El hijo secreto del billonario
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Capítulo 3 003

- Necesitamos salir de aquí -Antonella se arrastró agachada, mientras agarraba la mano de Dominique y se dirigía hacia la escalera de emergencia.

-¿Qué estás haciendo, amiga? -Dominique la interceptó a mitad del trayecto, mirándola a los ojos asustados-. Tienes una entrevista de trabajo.

-No puedo trabajar aquí -dijo-, y al sentir que el corazón iba a explotar, se detuvo, apoyándose contra la pared detrás de ella y deslizó su cuerpo hasta los escalones-. Sé que mi padre querrá matarme cuando sepa que no hice la entrevista, pero no puedo trabajar para Benjamín, para el hombre que me abandonó en el altar y luego, fingiendo no conocerme, me llevó a la cama.

-Tampoco eres tan inocente, Antonella -Dominique se agachó junto a ella y, al notar la desesperación de su amiga, trató de ser solidaria-. Pero es como un dios griego, ¿quién resistiría tanta belleza?

Antonella entrecerró los ojos en señal de desaprobación ante el comentario de Dominique. Sabía que, en el fondo, solo intentaba ayudar. Pero en ese caso, no había mucho que hacer. ¿Benjamín lo había hecho a propósito? Antonella no lo dudaba; sin embargo, no se rebajaría al punto de buscarlo para exigirle explicaciones.

Se levantó nuevamente, sintiendo los nervios más calmados, y decidió que era hora de marcharse. Bajaba las escaleras apresuradamente. Quería desaparecer de ese lugar antes de encontrarse accidentalmente con Benjamín.

-Puedo ir a exigirle una explicación -dijo Dominique, haciendo que Antonella se detuviera bruscamente, asustada por lo que acababa de escuchar-. Tendrá que explicar claramente por qué te abandonó en el altar.

Antonella no dudaba que Dominique fuera capaz de hacerlo.

-Olvídate de eso, Dominique -suplicó, agarrándola por los hombros-. Vámonos de aquí y finjamos que nada de esto pasó.

-¿Y qué le dirás al viejo Enrico? -esa pregunta hizo que las pestañas de Antonella temblaran-. No aceptará tus excusas, Antonella, y terminarás metiéndote en otro problema con tu padre.

-Mejor un problema con él que enfrentar a ese diablo de ojos verdes -el comentario hizo que Dominique sonriera-. Además, estoy harta de seguir las órdenes de Enrico.

-Es el diablo de ojos verdes más guapo que he visto -el comentario hizo que Antonella pusiera los ojos en blanco mientras salía del edificio.

En silencio, se subió al coche, dándose cuenta de que Dominique tenía razón. Enrico no aceptaría sus excusas, fueran cuales fueran. Necesitaba conseguir un empleo urgentemente, no solo para calmar la furia de su padre, sino también para volverse independiente y finalmente salir de esa casa.

-No puede ser que solo haya una vacante de empleo en toda esta ciudad -murmuró-. Encontraré un trabajo mejor, en un lugar donde no tenga que enfrentar al hombre que me engañó.

-Tienes razón -dijo Dominique mientras conducía de regreso a casa de Antonella-. Pero ese empleo era lo mejor que podías conseguir.

-¿Por qué tengo la impresión de que estás intentando coaccionarme?

Dominique la miró, sintiéndose ofendida.

-Yo solo quiero lo mejor para ti -dijo sin mirarla directamente-, y si lo mejor es trabajar para Benjamín, que así sea.

Pero Antonella no permitiría que nadie la influenciara. Le pidió a Dominique que cambiara la ruta y se detuvieron en la cafetería del pueblo. Mientras desayunaba, buscaba en internet vacantes de empleo en los alrededores. Su semblante estaba preocupado y se frustró cuando, por segunda vez, se dio cuenta de que Dominique tenía razón. No encontraría un empleo mejor que ese.

Estaba entrando en un estado de desesperación cuando su teléfono sonó. Se llevó un gran susto al ver que la llamada provenía de su casa, específicamente de Enrico.

