Capítulo 5 Sueños de la noche 5

Invitado 5.

Fiesta de cumpleaños...

Hoy es ocho de abril, y mientras volvía a casa tras la habitual jornada de trabajo, mi pensamiento volaba recordando que era el aniversario de Marta, y que aprovechando que era viernes habíamos decidido pasar la velada lo mejor posible celebrando la efeméride con una deliciosa cena intima. Para ello repasaba mentalmente los preparativos que decidí organizar para hacer de aquella noche, una noche muy especial.

Cuando llegue a casa, Marta me recibió tan encantadora como siempre. Pero llamaba poderosamente la atención su manera de vestir, pues atendiendo mis sugerencias, se había acicalado para la ocasión. Resaltando de forma especial su atractiva figura, la verdad es que quede boquiabierto al verle con la minifalda negra que nunca usaba, con las finas medias, y una sugerente blusa blanca que desabotonada en la parte superior mostraba ligeramente las puntillas de su sujetador negro que aprisionaban sus apetitosas tetas, al tiempo que toda la redondez de estas se dibujaban bajo la ligera blusa. Le di un beso, al tiempo que exclamaba:

-¡Así me gusta! -me comentó que la cena estaba lista, pero como era todavía temprano, le propuse ir a la tasca de abajo, a tomar un vermut, para ir abriendo el apetito- ¿Así como voy me veo bien?

-Claro, mujer. Estas preciosa y si te miran no es porque te veas mal -le contesté.

Ya en el bar, apostados en la barra, saboreábamos nuestros martinis, cuando de pronto vimos que Juanjo el vecino del quinto se acercaba a nosotros, saludándonos se quedo junto a nosotros y le invite a una copa. Era evidente, mientras hablábamos. Que su mirada por más que intentara evitarlo, se posaba una y otra vez sobre el provocativo escote que lucia Marta. En un momento que se separó de nosotros, le comenté a Marta la manera en que Juanjo la estaba devorando con la vista, a lo que se río entre avergonzada y satisfecha, mientras comentaba:

-Pues el no esta nada mal, creo que ya te lo he dicho más de una vez -y volvió a reír.

Y era cierto, Juanjo era algo más joven que nosotros, y su cuerpo esbelto y atlético, hacía juego con su agradable carácter, risueño y tímido a la vez. No en vano, esa atracción que desataba en Marta, había hecho que lo incorporáramos en mas de una ocasión a nuestras fantasías, esas que sueñas pero nunca te atreves a realizar. En ese momento descubrí en los ojos de Marta un cierto deseo y su mirada lasciva que tanto me gustaba. Casi habíamos apurado los vermuts cuando volvió Juanjo, y tras cuatro comentarios triviales, nos despedimos pues la cena nos estaba esperando.

Ya en casa, me dispuse a preparar la mesa, mientras Marta calentaba la comida, para llenar la estancia puse música jazz para ir dando un poco de ritmo a la velada. Ya todo dispuesto en la mesa, descorche una botella de vino, el siglo gran reserva, un excelente compañero para la deliciosa ensalada y el suculento guisado de rape, que había cocinado mi adorable compañera. Lo cierto que era una gozada de cena, yo ya no sabía si seguir chupándome los dedos, degustar más almejas del guiso o dejarlo todo de lado y devorar apasionadamente a la maravillosa Marta; pero tiempo al tiempo pensé. Tras la suculenta cena, mientras ella preparaba el café, puse sobre la mesa un paquete con el regalo. Cuando llego con la cafetera humeante, con mi mano tendida le ofrecí el paquete, y nerviosa y emocionada se puso a abrirlo, extrajo dos cajas una grande y otra más pequeña. De la primera descubrió que se trataba de un libro, el kamasutra ilustrado y en una lujosa edición; sonrió y me dio un beso; de la cajita pequeña sacó un broche de plata labrada cuya figura era una mariposa con incrustaciones de piedras en verde, salto de alegría al tiempo que se me abrazo con todas sus fuerzas.

-¡Es precioso! -exclamó.

-Para mi -le conteste-. Es la representación perfecta de esos momentos tan efímeros y al mismo tiempo tan bellos que en nuestras vidas aparecen y desaparecen como si mariposas fuesen.

Serví el café, mientras Marta se colocaba el broche en su blusa a la altura de su pecho izquierdo. Nos sentamos en el sofá para tomarlo, y así más cómodos, de nuevo se abalanzo Marta sobre mí, fundiéndonos en un abrazo, pero en esta ocasión nuestras bocas se encontraron de forma apasionada, al tiempo que nuestras lenguas se enzarzaban en una cálida y desenfrenada batalla. El fragor amoroso me llevo a recorrer con mis manos todo su cuerpo, y mientras mi mano izquierda se entretenía masajeándo la deliciosa redondez de sus senos, intentando encontrar a través de su blusa la excitable erección de sus pezones, la derecha paseaba dulcemente entre sus muslos con descarado disimulo en busca de su oculto nenúfar.

