~Kelleaynne -~
- Creo que el sexo en las mañanas es mejor que el café...- comenta Killian acercándose a la isla. Me da un beso en la mejilla y me arregla un mechón rebelde.
Le sonrío en respuesta, a lo que él responde con la misma calidez. Sus ojos azules me transmiten calma, mientras me transportan a esa playa hawaiana en la que pasamos nuestra luna de miel.
- Yo también lo creo...- digo y me roba un pequeño beso.
Mi esposo pasa a mi lado con uno de esos trajes que me muero por quitarle. Hoy luce un Emporio Armani gris que resalta sus 1,87 de altura y ese hermoso y trabajado cuerpo. El gris entra en contraste con el azul de sus ojos, pero es uno de los colores que más le lucen.
- Entonces, ya no habrán más desayunos...- se para frente a mí y me observa con picardía. - Nos saciaremos mutuamente...
Sus comentarios me hacen reír. Killian parece un chico tranquilo, algo intimidante, pero al mismo tiempo un ángel incapaz de romper un plato. Pero cuando estamos solos saca su lado diabólico, no para mal, sino para hacerme sentir la mujer más plena de este mundo. Es salvaje y tierno, sabe como comportarse en cada ocasión.
- ¿Y solo se va a aplicar a los desayunos?...- pregunto traviesa. Me muerdo el labio e intensifico mi mirada.
- Dios, Anne...- niega con la cabeza. Me río de su expresión mientras se vuelve a acercar a mí. - ¿Qué hice para merecerte?...- pregunta tiernamente.
- Me ofreciste el mundo entero...- le respondo abrazándolo por el cuello. - y me lo entregas cada día de nuestra existencia...
- Te amo...- me susurra.
- Yo también te amo...
***
Después del desayuno salimos al jardín, donde ya están preparados nuestros autos. Cuando Killian me propuso vivir en Östermalm me puse muy nerviosa porque iba a pasar de mi pequeño piso a una mansión. Nunca creí vivir rodeada de tantos lujos, y es que mi esposo cumple cada uno de mis deseos, incluso sin decírselos.
La mansión está formada por dos viviendas. La principal, que es en la que nos quedamos, es un enorme edificio de tres plantas, más grande que el pequeño colegio al que iba en la primaria. Nosotros ocupamos el tercer piso, el segundo es para los invitados y algunas actividades como el gimnasio, y en la última planta quedan el comedor, la sala, la enorme cocina, la bodega y la sala de arte. Esta es mi casa soñada. De paredes blancas y pilares de mármol.
La segunda es más pequeña y pertenece a los empleados, a quienes tratamos con mucho respeto. Killian puede ser la excepción en la Élite, su corazón es enorme y bondadoso.
Un enorme jardín de rosas y fuentes se extiende formando un lugar perfecto para descansar al aire libre, leer, hacer un picnic o simplemente hacer el amor a la luz de la luna.
- ¿Nos vemos a las tres?...- le pregunto, ya que siempre comemos juntos.
- Hoy debo llevarle unos papeles a Cayden, y esa reunión se puede alargar...- me responde apenado. Sus ojos azules brillan con inocencia, son tan lindos que presiento lo siguiente que va a decir. - A no ser que...
- No...- digo sin dejarle terminar.
- Anne, tu escuela de arte queda a una manzana de Madsen Company...- suplica sosteniendo mi mejilla.
Madsen Company es la empresa de su familia, la cual él rechazó para formar su empresa independiente. No es porque se lleve mal con su familia, simplemente porque no comparten la misma visión de futuro. Al retirarse, la empresa familiar quedó completamente bajo el poder de su hermano, Cayden Madsen. Un hombre al que trato de evitar lo más posible.
- No tengo ánimos de ver la cara de tu hermano...- le digo sin ocultar lo mal que me cae.
- Lo sé, cielo...- me da un corto beso. - Pero, si le entregas los documentos, podremos ir a comer a ese restaurante francés que tanto te gusta...- susurra de una manera convincente.
- Cayden es...
