VALLIE
-¿Estás bien, cariño? - pregunta Kiara, depositando otra ronda de panqueques de plátano y avena sobre la mesa. Le doy una sonrisa con los labios apretados y murmuro un simple sí. Ella frunce el ceño, pero no hace más preguntas.
- ¿Tienes salsa de chocolate? Le pregunto y ella empuja la olla hacia mí.
Estoy despierto desde las 3 am, cuando tomé el coraje de salir de mi habitación y explicarle a Dean lo que vio, no es que le deba ninguna explicación al idiota, él ya se había ido y yo me quedé dando vueltas en la cama. Si bien entiendo su reacción inmediata, no tenía derecho a entrar a mi habitación y hablarme así. De todos modos, no hemos hablado desde entonces y eso me está devorando por dentro.
La escena sigue repitiéndose en mi mente.
La forma en que sus ojos se apretaron, la forma en que apretó la mandíbula y mi corazón se aceleró. No fue sólo sorpresa y desaprobación lo que vi en su rostro, no, había algo más.
Algo que aún no he podido definir.
¿Habló con mamá sobre lo que vio?
-Para de hacer eso. - Kiara toca mi plato y mis ojos se dirigen a ella.
-¿Qué? - cuestiono cuando reviso brevemente los alrededores.
- Mirando al vacío y haciendo una mueca, así, así... - señala mi cara y yo toco mi frente.
- No estaba haciendo ninguna mueca.
-Pero yo estaba mirando al vacío. - Ignoro su intento de irritarme y me concentro en mis panqueques hasta que escucho abrirse la puerta principal.
Son segundos, pero poco a poco todo se vuelve lento y denso.
- Llegaron tus padres. - Dice Kiara saltando de su silla y dándome palmaditas en el hombro con emoción.
¿Desde cuándo está tan feliz de trabajar?
Sus padres.
Bufido.
Dean no es mi padre.
-¿Vallie? - Escucho a mamá llamarme y respiro hondo. No puedo evitar la confrontación, si él le dijo lo que hice, entonces tengo que lidiar con las consecuencias.
Coloco mis talones firmemente en el suelo y empujo la silla hacia atrás, me levanto y camino hacia la sala de estar. La primera cara que veo es la de mamá, sonriendo y sonrojada más que la última vez que la vi.
- Mamá.- La rodeo con mis brazos, besando su cabeza y murmurando lo feliz que estoy por su recuperación. - Prometo que seré una mejor hija.
-Oh cariño. El único que necesita disculparse soy yo. - Mamá me agarra las manos, obligándome a arrodillarme frente a ella y alinear nuestros ojos. Parece más joven con el vestido floral que lleva, su cabello recogido en lo alto de su cabeza haciéndola lucir tan femenina que casi olvido por qué estamos aquí.
- Lily, cariño, tu hija ya no es una niña. No necesitas disculparte. - Miro a mi padrastro, solo entonces noto su presencia justo detrás de mi madre. Él todavía tiene las manos en los mangos de la silla de ruedas en la que ella está y me mira con desaprobación.
Ella ya no es una niña.
Puedo sentir la pista allí, pero considerando que no voy a recibir un sermón ni preguntas raras, voy a asumir que no dijo nada sobre lo de anoche.
Me muerdo el interior de la mejilla, aparto la mirada de él y vuelvo a mirar a mamá.
- No seas así, Dean.
- Está bien, tu marido tiene razón. Acabas de despertar del coma y necesitas descansar, no tienes que preocuparte por mí. Estoy bien.
Se produce un silencio incómodo y estoy lista para levantarme cuando Kiara me toca el hombro y dice mi nombre. Ella ha estado actuando como una hermana mayor durante el último año, así que estoy agradecida de que haya sentido la incomodidad y haya decidido intervenir en mi nombre.
- Mi pequeño Sol... - Comienza mamá, dejándome melancólico por mi apodo de infancia. - Para ti también ha sido difícil, no me he portado como una buena madre.
Sacudo la cabeza en señal de negación.
- No necesitamos tener esta conversación, lo entiendo. - murmuro.
-Vamos, Lirio. Usted necesita descansar. - Dice Dean, y aunque su tono es neutro, siento que mi cuerpo se pone rígido.
- Una cosa más, cariño. - dice y luego me mira seriamente, los pocos segundos que siguen son como los últimos segundos de mi vida. El sudor que no estaba corre por mi espalda y frente, mi lengua sale para humedecer mis labios y aun así el nerviosismo solo aumenta. Intento no mirar a mi padrastro, pero por alguna razón me atraen sus ojos y me pierdo allí. De nuevo. De nuevo. De nuevo...
-Esa es una promesa. - Dice mamá y parpadeo confundida.
-¿Promesa? - Intento no parecer insegura, pero el agarre de Kiara en mi brazo me hace pensar que fue la pregunta equivocada.
- Hablé con Dean sobre esto, pero tú también mereces mi palabra. Volveré a mi régimen de adelgazamiento y ejercicios, prometo que esta vez será diferente. - Fuerzo una sonrisa y trato de no mirarlo, pero vuelve a ser el mismo discurso y es imposible ignorar el sabor amargo en mi boca.
-Siempre estaré aquí. - digo y nadie dice nada más.
Dean lleva a mamá a su habitación y yo paso el resto del día huyendo de él. Antes de que oscurezca, tomo prestado el auto de Kiara y voy a la ciudad a comprar. Cuando mis padres se casaron, teníamos una vida cómoda y vivíamos en un buen vecindario, pero no éramos ricos.
Mi padrastro, sí.
Al principio pensé que tenía tanto dinero como nosotros por la ropa y el coche que usaba. Al parecer estoy ciego desde hace mucho tiempo y el idiota está lleno de dinero.
Miro la tarjeta platino que recibí de él a finales del año pasado y pienso qué hacer con ella, no es que necesite mucha ropa viviendo en el fin del mundo e yendo a una escuela religiosa solo para niñas. , sin embargo, puedo ser creativo cuando quiero y lo único que quiero es venganza.
Estaciono el auto frente a la única tienda de fantasía que encontré después de conducir dos horas y salgo. La encargada es amable y me muestra todos los vestidos de corsé y transparencias disponibles, compro dos de ellos que me parecen mínimamente reveladores, una peluca rubia, pantimedias con pequeñas piedras brillantes y lo pongo todo en la tarjeta de Dean.
A la vuelta paso por el snack bar y compro tarta de manzana.
Cuando llego a casa, tengo una sonrisa en la cara y muchas bolsas en las manos. Estoy aún más agradecido de no encontrar a nadie en la habitación cuando entro por la puerta.Subo las escaleras cantando, saltando escalones de dos en dos, girando por el pasillo hasta llegar a mi habitación.
Y ahí es cuando todo se convierte en polvo.
Allí parado con uno de mis disfraces de conejito en la mano está mi padrastro.
-¿¡Qué estás haciendo!? - Grito apenas noto su mirada y la bolsa de basura a su lado.
"¿Cómo diablos te metes en esto?" - pregunta con el ceño fruncido, mirando el mono peludo y ahuecado como si fuera una bomba.
-No es de tu incumbencia. - murmuro, todavía de pie en medio de la puerta, rezando para que no examine la parte de atrás.
Dean finalmente me mira y puedo decir que está enojado, realmente enojado.
- Bueno, ya no es tuyo tampoco. - y entonces, sin considerar que estamos dentro de la casa, arroja el mono en la bolsa y le prende fuego.