Gema era muy pequeña y era sumamente adorable, pero la voz de su amiga, repitiendo que no debía encariñarse de la niña porque es un trabajo transitorio, la atrapaba en cada acercamiento.
-Hola, ¿cómo están por aquí? -se presentó Gabriel con tres flores en las manos que luego entró y las colocó en la cuna de Gema.
-En este instante la dejé durmiendo en su cuna, no había descansado en toda la tarde y se veía agotada.
-Hoy te quiero agradecer por todo el cariño y la atención que tienes para mi hija.
-Para esto me has contratado. Yo también te quiero agradecer por la oportunidad de tener la compañía de Gema. Ella es más que especial. -terminó mirando a la pequeña con ternura.
Él la miró y en su mirada se veía algo confundido o indeciso, cosa que Laura de inmediato detectó.
-Puedes ir a descansar. Ya la pequeña está durmiendo y, como hoy estuvo tan activa, creo que no volverá a despertar hasta mañana.
-¿Y tú, también estás cansada?
-No, para nada.
-¿Puedo compartir contigo algo que escribí en aquella libreta que me regalaste una semana atrás?
Para Laura fue una gran emoción escuchar que tomó su consejo y escribió en la libreta. Así que de inmediato le respondió con una sonrisa.
-¡Claro que sí!
-Solo tengo dos cosas que pedirte a cambio.
¿Tenía que dar algo a cambio por escucharlo y acompañarlo a aliviar su carga? Suspiró en silencio y sorprendentemente ya se estaba acostumbrando a que todo lo que sucedía en la vida del señor Wilson era extraño, así que simplemente respondió.
-Sí, señor Wilson.
-Bien, no quiero preguntas y me gustaría conocer también tu historia.
-Acepto. -De inmediato respondió, se acercó a su mesa de noche y tomó una libreta de apunte. -También tengo mis libretas de apunte, así que puedo compartir algunas de las páginas ya escritas.
-¿Libretas?
-Sí. Esa noche le hice el regalo de la libreta porque es una manera que utilizo para sacar de lo más profundo de mi alma lo que siento y los miedos que enfrentó en silencio, allí es donde deposito las palabras que nadie puede escuchar. Es una manera de escribir una increíble historia, que al leerla es sorprendentemente mágica, pues leer tu misma historia es como si leyeras una historia de terror -ella lo miró con determinación y elevó una ceja. -Por lo menos en mi caso es de esta manera.
-¿Dónde naciste, Laura?
-Nací en esta ciudad de Los Ángeles. Mi padre era latino, cubano y mi madre también pertenecía a este estado. Pero hoy no vamos a hablar de mí, por lo menos no quiero ser quien inicie.
-Al escuchar, me doy cuenta de que no eran dos las condiciones para hablar contigo esta noche, sino tres.
-¿Tres?
-Sí, señorita Laura. Te toca iniciar a leer una de sus páginas y enseñarme cómo hacerlo.
-Está bien, pero tampoco quiero preguntas. -ella lo miró avergonzada. -Esta no es una condición, más bien le pediría un favor al no hacerlas.
-Perfecto.
Con todo ya planeado, Gabriel se despidió y fue a su habitación, tomó un baño y vistió una pijama. Una vez listo, tomó aquella libreta y se cuestionó a sí mismo si era correcto lo que estaba a punto de hacer, pero igual no retrocedió, pues habían pasado noches en velas, noches en las que no entendía nada y ni siquiera sabía cuál sería su próximo paso a seguir.
También tenía que aprovechar la compañía y la ternura que Laura irradiaba con su sola presencia. Ella le brindaba la confianza que él necesitaba para abrir su corazón y hablar de cómo verdaderamente se sentía.
Mientras Laura, por tercera vez, le marcaba a su amiga y no tenía ninguna noticia. Esto a ella la perturbaba mucho y más después de descubrir que Raúl había regresado a la vida de su amiga.
-¿Lista? -se presentó Gabriel vistiendo una cómoda pijama y alpargatas.
-No me habías dicho que haríamos una pijamada.
Él dio algunos pasos al frente, entró a la habitación, se acercó a la cuna de la bebé y le dio un beso en la frente. -Tengo más de una semana haciendo pijamada solo, pues después de la medianoche es imposible conciliar el sueño.
-¿Ya estás tomando un té para que te ayude con el sueño y pelear con el insomnio?
-No lo estoy haciendo, y por esto he decidido hacer la terapia de la libreta como lo sugeriste noches atrás -terminó elevando la libreta.
-¿Y si lo unimos? Pienso que sería un equipo poderoso.
-Solo quiero que me escuches, y si eso está incluido, igual acepto.
