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img img Romance img Los Mellizos del CEO
Los Mellizos del CEO

Los Mellizos del CEO

img Romance
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Acerca de

Paola Fischer vive un matrimonio aparentemente feliz hasta el día en que, al regresar a casa, encuentra a su esposo, Lucas Hotman, en la cama con su secretaria, Rose Evans. La traición la deja destrozada, y, sin saber cómo enfrentar el dolor, se marcha de su hogar. Esa noche, en un bar, conoce a un enigmático desconocido que le ofrece una compañía inesperada. Buscando escapar de su desilusión, Paola se entrega a una noche de pasión con él, dejando que el dolor de su traición se diluya en la intimidad. Al día siguiente, trata de seguir adelante, pero pronto se enfrenta a una sorpresa que cambia el curso de su vida: está embarazada, y el padre no es Lucas, sino aquel hombre al que apenas conoció.

Capítulo 1 La noche en el bar

Paola subió al auto con las manos temblorosas y el corazón hecho pedazos. No sabía a dónde ir, pero necesitaba huir, perderse en algún lugar donde pudiera dejar que el dolor se derramara sin contención, aunque solo fuera por unas horas. Conducía sin rumbo fijo cuando, casi por inercia, terminó frente a un bar discreto y sombrío, el tipo de sitio en el que nadie la reconocería, donde podía hundirse en el alcohol sin ser molestada.

Entró sin mirar a nadie, pidió una copa con la voz apagada y se acomodó en una mesa apartada. Las luces tenues y el murmullo constante del lugar le regalaron una sensación pasajera de anonimato, de soledad compartida. A medida que el licor empezaba a recorrerle las venas, Paola intentaba dejar que las palabras crueles de Lucas se disolvieran, pero cada sorbo solo era un respiro breve. Porque al cerrar los ojos, la escena volvía: Lucas y Rose en su cama, una imagen cruel que se clavaba como una pesadilla imposible de esquivar.

-¿Cómo pude ser tan ingenua? -murmuró con una mezcla de rabia y desolación.

Tres años de su vida entregados a un hombre que terminó traicionándola de la forma más vil. Lucas había sido su refugio, su compañero, o al menos eso había creído. Recordó sus intentos por formar una familia, las promesas rotas, las miradas evasivas cuando hablaban del futuro. Ella se desvivía por complacerlo, por ser la esposa perfecta, mientras él ocultaba a su amante a plena vista.

El alcohol entumecía su cuerpo, pero su mente seguía encadenada al recuerdo de aquella tarde. Podía escuchar la voz gélida de Lucas llamándola frígida, reprochándole que estar con ella era un tedio. ¿Cómo había soportado semejante crueldad? ¿Cómo había permitido que ese amor se convirtiera en una prisión?

El rostro de Rose aparecía con cada trago, burlón, satisfecho, como la sombra que siempre había estado en la oficina de Lucas. Ahora sabía que aquel papel secundario era mucho más grande de lo que había imaginado.

-¿Por qué me hiciste esto, Lucas? -susurró al vacío, como si una respuesta pudiera liberarla.

Las horas se deslizaban lentas, como el hielo derritiéndose en su vaso. El barman, con expresión seria, se le acercó cuando el reloj marcaba la una.

-Señorita, ya es tarde. Le pedí un Uber, será mejor que regrese a casa.

Paola frunció el ceño; no quería irse. Volver a casa era enfrentar la soledad y la humillación. Quería seguir bebiendo, perderse más en el olvido.

-No, por favor... -susurró, aferrándose débilmente a la barra.

Pero el barman fue firme y, con ayuda de un guardia, la llevaron hasta la salida. Sus protestas eran apenas murmullos incoherentes mientras la depositaban en la acera. La brisa nocturna le devolvió un poco de lucidez, aunque no disipó la angustia. ¿A dónde podía ir? No quería volver al hogar que compartía con Lucas.

En ese momento, un auto negro se detuvo frente a ella. Mareada, supuso que era el Uber. Abrió la puerta y se deslizó dentro, sin detenerse a pensar.

Cuando se acomodó en el asiento trasero, descubrió que no estaba sola. Un hombre de cabello oscuro y mirada penetrante la observaba con sorpresa.

-Ups... creo que este no es mi Uber -balbuceó, entre confusión y alarma.

Intentó ordenar sus pensamientos, pero el mareo la venció. Sus párpados se cerraron y, antes de poder reaccionar, se desplomó en los brazos de aquel desconocido.

...

No supo cuánto tiempo pasó. Cuando abrió los ojos, estaba recostada en una cama extraña, en una habitación iluminada tenuemente. Frente a ella, un hombre alto y atractivo la observaba con una mezcla de curiosidad y preocupación.

Los recuerdos de la noche regresaron en fragmentos: el bar, la traición de Lucas, el auto. Y junto a todo eso, el eco de las palabras crueles de Brenda, su suegra, repitiéndose en su mente como dagas. Una ira renovada se encendió en su pecho.

Si Lucas la había destruido con su traición, ¿por qué ella no podía hacer lo mismo? No sanaría su dolor, pero quizá podría recuperar un atisbo de control.

Movida por el alcohol y el deseo de venganza, Paola extendió la mano y tomó el rostro del desconocido. Lo atrajo hacia sí y lo besó con fuerza, esperando que él la rechazara. Pero no lo hizo. Él respondió, envolviéndola en un abrazo ardiente que la hizo estremecer.

Los labios de aquel hombre eran intensos, profundos, y sin embargo cargados de una ternura desconcertante. Paola sintió que, por primera vez en mucho tiempo, alguien la besaba no solo con deseo, sino con respeto. Y en los brazos de un completo extraño, se permitió olvidar el dolor, aunque solo fuera por unos minutos.

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