Intenté sentarme en lo que sea que estaba recostada y una oleada de un dolor atroz me recorrió desde la cadera, por toda la columna vertebral, hasta mi cabeza, por lo que volví a recostarme con cuidado.
-Cedric quiere saber tu nombre, y a menos que quieras que esto se repita, debes decírselo.
-El conocimiento es poder y yo no pienso otorgárselo.
-Eres brillante, pero también estúpida y orgullosa. -La fulminé con la mirada y ella se sobresaltó. -Uh, tranquila, niña. -Dijo acariciando su pronunciado vientre.
- ¿Cuánto tienes?
-Siete meses.
-Aurora, no hables con ella. -La voz del Alpha tronó por toda la habitación.
-Lo siento. -Dijo ella con simpleza.
- ¿Estás lista para otra ronda o vas a decirme tu nombre?
-Sigamos. -Dije haciendo una mueca imperceptible ante mi testarudez.
-Esperaba que dijeras eso. -Dijo y me sacó de la cama, o camilla, de un tirón.
En cuanto mis pies tocaron el suelo una oleada de dolor volvió a recorrerme, por lo que caí de rodillas sobre el suelo.
-Cedric, dale un descanso por amor a luna. -Dijo Aurora colocando una mano en mi hombro.
-Ha tenido tres días para descansar y aún no me ha dado lo que quiero. -Se excusó él y me obligó a caminar, arrastrándome por el brazo con fuerza.
Volvimos al lugar donde desperté la primera vez y volvieron a esposarme y colgarme, mientras que los tres chicos hablaban animadamente en un rincón, absortos a la siguiente tortura hacia mi persona.
Escuché el mismo chasquido ronco antes de que otra oleada de dolor me recorriera, mordí mi labio inferior y traté de mostrarme impasible, como si no sintiera que me estaban despellejando la espalda. Al tercer latigazo estaba a punto de llorar, algo que no hacía desde que tenía once años.
Al quinto una lágrima rebelde escapó del rabillo de mi ojo y mis piernas flaquearon, dejándome caer por segunda vez. Dejé que mi cabeza cayera hacia delante y soporté lo mejor que pude los siguientes golpes.
Fue en al décimo quinto que ya no pude soportarlo y miré al Alpha, lista para revelar mi nombre.
-Soy Hope Green. -Dije jadeante, él sonrió con superioridad.
- ¿Qué edad tienes?
-Diecinueve.
- ¿De dónde vienes? ¿Quiénes son tus padres?
-Soy de Pennsylvania pero vine aquí por venganza. Mis padres murieron gracias a una guerra entre los vampiros y hombres lobo, por lo que mis tías me criaron.
- ¿Cómo se llaman tus tías?
-No lo sé, ellas solo me ordenaron que les dijera mentoras.
-No mientas. -Gruñó y fui "castigada" con otro latigazo.
-No lo hago, no sé sus nombres. -Dije con los dientes apretados. -Solo sé que las conocen como "Las hechiceras", o algo así.
Un grito ahogado salió de Aurora y se llevó una mano al vientre, la miré curiosa y sentí un latigazo en el rostro, haciendo que gima de dolor.
- ¿Y eso por qué fue?-Exclamé mirando con odio al Alpha y sentí correr un hilo de sangre por el costado derecho de mi rostro.
-Tú no vas a irte de aquí, jamás, ¿entendiste?-Gruñó con los ojos dorados.
- ¿Disculpa?
-A partir de ahora serás custodiada por mis hermanos.
- ¡¿Qué?!-El grito de protesta de los tres hizo que el Alpha los mirara con hostilidad. -Okey. Dijeron amedrentados y me miraron con odio.
-Tendrás una buena vida aquí, Hope, solo no lo olvides: escapa de aquí y tus restos serán esparcidos por todo el lugar.
-Prefiero que me llamen Cazadora. -Dije en un susurro cuando la oscuridad comenzó a bañar mi campo de visión.
-No más, Hope.
(...)
Con ayuda de Aurora conseguí caminar hasta el baño de una de las incontables habitaciones en la mansión, claro que no dejaba que mi peso cayera totalmente en ella o podría herir a la bebé.
