El Capricho del CEO
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Capítulo 6 Juego peligroso

Capítulo 6 -Juego peligroso

Narrador:

Mickaela salió tambaleándose del pasillo, con la respiración entrecortada y el corazón latiendo a toda velocidad. El murmullo de la galería la envolvió como un recordatorio de que estaba de vuelta en la realidad, pero su mente seguía atrapada en ese rincón oscuro. La forma en que Kael la había mirado, como si todo hubiera sido por ella, como si su simple presencia lo hubiera impulsado a llevar las cosas hasta ese extremo... no podía sacárselo de la cabeza. Cruzó la galería con pasos rápidos, intentando que nadie notara su turbación. Necesitaba salir de allí antes de que cometiera la estupidez de buscarlo de nuevo. El aire afuera era fresco y limpio en comparación con el ambiente sofocante de adentro, pero no le ofreció el alivio que esperaba. Su piel seguía ardiendo, y no era por la temperatura. Se apoyó contra una de las columnas del patio trasero, tratando de poner en orden sus pensamientos. No podía creer lo que había hecho. Seguirlos había sido una estupidez, pero lo que más la aterraba era la sensación de... haber querido estar en ese lugar, presenciando aquello. Como si hubiera querido que Kael rompiera algo en ella.

-No imaginé que disfrutarías tanto el espectáculo.

El sonido de su voz la hizo dar un respingo. Se giró rápidamente y lo encontró allí, parado en la penumbra, con la chaqueta ahora descansando sobre su hombro y una expresión entre burlona y satisfecho. Kael Donovan, impecable, como si nada hubiera sucedido. Como si lo que acababa de pasar fuera una broma más en su interminable lista de provocaciones. Mickaela sintió cómo la sangre le hervía de ira.

-Eres un idiota, ¿lo sabías? -escupió entre dientes.

Kael avanzó unos pasos hacia ella, sin perder esa sonrisa indescifrable.

-Y tú eres una fisgona. Qué combinación, ¿no crees?

Mickaela sintió la furia crecer dentro de ella, pero sabía que no podía dejar que él la viera perder el control. No iba a darle la satisfacción de saber cuánto le había afectado esa mirada, esos movimientos deliberados.

-No tengo tiempo para tus juegos, Kael.

-¿Juegos? -Kael se detuvo justo frente a ella, lo suficientemente cerca como para que el olor a su colonia la envolviera -No es un juego, Micka. Es solo lo que somos.

-Yo no soy como tú.

-No. Pero te gustaría serlo -Mickaela abrió la boca para responder, pero las palabras murieron en su garganta. Porque, en el fondo, algo de verdad había en lo que él decía. No era como Kael, no vivía sin reglas ni remordimientos, pero una parte de ella envidiaba esa libertad peligrosa que él exhibía -Si no lo fueras -continuó Kael, inclinándose apenas hacia ella -no me habrías seguido hasta ese pasillo, sabiendo perfectamente lo que ocurriría allí.

Mickaela lo miró a los ojos, queriendo gritarle, empujarlo, hacer cualquier cosa para romper esa tensión entre ellos. Pero no podía. Porque sabía que él tenía razón. Había algo en Kael que la atraía de una forma que no podía explicar, algo oscuro y prohibido que no podía controlar.

-Esto se acaba aquí, Kael. No voy empezar a jugar tu juego.

Él sonrió, pero esta vez no fue una sonrisa burlona. Fue lenta, como si supiera algo que ella aún no había descubierto.

-No tienes que empezar, Mickaela. Ya estás en él.

Y sin esperar respuesta, se giró y se alejó, dejándola con el corazón en la garganta y la mente revuelta. Mickaela lo observó desaparecer en la oscuridad, sintiendo una mezcla de alivio y frustración. No era solo Kael quien la asustaba, sino lo que él despertaba en ella. El problema era que, por mucho que quisiera negarlo, sabía que esto no había terminado. No había escapatoria.

Mickaela intentó convencerse de que lo mejor era dejar las cosas como estaban, pero la escena en el pasillo seguía rondándole en la cabeza. La mirada de Kael, su sonrisa arrogante... y ahora esa certeza de que, a pesar de todas sus advertencias, ella estaba metida hasta el cuello en algo que no sabía manejar. Mientras trataba de recuperar la compostura en el patio, Ryan Hale apareció de la nada como una sombra en la penumbra. Se acercó con esa sonrisa afable y juguetona que lo definía, las manos metidas en los bolsillos de su pantalón oscuro, como si la vida no le pesara lo más mínimo.

