Después de meses de planificación, finalmente pondría en marcha mi deseo de venganza contra Rachel Mitchell, la responsable del sufrimiento de mi madre. La odiaba, una chica egoísta que siempre tuvo a su padre, Patrick, complaciendo todos sus caprichos, sin importar el impacto que causa en otras personas, convirtiéndola en una persona frívola y mezquina.
Ahora era el momento de que aprendiera una lección merecida. Nada podría disuadir de mi deseo de venganza, alimentado durante el tiempo en que Patrick abandonó a mi madre. Él pagó por ceder a los caprichos de su hija egoísta. Era hora de que Rachel aprendiera que, a veces, es necesario renunciar a nuestros propios deseos por la felicidad de los demás.
- ¿Vas a dejarla esperando por cuánto tiempo? - Mi asistente preguntó, sin importarle enfrentar mi furia.
- El tiempo que considere necesario. - Respondí con rudeza.
- ¿Por qué no haces de una vez lo que deseas y terminas con esto? - Ryan insistió.
- No estoy pidiendo tus consejos ni pretendo escuchar lo que tengas que decir. - Repliqué. - Lo haré a mi manera.
Ryan fue al bar y se sirvió otra copa de coñac, la tercera. Sabía que estaba incómodo con la situación que yo mismo había creado para darle una lección a Rachel, la chica mimada. A pesar de estar en total desacuerdo, valoraba nuestra amistad. Aunque reacio, insistí en que me acompañara en el paseo en yate.
- No te pago para que bebas mi mejor licor.
- Tampoco me pagan para ser cómplice de un crimen, sin embargo, aquí estoy.
Ryan no se dejaba intimidar por mí y siempre decía lo que pensaba. Fue por esa razón que lo promovió de pasante a mi asistente personal en mi empresa de telecomunicaciones, Anglo-X. Era un puesto de extrema confianza, pero que exigía mucho de quien lo ocupaba.
- No sé de dónde sacas esa idea de crimen. Todo se está haciendo con el consentimiento de la chica - dije con un gesto despectivo. - Ella está aquí porque así lo quiso.
- Está aquí porque se sentía tan desesperada que aceptó entregar su virginidad a cambio de dinero.
- Eso solo demuestra lo interesada que es. Otra cualidad de mi querida Rachel... - respondí con sarcasmo.
Ahora estábamos en la cubierta principal de mi yate, el Mary-Mary, después de que instruí a una camarera para que llevara a Rachel a la cubierta inferior, donde había una mesa puesta de manera romántica. Era una trampa para engañar a esa chica frívola, creando falsas esperanzas, pero no había romance planeado para esa noche.
No tenía prisa en ejecutar mi plan. Mientras conversaba con mi asistente rebelde, cómodamente sentado en un sofá lujoso, con música ambiental y disfrutando de un buen whisky, Rachel estaba afuera, probablemente pensando y temiendo lo que estaba por venir.
Pensándolo mejor, era una interesada y quizás solo estuviera preocupada por el dinero que recibiría. Sin embargo, ya no tenía nada más que entregar, pues también me aseguré de eso.
- Ella no sabe que cayó en una trampa creada por ti, desde la pérdida de todo lo que tenía, hasta la invención de esa aplicación de subastas falsa que mandaste crear, todo solo para tenerla a tu entera disposición, para que pudieras humillarla.
- No entiendo cómo puedo ser culpable de que Patrick fuera adicto al juego y, aún peor, un perdedor nato que no sabía cuándo parar. - Aunque me estaba justificando, sonreía al contar con la suerte en todos los pasos de mi venganza.
- Te aprovechaste de la confianza que deposita en ti, Kael. Dejaste que se hundiera en deudas y luego compraste su empresa, prometiéndote cosas que no tenías intención de cumplir. O mejor dicho, que no cumpliste.
Ryan decía la verdad, pero no siento ningún remordimiento o culpa, como él esperaba. Todo se alineaba para que pudiera vengar a mi madre, y estaba dispuesto a llegar hasta el final para lograrlo. No tendría compasión por Rachel. Tendría que humillarse ante mí, como mi madre lo había hecho para que Patrick no la abandonara, solo porque su hija no aceptaba que tuviera otra mujer aparte de su madre, que ya había fallecido.
Rachel no sabía que Patrick y su madre no eran pareja desde hacía mucho tiempo y sólo mantenían las apariencias por sus hijas. Patrick había tenido una relación con mi madre durante años, desde mi adolescencia.
Cuando la esposa falleció, mi madre esperaba que finalmente pudieran estar juntos, públicamente, y ser felices. Sin embargo, Rachel descubrió la relación y amenazó con quitarse la vida, chantajeando a Patrick. Él le pidió a mi madre que esperara, prometiendo hacer público su romance cuando fuera el momento adecuado.
Después de un año, mi madre, cansada de ser la amante, le dio un ultimátum. Patrick eligió seguir los deseos de Rachel y dejó a mi madre, a pesar de todo el tiempo que habían estado juntos en secreto.
Pero Mary quedó profundamente triste por la separación y cayó en una depresión, lo que hizo necesario su ingreso en una clínica. Yo la visitaba regularmente, pero su salud se deterioró aún más con la muerte de Patrick. Todo esto tenía una única culpable: ¡Rachel! Iba a sufrir tanto como mi madre había sufrido desde que perdió a su gran amor.
-¡Prometiste que cuidarías de Rachel y Sarah como si fueran tus hermanas! -Ryan continuó insistiendo.
Llevaba días con el mismo discurso, pero yo solo estaba devolviendo mal por mal. Es simple.
-Me encargaré de que Sarah tenga un empleo digno.
Aunque las dos hermanas eran muy parecidas físicamente, en cuanto a personalidad eran completamente opuestas, y había investigado mucho sobre ellas, incluso contratando a una agencia de investigación para asegurarse de conocer todos los hechos. La verdad era que Sarah realmente era muy diferente de su hermana gemela.
-Eso no es suficiente.
-Sarah también cometió algunos errores, dejándose influenciar por Rachel -dije, tomando un largo trago de mi whisky-. No pensó en el futuro, sólo se preocupó por acompañar a su hermana en viajes y paseos.
-¿No crees que estás siendo demasiado duro?
-Lo estoy -dejé el vaso vacío sobre la mesa auxiliar y caminé hacia la escalera que conducía a un pasillo, y de ahí, al puente inferior-. Y no siento ningún remordimiento por ello.
No me molesté en escuchar lo que Ryan tenía que decir y continué con pasos firmes, anticipando el placer que sentiría al estar cara a cara con Rachel y cómo sería extraordinario hacerlo desde una posición de superioridad, haciéndola sentir de la peor manera posible. Nada me haría cambiar de opinión.