Presos totalmente de la creciente lujuria, se retorcían nuestros cuerpos entre caricias, besos y gemidos. En un momento desabroché los botones de su blusa y abierta esta, disfruté con la excitante visión de sus pechos semicubiertos por el sugerente sujetador negro de encaje, que realzaba y potenciaba su enorme atractivo. Sin pensarlo un segundo más, libere una de sus atractivas tetas, y su pezón negro y tieso me invitaba desafiante a lamerlo y chuparlo como la más exquisita de las frutas. A las caricias de mi lengua en su sensible pezón, respondió rápidamente, masajeandome sobre la bragueta, como queriendo calibrar el tamaño de mi miembro, que sin duda alguna ya estaba a la altura de las circunstancias, Por mi parte no solo me dedicaba a comerme sus tetas, sino que con la otra mano, había conseguido arremangar y elevar su corta falda, hasta quedar este plegada en su cintura, dejando al descubierto sus muslos cubiertos por sus finas medias sujetas al liguero y sus bragas negras que dejaban adivinar la sociabilidad y abertura de su rico chochito. Como siempre me pasa, no pude resistirme a sentir con mi lengua la suavidad y dulce sabor de un coño bien húmedo y lubricado, de forma que con un brusco y salvaje estirón le rompí las bragas por aquel punto de manera que sin tener que quitárselas hundí mi cara en su palpitante mejillón chupándolo como si me fuera la vida en ello. Marta, claro esta, se estremecía de puro placer, y con sus dos manos guiaba y apretaba aún más mi cabeza entre sus piernas.

Lanzados como estabamos era difícil poner freno a tanto deseo y lujuria, pero con un gran esfuerzo me sobrepuse, separándome de ella, me levanté y encendí un cigarro. Marta se me quedo mirando con esos ojos de perdida, de animal en celo. Me acerqué un poco y suavemente le dije:

-Espera un poco, mi niña. A ti te gusta ver una buena película porno cuando estas caliente, ¿verdad?. Pues déjame hacer. Confía en mi y disfrutaras como nunca.

-Lo que tu quieras, mi vida -contestó, con su melosa voz.

Asiéndole de los brazos, la hice incorporarse y sentarse en el sillón balancín.

-Espera -volví con unas cuerdas de algodón y me dispuse a atarla de brazos y piernas al sillón. Así la amarré tal como estaba con la blusa abierta y la falda arremangada en su cintura, de modo que mostraba sus pechos cubiertos por el sostén, y su sus bragas rotas dejando entrever los labios de su chocho-. Ahora te voy a tapar la boca hasta que crea oportuno -le dije.

Ella se balanceo en clara señal de sentirse cada vez más caliente.

Transcurrieron un par de minutos en esa posición, momento en el que hice una llamada desde el estudio, y luego, tras poner en el giradiscos, el bolero de Ravel, me senté cómodamente en el sofá. Me miraba con ojos interrogantes, cuando de pronto apareció en el salón una escultural y jovencita muchacha. Esta se dirigió hacía Marta y le dio un beso en la mejilla, como beso Judas a Jesucristo, y luego se acerco a mí y me beso levemente en la boca, y se sentó a mi lado en el sofá. Marta nos miraba con dureza, su mirada denotaba una enorme rabia, y gran morbosidad al mismo tiempo.

La muchacha lucía tan solo un pequeño short vaquero que se le incrustaba entre sus nalgas mostrando toda la firmeza y redondez de su culo, y en la parte superior un pequeño body azul que resaltaba el poderío y grandiosidad de sus duras tetas. Marta desde su sillón forzoso, tenía una vista perfecta, pues se encontraba apenas a metro y medio del sofá en el que nos encontrábamos y casi enfrente, tan solo ladeada un poco a la izquierda. En su rostro vi que adivinaba perfectamente de lo que iba a ser testigo. Y si no se lo llego a creer, pronto salió de dudas, pues Montse, que así se llamaba la joven, no se lo pensó mucho y en un instante me acariciaba la polla por encima del pantalón, al tiempo que metía su lengua en mi boca en un apasionado y húmedo beso. Yo por mi parte pose mis dos manos en sus duros senos, acariciándolos y estrujándolos con fuerza, y pellizcando con los dedos pulgar e índice sus pezones, sobre la tela de su body. Con una ligera presión eleve su body, dejando ante mi cara sus desnudas y excitantes tetas, pues no llevaba sujetador debajo. De forma instintiva y asiéndolos con las dos manos me volqué en lamerlos, tintineando con la punta de mi lengua sus pezones cada vez más grandes y tiesos. Ella por su parte seguía forcejeando en mi bragueta, y suavemente me bajo la cremallera, liberando de entre los slips mi crecida verga; la cual acarició recorriendo toda su longitud con la mano, dejando el capullo a la vista, y tras unos cuantos vaivenes masturbatorios, se abalanzo sobre ella chupondola y succionándola con gran ansiedad, hasta tragársela toda por completo.