-Así que la chica perfecta también comete errores. ¿Qué estabas haciendo allí, Mickaela? -Su tono no era acusador, sino divertido, como si la situación fuera un juego para él.

Mickaela lo miró con frialdad. Ryan siempre había sido demasiado encantador para su gusto, un experto en leer a las personas y exponer sus debilidades sin perder la sonrisa.

-¿Qué quieres, Ryan? -preguntó, cruzando los brazos para protegerse del viento... o de él.

Ryan ladeó la cabeza, fingiendo inocencia.

-Nada en particular. Solo estoy curioso. Sigues a Kael hasta un pasillo oscuro, lo ves divirtiéndose y... ¿desapareces así, sin más? Me esperaba algo más entretenido de tu parte.

Mickaela sintió la sangre hervir en sus venas. ¿Sabía lo que había pasado? ¿O solo estaba provocándola?

-Eres un imbécil, Hale -le dijo entre dientes, girándose para alejarse. Pero Ryan fue más rápido y se interpuso en su camino, con esa sonrisa que parecía diseñada para colarse bajo la piel de cualquiera.

-No me malinterpretes, Micka. No te juzgo. Es difícil resistirse a él, ¿no? -murmuró, inclinándose un poco hacia ella, como si compartieran un secreto -Pero te daré un consejo... si no sabes cómo jugar con fuego, lo mejor es que no lo intentes.

Mickaela apretó los labios, pero Ryan se dio cuenta del brillo de enojo y frustración en sus ojos. Y eso parecía divertirlo aún más.

-¿Por qué no le dices a tu amigo que deje de comportarse como un cretino? -replicó ella, con el tono más firme que pudo reunir.

Ryan se encogió de hombros con indiferencia.

-Kael es Kael. Ya lo sabes. Y tú... tú pareces querer caer en sus redes. Eso es lo divertido de todo esto.

Antes de que Mickaela pudiera responder, una figura apareció detrás de Ryan. Era Kael, que había vuelto, con las manos en los bolsillos de su chaqueta y los ojos oscuros fijos en ella, observándola como si estuviera evaluando cada respiración, cada gesto.

-¿Interrumpiendo algo? -preguntó Kael, su voz grave y despreocupada, pero con un filo escondido. Su mirada no se apartó de Mickaela ni por un segundo, como si el resto del mundo no importara.

Ryan se giró hacia él, relajado.

-Nada importante, amigo. Solo charlábamos.

Kael no respondió de inmediato. Dio un paso hacia ellos, acortando la distancia entre él y Mickaela hasta que el aire se volvió denso y pesado. Los ojos de él ardían con esa mezcla de desafío y deseo que la hacía sentir completamente vulnerable, como si Kael supiera exactamente cuánto la afectaba y disfrutara de cada segundo.

-¿Estás bien, Micka? -preguntó en un susurro que solo ella pudo oír. La proximidad entre ambos era sofocante, y él lo sabía. Cada músculo en su cuerpo se tensó, pero no retrocedió.

Mickaela sintió el calor subiendo por su piel otra vez, una ola de ira, deseo y frustración que la envolvía por completo. Kael estaba demasiado cerca, demasiado confiado, y el peso de su mirada la atrapaba, como si la hubiera marcado de alguna forma invisible en aquel pasillo. Ryan los observó desde un costado, divertido, como si todo aquello fuera una obra de teatro escrita para su entretenimiento.

-Relájate, Kael. Ya te dije que no la asustes... al menos, no aún.

Kael soltó una risa baja, pero sus ojos nunca se apartaron de los de Mickaela. Había algo en su mirada que prometía caos. Prometía que nada sería fácil, que lo peor apenas estaba comenzando.

-¿Quién dijo que la estoy asustando? -murmuró Kael.

El aire entre ellos estaba cargado de tensión, de palabras no dichas, de decisiones peligrosas. Mickaela sabía que debería alejarse, romper ese hechizo antes de que la atrapara por completo. Pero no podía. Una parte de ella estaba fascinada por esa sensación de caer en picada, incapaz de detenerse. Y Kael lo sabía.

            
            

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