Sintió que sufriría un infarto, y su rostro palideció al atender la llamada y escuchar la furiosa voz de Enrico al otro lado de la línea.

-¿Dónde estás, Antonella? -se preguntaba hasta cuándo Enrico la trataría como a una niña-. Óscar acaba de llamarme para decirme que no te presentaste a la entrevista.

Tragó saliva, sintiendo cómo rasgaba su garganta. No imaginaba que las noticias llegarían tan rápido a los oídos de su padre.

-No quiero trabajar en ese lugar, papá -dijo valientemente, y escuchó un gruñido al otro lado de la línea-. Te pido que, por una vez, me dejes elegir dónde quiero trabajar.

-¿Crees que encontrarás un empleo mejor que ese? -El tono de voz de Enrico era tan alto que Antonella temió quedarse sorda-. ¿En qué trabajarás, Antonella? ¿De mesera? Pero eso es lo máximo que conseguirás con la formación que tienes.

Sintió como si otro golpe se estrellara contra su rostro. Tragó todo el dolor que las palabras de Enrico causaban en su corazón y, con valentía, le respondió:

-Estoy buscando -dijo-, y Enrico volvió a gruñir por décima vez-. No me esperes para almorzar. Volveré a casa por la noche.

Ella colgó la llamada sin despedirse, lo que dejaría a Enrico furioso. Cerró los ojos con fuerza mientras sentía cómo Dominique intentaba consolarla. Aunque no estuviera de acuerdo con su actitud, estaba dispuesta a apoyarla hasta las últimas consecuencias.

Antonella pasó todo ese día fuera de casa, y cuando regresó, sus padres ya estaban dormidos. Al día siguiente, hizo lo mismo. Salía temprano y volvía tarde, solo para no tener que enfrentarse a su propio padre.

Había pasado un mes y no logró conseguir un empleo, ni siquiera como mesera. Las exigencias de Enrico se habían vuelto insoportables, y Antonella empezó a considerar la idea de volver y humillarse, aceptando trabajar para Benjamín.

Esa mañana, cuando se encontró con Dominique, le pidió que la llevara de regreso a la empresa. Había acordado con Óscar, su tío por parte del padre, que haría la entrevista nuevamente, pero algo sucedió en el camino que cambió toda la historia.

Antonella salió corriendo del coche en cuanto Dominique estacionó y vomitó toda la comida que había ingerido esa mañana. No le había contado a nadie, pero llevaba días sintiendo náuseas constantes y un cansancio extremo.

-No me gusta esto, es una mala señal -cerró los ojos con fuerza y terminó su pensamiento-. ¿Desde cuándo tienes náuseas?

Antonella limpiaba su boca cuando miró a Dominique, alarmada por la expresión en el rostro de su mejor amiga.

-¿Qué quieres decir con eso? -preguntó, desconcertada.

-Solo responde mi pregunta, Antonella -insistió Dominique, impaciente.

-Hace algunos días -respondió-, pero sé lo que estás pensando y no hay ninguna posibilidad de que eso esté pasando.

-¿Juras que te protegiste cuando estuviste con Benjamín? -El rostro de Antonella se sonrojó de golpe-. Sin embargo, ni siquiera recuerdas bien lo que pasó esa noche.

Antonella guardó silencio, y una sensación de desesperación comenzó a consumirla poco a poco. En el mismo instante en que entendió a lo que Dominique se refería, esta la tomó del brazo y la arrastró hasta una farmacia. Compraron una prueba de embarazo y usaron el baño del establecimiento para realizarla.

-¿Es realmente necesario hacer esto ahora? -preguntó, nerviosa, mientras miraba el vaso lleno de orina donde reposaba la tira blanca de la prueba-. Voy a perder por segunda vez la entrevista, y Enrico no me lo perdonará esta vez.

-Imagínate entonces lo que hará cuando descubra que estás embarazada -Dominique sacó la prueba y se la mostró a Antonella-. Resultado positivo.

El corazón de Antonella explotó en su pecho.

Esto no podía estar pasando. No podía estar embarazada con su exnovio.

            
            

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