Capítulo 4 Un simple movimiento estratégico

La espaciosa habitación estaba en completo silencio.

En la cama, Helena se quedó quieta.

Cuando levantó la mirada para encontrarse con la de Charlie, sus labios estaban ligeramente abiertos en una expresión de fingida confusión.

Al mirar hacia abajo y encontrarse con sus ojos, él vio en su rostro un leve parecido con alguien de su pasado lejano, una persona que permanecía escondida en lo profundo de sus recuerdos.

Pero...

'No, debe estar muerta desde hace mucho tiempo', pensó con amargura.

Con un movimiento de su mano, apartó la cabeza de Helena, haciéndola caer hacia atrás, por lo que sus largos rizos se extendieron sobre las sábanas blancas, resaltando la palidez de su rostro.

Charlie miró el informe ahora en su mano, y tras confirmar que no había embarazo, dijo con frialdad: "Supongo que podría ser entretenido tener a una tonta cerca".

Los ojos de Helena se abrieron mucho con confusión mientras ella trataba de comprender sus intenciones.

¿Qué clase de hombre rico mantendría consigo a una mujer con dificultades cognitivas? ¿Acaso él era algún tipo de pervertido al que le gustaban esas cosas?

Sin embargo, tuvo cuidado de no poner en evidencia sus sospechas, y fingiendo estar indefensa, permaneció inmóvil, actuando como si necesitara ayuda incluso para levantarse.

Su actuación fue impecable.

Cuando Jace regresó a la habitación unos segundos después, miró a su jefe y se detuvo. "Señor Wallace, su abuela respondió. Ella mencionó...".

Charlie levantó de inmediato la cabeza, y su mirada era fría y llena de irritación. "¿Qué dijo?".

Estremeciéndose, el asistente respondió respetuosamente: "Que usted la está provocando a propósito y que no quiere que la visite este mes, ni ningún otro hasta que ella fallezca".

A Jace siempre le resultó un desafío tratar con la abuela de su jefe, Jodi Wallace, quien era conocida por su naturaleza excéntrica y obstinada.

"Entonces me mantendré alejado. Cada vez que surge el tema del matrimonio, ella se enoja muchísimo, así que es mejor que la deje en paz".

La mirada de Helena estaba fija en el techo mientras que los pensamientos se arremolinaban en su cabeza.

Ella se dio cuenta de que Charlie la estaba usando para detener el constante parloteo de su abuela sobre el matrimonio. Para él, era solo un movimiento estratégico.

Al darse cuenta de eso, sintió una sensación de seguridad, pues al menos sabía que él tenía razones para mantenerla con vida.

Aun así, tenía que pensar en un plan de escape antes de que la anciana en cuestión decidiera intervenir.

Si los Wallace descubrieran que Charlie la había recogido en un club nocturno, no dudarían en eliminarla para salvaguardar su imagen. Ni hablar de si se enteraran de su supuesto impedimento mental.

... ...

Habían pasado varios días desde que Helena se despertó en esta villa.

Mientras escuchaba en secreto los chismes de las empleadas domésticas, descubrió que estaba en la casa privada y apartada de Charlie, aunque él no había hecho acto de presencia desde el día en que la llevó allí.

Una mañana soleada, ella se agachó sobre la hierba, fingiendo interés en las hormigas que se arrastraban debajo mientras en realidad escuchaba a escondidas a las criadas que estaban cerca.

"¿Crees que el señor Wallace trajo a esa chica aquí solo para hacer que su abuela se moleste?".

Una de ellas, quien estaba recortando los arbustos, respondió: "Con todas esas damas y princesas de élite ansiosas por casarse con él, está claro lo que realmente buscan. Yo encuentro a esta chica algo interesante. Puede que sea tonta, pero al menos no es manipuladora como las demás. Ahora que la señorita Wallace está enferma, tal vez ella pueda hacerle compañía al señor Wallace".

"Tienes razón. Es muy triste que la señorita Wallace sufra una enfermedad cardíaca tan particular, ¿no? Y a pesar de años de búsqueda, el señor Wallace no ha encontrado una cura. Si algo le pasara a ella, me da miedo pensar en su reacción".

Mientras estaba absorta en lo que escuchaba, Helena notó con el rabillo del ojo una figura que se acercaba.

Entonces agarró un palo fino y comenzó a hurgar en el suelo, murmurando: "Una, dos...".

Separándose, las empleadas hicieron reverencias respetuosas y murmuraron: "Señor Wallace".

Helena estaba de espaldas hacia la escalera, pero escuchó pasos sobre la hierba acercándose hasta detenerse justo detrás de ella.

La sombra del hombre la envolvió por completo, haciéndola sentir como atrapada en una jaula.

"¿Qué estás mirando?", preguntó Charlie con su voz profunda y resonante justo sobre ella.

Levantando la cabeza, Helena lo miró a los ojos mientras él se inclinaba cerca.

Frunció el ceño mientras la ayudaba a ponerse de pie.

Ella se había llenado de tierra las manos y el vestido, el cual una vez fue blanco.

"Mírate, toda sucia", le dijo el hombre con irritación.