- Mi hermano y tú eres mi esposa...- suspira. - Me gustaría que se llevasen bien, pero tampoco voy a obligarte...
- Está bien...
Killian sonríe, se aleja para abrir su maletín y retira un folder negro.
- Se lo daré a su secretaria...- aclaro al recibirlo.
- Te lo agradezco...- besa mi mejilla.
- Nos vemos...- me separo para entrar a mi Volvo negro. Un regalo de mi esposo por mis veintiocho años.
- Conduce con cuidado...- me sonríe acercándose a la puerta de su Rolls Royce blanco.
Reviso mi reloj antes de poner el auto en marcha, acomodo el folder en el asiento del copiloto y ya lista le lanzo una última mirada a mi pareja.
Por un tiempo tengo su auto detrás, pero tras unos minutos, nos separamos y cada quien toma un rumbo diferente. Yo me dirijo a Norrmalm, donde se encuentra mi pequeña escuela y por desgracia, la empresa de mi cuñado. Killian, al contrario, se dirige a Gamla Stan.
Nací en Francia, pero me crié en la ciudad Sueca de Visby, Gotlandia. Una ciudad de carácter medieval de la que quise escaparme al cumplir los 15. No pude, pero sí a los 18 con mi ingreso a la universidad. Nunca creí que pasaría de esa vida a la que hoy tengo, y no estoy desprestigiando la vida que me dieron mis padres, solo que no cambiaría lo que tengo en este momento.
Pocas veces he llegado a estas oficinas, pero nunca sola. Me sé el camino, pero por momentos dudo. Varios empleados me saludan al verme entrar, todos con una sonrisa tierna y genuina, aunque hay un par que simplemente pasan de largo. No me quejo, no soy su jefa ni nada parecido, solo soy una persona que detesta este lugar.
Salgo del ascensor en la última planta dispuesta a hacerlo lo más pronto posible. Entrar, entregarle los documentos a Susi, la secretaria y marcharme. Sin tener que verme con Cayden.
Para mi desgracia al llegar al lugar de la rubia, ella no se encuentra. Seguro fue a por un café o algunos papeles. Pienso en dejar ahí los documentos, pero no es ético, pues podrían extraviarse en algún descuido.
- Dios...- suelto un suspiro pensando en qué hacer. Quiero esperar a la mujer, pero el tiempo se me acaba. - Bueno, yo...
«Susi, prepare los documentos de exportación » la voz grave y algo agitada, de mi cunado me sobresalta. Mi corazón da un brinco por la repentina invasión del silencio y ruedo los ojos al confirmar que se encuentra en su despacho. Ahora sí ya no tengo excusas para no ver su maldito rostro.
- Bien...- me acerco a la puerta y de manera imprudente la abro.
La imprudencia me había puesto en varias situaciones vergonzosas en esta vida, pero ninguna como la que me estoy obligando a vivir. Pues nada más abrir la puerta me congelo al ver a Cayden semidesnudo y viniéndose en el rostro de una chica que podría tener unos veinte años. Gruñe mientras se libera y yo quiero darme la vuelta y salir de ahí, pero mis pies no quieren reaccionar, al igual que mis ojos no se quieren apartar.
- Deja los documentos en el piso y cierra mi puta puerta...- me dice lanzandome una mirada molesta. Su cabello oscuro cae sobre sus ojos, haciéndolo ver más amenazante.
Trato de hablar pero las palabras se atoran en mi garganta al ver cómo dirige esa mano tatuada al cabello de la joven, hunde sus dedos en él y la obliga a alzar la cabeza, continuando con su momento de placer.
- Anne...- susurra clavando esos ojos oscuros en mí. Más que un susurro parece un gemido, uno para nada meticuloso.
Suelto el folder y retroceso dando un portazo. Mi respiración se vuelve un caos sin ningún sentido, me tiemblan las piernas y una mezcla entre el asco y la rabia se apodera de mí.
- Mierda...- maldigo alejándome de esa puerta, para tomar el ascensor.
Ya me arruinó la mañana.