Me sentía en la gloria mientras me comía la polla, y como al acomodarse en el sofá en cuclillas para trabajarme la entrepierna, me imposibilitó continuar con el manoseo de sus pechos, mi mano izquierda se dedicó a acariciar sus nalgas, al tiempo que mis dedos hurgaban entre la costura de sus cortos pantalones con irrefrenable deseo de llegar a su sexo y sentir su estado de calentura. En ese momento levante la mirada hacía Marta y comprobé que no se perdía detalle y suspiraba con su mirada clavada en nosotros llena de furia e intentaba restregar su pubis sobre el asiento con gran dificultad, pues era evidente que la visión la estaba poniendo frenética tanto mental como sexualmente.

El morbo de la situación me lanzó aun más si cabe. Y pasando mi mano entre los muslos de la joven ascendí hasta conseguir alcanzar uno a uno los botones de su pequeño pantalón que al desabrocharlos permitieron que tirando de su cintura este fuera descendiendo, quedando atascado en sus rodillas, y dejando al descubierto un delicioso culo, y al estar de rodillas mostraba toda su rajita a mi atónita compañera, mientras yo acariciaba sus labios vaginales abriendo un poco más ese coño húmedo y rasurado. Mis dedos resbalaban por él, entrando y saliendo en su cálida cueva, al tiempo que la joven enloquecía y seguía saboreando con gula mi polla como la más viciosa golosina.

Estaba a punto de explotar, y decidí cambiar de posición, me levante y recosté a Montse en el sofá. Le quite su short, y de inmediato se abrió de piernas, ofreciéndome su jugoso chocho. Disfrute unos segundos contemplando sus labios abiertos y al tenerlo afeitado, pues solo tenía una pequeña mata de pelo sobre él, en su pubis, la visión era extraordinaria; así que sin más contemplaciones incruste mi cara entre sus muslos, y con mi lengua recorrí y saboree toda su almeja, insistiendo con la punta de mi lengua en su duro y prominente clítoris, Ella se retorcía de placer, al tiempo que se acariciaba sus tetas y pezones, y gemía como una loca.

En ese momento oímos que alguien entraba en la estancia. Levante la cabeza y vi a un joven apuesto vestido con un pantalón ligero y ancho de color negro y una camiseta blanca de esport con tirantes.

-¡Hola! -nos saludo.

Y se dirigió hacia Marta, Montse y yo sentados en el sofá le seguimos con la vista, y pude comprobar como Marta se emocionaba, y su chocho relucía por el reflejo de la luz en sus abundantes jugos sexuales. El joven se paró ante ella y le quito la mordaza, al tiempo que paseaba los dedos entre sus labios que ansiosos se los tragaron y ensalivaron. Sacando su mano, le acarició la mejilla y le dio un cálido beso en la boca. Caliente como estaba, le pedí a Montse que se sentara sobre mí, de manera que sentado en el sofá, apoyando su espalda contra mi pecho fue descendiendo lentamente hasta tragarse su coño hospitalario toda mi tiesa verga.

Pose mis manos en sus pechos, y comenzó a cabalgar sobre mi polla entrando y saliendo y cambiando constantemente de ritmo, al tiempo que contemplábamos como el joven recorría con su mano el lubricado y henchido chocho de mi mujer, mientras rozaba su miembro aun oculto en sus pantalones por toda la cara de Marta, la cual enloquecía sintiéndolo e intentando atraparlo en su boca con dientes, labios y lengua.

-¡Sí, sí, sí! ¡Dámela, mmm! -gritaba descompuesta. La pobre creía que por fin alguien iba a dedicarle sus caricias, su cuerpo; alguien que la desatara y la hiciera vibrar hasta explotar en un orgasmo que ya no podía contener más.

Pero se quedo sorprendida e histérica cuando vio que el joven se separó de ella después de sobarle las tetas, y acercándose a nosotros se bajo de golpe los pantalones, ofreciendo su descomunal polla a la entreabierta boca de Montse, que rápidamente la lamió y se la trago. Y así mientras la follaba, se relamía chupando y comiéndose la verga de su amigo.

