer débil. Avy es una mujer fuerte que sus padres le enseñaron a ser independiente, guerrera que lucha por lo que quiere y todo lo que se propone lo logra, solo hay una cosa que no ha podido tener y eso es el amor del único hombre que ha amado desde su adolescencia. Por más que lo ha intentado, no logra sacarlo de su cabeza y corazón.

En el cuarto de un hotel, Claribel intenta seducir a su esposo con una lencería muy provocativa, Marcus quien está con varias copas encima, la queda viendo con lujuria, ella acercándose más a él lo toma de la mano para que sienta su cuerpo junto al de ella. Comienza un ritual de pasión aunque por la borrachera de Marcus no es consiente de lo que hace, antes se había prometido que solo se casaría por el bien del bebé que espera Claribel, pero en estos momentos no hay cordura en su cuerpo solo reacciona a los toques que su esposa le da llevándolo a consumar su matrimonio como parejas que son en dónde el amor sale sobrando.

Al despertar, enredado entre las sábanas del cuarto del hotel, Marcus se ve desnudo y al lado de Claribel, no recuerda en qué momento tuvo sexo con ella, está se despierta con una sonrisa en sus labios.

-Hola mi amor, buenos días, me haces la mujer más feliz del mundo, por fin somos marido y mujer, no sabes cuánto te amo -declara una mujer fingiendo amor por el hombre dueño de una gran fortuna, heredero del grupo Santiz.

-¿Qué hicimos anoche? No me acuerdo de nada -pregunta Marcus desorientado tocándose la cabeza por el fuerte dolor que sentía

-Como que, que hicimos, somos marido y mujer Marcus es de esperarse que después de que acabamos de casarnos, nos demostremos amor y celebremos en la cama, anoche me diste el mejor sexo de mi vida y ahora preguntas ¿qué pasó anoche? -menciona con cara de indignación Claribel y finge una cara de tristeza.

-Discúlpame, no te quería ofender, solo es que no me acuerdo de nada y me duele la cabeza como nunca me ha dolido después de la resaca -trata de consolarla, se siente culpable, por lo sensible que cree estar, por el embarazo, así que la abraza y deja un beso en la frente.

Avy también se despierta con un fuerte dolor de cabeza, trata de levantarse, pero ese dolor no se lo permite, decide quedarse en la cama, su mamá entra y al verla con los ojos rojos e hinchados se preocupa.

-Mi niña hermosa ¿Que es lo que tienes? Desde que llegaste has estado alejada de tu familia, te he notado triste y ahora has estado llorando. Dime qué es lo que te pasa, te llevo al médico o que puedo hacer para que vuelva mi hija, la risueña, la que siempre está feliz y contagia esa felicidad a los que la aman -le habla su mamá sentándose en la cama y abriendo sus brazos para apapachar a su adorada hija.

-Madre, tengo el corazón hecho pedazos y no sé cómo reconstruirlo, duele mamá, duele mucho -le confiesa aceptando el abrazo de su madre y derrumbándose entre llantos.

-Oh cariño, esas cosas del corazón solo tienen su tiempo en sanar, llora lo que tengas que llorar y después levanta la cara y enfrenta la vida, por ahí vas a encontrar a alguien que te ayude a sanar esa herida y juntos reconstruyan ese corazón roto -menciona su madre sin preguntar quién es el causante del llanto de su hija, aunque se lo imagina, ya que como madre todo lo sabe y su intuición es certera.

-Madre, ¿Amar duele? -pregunta Avy a su madre con los ojos llorosos.

-Mi tesoro, claro que amar duele y más cuando no es correspondido o eso creemos. Avy cuando amamos y la otra parte se reserva o no corresponde, es mejor salir con la cara en alto, fuerte como la roca, pero si ves que no es feliz lucha hija, Haste notar -le responde y aconseja la señora Luisa y por la mejilla de Avy rueda una lágrima traicionera.

-Madre es demasiado tarde para luchar -le contesta Avy limpiándose las lágrimas.

-Mamá, volveré a irme esta tarde y ahora será por mucho más tiempo, necesito olvidarlo, necesito arrancarlo de aquí dentro -le aclara Avy a su madre para que sepa que hará ese viaje y quizá sea sin retorno.

-Cariño huir no es bueno, pero si lo que quieres es este viaje para sanar está bien, solo deja que hablé con tu padre, tenemos pensado ir a la cabaña y se me ocurre que si talvez puedas acompañarnos y después haces ese viaje que quieres hacer -le comenta aun abrazándola y acariciando su larga cabellera.

-Está bien mamá, si iré con ustedes, aunque esté viaje sería de ustedes dos, no quiero ser mal tercio -menciona con una sonrisa a su madre y esta se pone colorada de la cara.

-Así es, ya mi hija está de vuelta con sus bromas, así quiero verte, hija mía, no deprimida, que me partes el alma -le dice tomando su rostro con sus dos pequeñas manos y besando sus mejillas.

Se quedaron platicando un rato más, la señora Luisa Wong sin preguntar por el causante del dolor de su hija, aunque en su corazón sabe la respuesta, solo espera que ella se lo confirme y Avy sin querer contarle su más grande amor en secreto.

Avy ese día no salió de su habitación, no se sentía con ánimos de nada, sus papás le avisaron que al siguiente día saldrían para la ladera dónde tenían una cabaña que utilizaban para esos días de los que querían desconectar de todo el estrés que genera la vida cotidiana, donde se sumergen entre la naturaleza y belleza del lugar.

            
            

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