- ¿Cómo le pondrás?-Pregunté mientras llenaba la bañera con agua tibia.
-Me gusta Chelzea, pero Cedric dice que ese no es nombre para una Alpha.
-Tampoco lo es Cedric y míralo, es el más temido por todos según me han dicho.
-También estaba pensando en Ginger. -Dijo, hice una mueca y ella me ayudó a desvestirme.
-Prefiero Chelzea. -Dije metiéndome en el agua tibia con lentitud. -Agh. -Dije frunciendo la nariz cuando escocieron mis heridas. -Gracias por ayudarme pero vete, por favor.
- ¿Quieres que me vaya?
-Es... incómodo que me veas...así, nadie nunca lo ha hecho y no es lindo. Además, podrías resbalar y eso mataría a tu preciada bebé.
- ¿Sabes? Me es imposible creer que tú seas la Cazadora, la chica a la que todos temen.
-Apenas me estás conociendo, Aurora, no te fíes. -Dije cabizbaja y ella se fue, sin decir nada más.
(...)
- ¿Viven aquí?-Pregunté con ambas cejas alzadas hacia los hermanos de Cedric.
-Sí. -Se limitó a responder, seco, Spencer antes de adentrarse en la cabaña de dos pisos ante nosotros.
- ¿Siempre es así?-Pregunté a Luther haciendo una mueca.
-Debo recordarte que estás aquí por órdenes de mi hermano, no como nuestra invitada. -Gruñó él y entró también en la cabaña.
-Imbécil. -Murmuré para mí misma y observé a Colm. - ¿Tú también vas a sumarte a la lista de los imbéciles?
-Solo camina. -Siseó y me empujó por la espalda, hundiendo, literalmente, su mano en mis heridas.
Sin poder evitarlo caí al suelo de rodillas, soltando un gemido imperceptible, y me maldije a mí misma por ser tan débil, pero vamos, no he comido nada en cuatro días mas que agua, y he perdido bastante sangre, es sorprendente que siga viva.
Miré al frente con la mandíbula tensa y me obligué a levantarme, siseando de dolor al sentir las heridas estirarse y abrirse, observé a Colm con hostilidad y caminé despacio hacia la cabaña, dentro me esperaba Spencer con una mueca en los labios.
-Lamentablemente para ti la prometida de Colm y la mía están aquí, por lo que tendrás que dormir en el sofá. -Dijo con voz dura, asentí llevándome una mano a la cadera, se puso alerta. - ¿Qué haces?
-Me mantengo de pie. Tranquilízate, no estoy armada. -Dije mostrando ambas manos, él entrecerró los ojos.
-Quiero que sepas que no me agradas y si de mí dependiera no estarías con vida en estos momentos, debes agradecer el temor de Cedric y Aurora hacia tus mentoras.
-Como sea. -Dije en un susurro y miré el sofá. - ¿Aquí dormiré?-Pregunté, incrédula, al ver lo diminuto que era.
-Sí.
-Estás de broma. -Dije relamiendo mis labios resecos.
-Para nada.
- ¡Voy a lastimarme ahí! Más de lo que ya estoy.
- ¿Crees que me importa?
Bufé y me senté con cuidado en el sofá, sintiendo bajo mi trasero lo incómodo que era. Suspiré y tomé mi cabeza entre mis manos al sentir un mareo, sacudí la cabeza y tragué saliva, no muestres debilidad.
- ¿Tienes algo de comer?
- Por supuesto, pero no voy a compartirlo contigo. Suerte en la manada. -Dicho esto dio media vuelta y se fue.
Gruñí y recosté mi espalda en el sofá, sin importarme el dolor que me recorrió entera, estaba exhausta y hambrienta, me giré un poco en el sofá, recargando mi cabeza en el reposabrazos y cerré los ojos con fuerza ante otra oleada de dolor.
Fastidiada y luego de cinco minutos intentando dormir, me levanté del sofá y caminé por toda la planta baja hasta encontrar la cocina. Una vez ahí tomé un cuchillo de tamaño considerable y lo escondí entre mi ropa, para luego salir de la cabaña con pasos torpes.