-Bien, ahora iré a la cocina y preparé una infusión que me enseñó mi abuela. -ella dio algunos pasos hacia la puerta y luego se devolvió. -Otra pregunta.
-¿Sí?
-¿Podríamos mover un poco la cuna para no interrumpir el sueño de esta princesa? -Él las observó a ambas. -Es que se veía muy cansada.
Fue cuando él le mostró una pequeña cámara que se utiliza para monitorear a los bebés desde su cuna.
-Más que una pijamada, vamos a acampar en el jardín. De esta manera no nos arriesgaremos a despertar a Gema durante la conversación, pues no quisiera ser interrumpido.
-¿Esto de verdad funciona? -Ella de inmediato preguntó, ya que no conocía su función.
-Sí. Me la recomendaron.
Había algunas cosas modernas que solía utilizar en esa mansión y ella no tenía ningún conocimiento sobre ellas, pero se sentía entusiasmada, ya que había conseguido que Gabriel decidiera expresar sus sentimientos.
Avanzó los pasos y llegó al jardín donde tomó algunas hierbas y luego entró a la cocina para preparar todo e iniciar con la pijamada.
«Ring, Ring, Ring»
-¡Amiga! No sabes lo preocupada que estaba por no saber nada de ti, ya tenía decidido que en la mañana a primera hora iría hasta tu casa para asegurarme de que estabas bien.
-No te respondí el teléfono porque no lo tenía a la mano, pero estoy bien, así que tranquila...
-¿Estás segura de eso? -preguntó en cuanto percibió la tristeza en sus palabras, pues conocía muy bien a su amiga.
-¡Eso creo! -respondió y luego hizo una gran pausa. -¿Te puedo visitar en tu trabajo?
-Claro que sí, amiga. De hecho, te estaba llamando para hablarte de algo que me ha propuesto mi jefe. ¿Aún deseas un nuevo empleo?
-Claro que sí.
-Siendo de esa manera, aquí te espero.
-Allí estaré antes del mediodía, hasta entonces, amiga.
La llamada terminó y Laura se quedó muy confundida, pues desconocía a la joven que había hablado con ella. Esto le generó ansiedad y al tocar la tetera se quemó un dedo y de inmediato se quejó al sentir el ardor.
-¡Auch!
-¿Estás bien?
Gabriel se acercó y llevó el dedo quemado a su boca, provocando una reacción que Laura jamás había sentido.
Una sensación que inició desde sus pies hasta que aceleró los latidos de su corazón y terminó con unas punzadas fuertes.
-¡Ya estoy bien, gracias!
Ella, como siempre, se alejó de inmediato e impuso distancia.
-No puedes estar tan distraída mientras estás en la cocina, pues suelen pasar estos tipos de accidentes o cosas peores.
Ella presionaba su dedo mientras miraba a Gabriel y su corazón latía agitado. Era la primera vez que al verlo llamaba su atención y esto provocó que sus cachetes se sonrojaran involuntariamente.
-Siempre estoy pendiente, solo que después de una llamada quedé algo tonta.
-¿Tu novio te dejó tan sonrojada?
-¡No, para nada! -de inmediato se preocupó por ser regañada. -Mi amiga quiere visitarme mañana y saber más sobre la propuesta de trabajo que me había mencionado antes.
-Perfecto.
-¿Con qué función la piensas contratar?
-Como una segunda baby-sitter para Gema, así pueden hacer turnos y podrás descansar durante la tarde.
-Pero ya estoy en ese puesto, señor Wilson.
-Gema siempre ha tenido dos Baby-sitters, ya que su energía es mucha y necesita atención las 24 horas, así que nada está cambiando.
-Muchas gracias por todo.
Sin responder, se acercó, preparó la tetera, las tazas y el azúcar. -¿Ya estamos listos para acampar?
-Creo que sí, pero debería tomar una taza de té.
-En este momento no quiero dormir... Esta noche quiero leer lo que me atreví a escribir, pues siento curiosidad de leerme.
-Sé muy bien lo que siente y lo más impresionante es que siempre te sentirás igual.
-Gracias, este impulso me hace pensar en muchas cosas mientras escribo y en ellas encuentro mi ausencia. ¿Quién te lo ha recomendado? ¿Un psiquiatra?
-Aunque me lo recomendaron, nunca asistí y yo misma inicié con mis terapias mediante la escritura.
-Bien. -Él miró su reloj. -Hora de iniciar.
-Vamos.
Juntos tomaron las cosas que llevarían y se marcharon al jardín.
Con cada paso, Gabriel sentía ansiedad y todo esto provocaba nuevos sentimientos que su cuerpo había dejado de experimentar.