-Cabrones, cabrones, no podéis dejarme así, por favor. ¡Que estoy muy caliente!¡Folladme a mí, tocadme, comedme, os necesito por favor! -gritaba Marta, convulsionándose en su sillón.

El fuego de su coño debía ser inaguantable, y de pronto la oí chillar y musitar:

¡Aaah! ¡Ahí, ahí! Mmm, mmm -lo que delataba que se estaba corriendo salvajemente.

Viendo que ya tampoco iba a poder aguantar mucho más, saqué mi polla de Montse y mientras esta seguía comiéndose golosamente el sabroso pirulí del joven, me dedique a comerle y ensalivarle su apretado agujero hasta lograr introducir la punta mi lengua en su culo. Entonces acostándome en el sofá la tire del brazo diciéndole:

-Ven, te la voy a meter por el culo, me quiero correr dentro de ti -ella sonriente, se puso en cuclillas, situando su culo a la altura de mi polla y descendiendo poco a poco hizo desaparecer mi verga en el interior de su estrecho culito, y se tumbo sobre mi pecho facilitando los embates de mi cintura que me permitían moverme en su interior. Marta disfrutaba de un primerisimo primer plano, contemplando como se la metía por el culo a la muchacha, y parecía volver a excitarse, después del intenso orgasmo que había tenido. Alfredo, nuestro joven partenaire, después de haber disfrutado con todo detalle del acoplamiento, decidió pasar a la acción, y su idea no fue otra que la de, acercándose ante la sodomita unión, lamer y lubricar la enculada, de modo que igual chupaba el coño de Marta, como su culo y por supuesto mi polla mientras entraba y salía, suavizando de tal modo la follada, que en un momento el fluido mete-saca alcanzo más de mil r.p.m. Nunca me había lamido un hombre, y me estaba gustando muchisimo, esforzándome por no correrme, quería prolongar el momento. Entonces note como Alfredo se levantaba y de rodillas entre nuestras piernas apoyo la punta de su capullo a la entrada de la vagina de Montse y desplomándose lentamente la penetro con suma facilidad, y comenzó a moverse duramente dentro de ella.

-¡Ahh! Que bueno, más, sí más. Vamos, más... -mascullaba Marta, como si fuera ella la poseída por dos hombres a la vez.

Para mí era una sensación indescriptible, el sentir el roce de la polla de Alfredo con la mía, a través de la estrecha pared vaginal. Nos se cuanto duro el momento pero si que sentí la gran intensidad del placer hasta el momento en que me corrí tan explosivamente que quede casi inconsciente, sintiendo durante un instante más los embates de la verga de Alfredo que incansable seguía haciendo gozar a Montse, que temblaba y se desplazaba sobre mi cuerpo a cada acometida de nuestro amigo. Y así sin salir de su interior note como se corría Alfredo, al tiempo que La muchacha gritaba:

-¡Ah! -corriéndose también con dos pollas en su más sentido interior.

Tras des cansar un momento, nuestros cuerpos aún temblorosos, se desacoplaron, incorporándonos con una gran sonrisa y satisfacción. El relax y calma de nuestros rostros, contrastaba con la tensión y ferviente deseo reflejados en la cara y mirada de Marta. Mientras nos vestíamos, Marta pedía que la desatáramos.

-¿No se acabará así la fiesta? -preguntaba algo enfadada-. Yo necesito más y quiero participar también -exigía.

Ya vestidos, me despedí de Montse con un dulce beso y un apretón de nuestros cuerpos, y de Alfredo, con un gran abrazo, mientras nuestros labios besaban nuestras mejillas. Los dos tal como salían, se acercaron a Marta y elevando los hombros, clara señal de no entender mucho, posaron sus labios en un húmedo beso sobre sus pezones sudorosos, luego besaron sus mejillas y desaparecieron con un:

-Hasta luego.

-¿Qué significa esto? Me pones a mil y me dejas fuera mientras tu disfrutas de lo lindo. ¡No es justo! -me reprochó Marta, pero ya no enfurecida, sino como pidiendo su ración de sexo y placer.

-Tranquila -le respondí-, esto no es más que el comienzo y un homenaje para ti en tu aniversario. Ya que te gusta ponerte cachonda mientras ves alguna película porno, te hemos ofrecido esta en directo. La has podido ver, oír, oler, pero como espectadora, no has podido saborear ni tocar; es lo propio de los films. Ahora cuando te desate, dejaras de ser la pasiva mirona y actuaras como te dicten tus sentidos e impulsos.

Continuará...

                         

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