Capítulo 7 -Al filo del descontrol
RECUERDOS
Narrador:
Mickaela llegó al dormitorio con el cuerpo tenso y la mente agitada. Cerró la puerta de golpe, como si con ese gesto pudiera aislar todo lo ocurrido en la fiesta. Pero el peso de lo que había visto seguía aplastándola, negándose a desaparecer. Había sido un error ir a esa fiesta. Y lo peor de todo, ella lo sabía. Ver a Kael con otra chica, una rubia insignificante, riéndose y tocándolo como si le perteneciera, había sido demasiado. Pero lo que más la enfurecía era el modo en que él la había mirado mientras lo hacía, como si supiera que la estaba destrozando. Avanzó a tientas por la habitación oscura, sus pies descalzos sobre el suelo frío, buscando refugio en la tranquilidad habitual del lugar. Pero ni siquiera allí podía escapar. Todo el camino de regreso, la imagen de Kael y esa chica. Encendió la luz y arrojó su chaqueta sobre la cama con frustración. Caminó hacia la ventana y la abrió de par en par, esperando que el aire fresco de la noche disipara el ardor que sentía en su pecho. Afuera, el campus estaba silencioso, las luces de los edificios apagadas como si la fiesta hubiera terminado para todos, excepto para ella.
Apoyó las manos en el borde de la ventana y cerró los ojos. Pero incluso así, el recuerdo de Kael seguía persiguiéndola: su sonrisa arrogante, las manos sobre la piel de otra, y la forma en que la había mirado justo antes de inclinarse para besar a esa chica. Era un imbécil, un arrogante que sabía exactamente qué efecto tenía sobre ella. Mickaela se pasó una mano por el rostro, tratando de sacudirse esa sensación de impotencia y rabia. No debía afectarle. No era su problema lo que Kael hacía o con quién. Pero aún así... aún así, el nudo en su estómago no se deshacía. Un leve clic la sacó de sus pensamientos. Se giró rápidamente hacia la puerta, pero no había nadie. O eso pensó. De pronto, una sombra familiar apareció en el marco, y su corazón se detuvo por un segundo.
-¿Sorprendida? -Kael estaba allí, apoyado despreocupadamente, con esa sonrisa que la hacía hervir de rabia y deseo al mismo tiempo.
-¿Cómo entraste? -preguntó, intentando que su voz sonara firme, pero el temblor en sus palabras la traicionó.
-La puerta estaba abierta -respondió él con indiferencia, como si irrumpir en su dormitorio universitario fuera lo más natural del mundo. Dio un paso hacia adelante, y Mickaela sintió cómo toda la habitación se achicaba.
-Lárgate, Kael. No tengo nada que decirte -espetó, cruzando los brazos para poner una barrera entre ellos.
Kael avanzó otro paso, su mirada oscura fija en la de ella. No había prisa en su forma de moverse, solo esa tranquilidad peligrosa que la hacía sentir atrapada.
-¿Estás segura de que no quieres decirme nada?, porque no empiezas por tu nombre, tu sabes el mío, no es justo que yo no sepa el tuyo -preguntó con suavidad, inclinando la cabeza mientras estudiaba cada detalle de su rostro.
Mickaela apretó los puños. Sabía a lo que venía. Sabía que estaba ahí para provocarla, para hacer que perdiera el control. Y lo peor de todo, sabía que estaba funcionando.
-Lo que hagas no me importa, ni tienes que saberlo -dijo, aunque incluso para sus propios oídos sonó poco convincente.
Él sonrió lentamente, como si acabara de ganar una partida que ni siquiera ella sabía que estaba jugando. Se acercó lo suficiente para que su aliento rozara su piel.
-¿No te importa? -susurró. El tono de su voz era como una caricia peligrosa -Entonces, ¿por qué huiste tan rápido de la fiesta? Parecías bastante interesada en lo que estaba haciendo -sonrió, no dejaste de mirarme en toda la fiesta, poco te importó que estuviera acompañado.
Mickaela sintió cómo la ira y el deseo se mezclaban en su interior, haciendo que su respiración se acelerara. No podía dejar que él tuviera ese poder sobre ella.
-Pues parece que a ti, tampoco te importó demasiado...
-Estas en lo cierto, por eso estoy aquí. Para que me digas porque no hiciste otra cosa que mirarme.
-Eres un idiota -murmuró, tratando de contener el temblor que recorría su cuerpo -Ni que fueras tan importante.
Kael dio otro paso, acorralándola contra la pared. Ella retrocedió, pero ya no había espacio. La cercanía de su cuerpo era abrumadora, y la tensión en el aire era insoportable.
-¿Me odias? -preguntó él, con la voz baja y seductora, sus ojos fijos en los suyos.
-Con todo mi ser -susurró Mickaela, aunque no estaba segura de si era cierto. Odiaba cómo él la hacía sentir, odiaba el modo en que perdía el control cuando estaba cerca. Pero más que nada, odiaba que una parte de ella no quisiera que él se fuera.
-¿Por qué, si ni me conoces?
-Puede que tú a mí no me conozcas, Kael Donovan, pero a los tipos como tú, yo los conozco bien -le soltó con la voz temblando pero desafiante, él soltó una carcajada
-¿Y cómo se suponen son los tipos como yo?
-¡Quiero que te vayas, que te vayas ya!, tu sola presencia me incomoda.
Kael la miró en silencio por un momento, como si estuviera decidiendo su siguiente movimiento. Luego, sin previo aviso, levantó una mano y le apartó un mechón de cabello del rostro. El toque fue tan ligero como una pluma, pero el efecto fue devastador.
-Lo disfruto, ¿sabes? -susurró. -Ver cómo te esfuerzas por resistirte, cuando en realidad ya estás perdida.
Mickaela intentó apartarlo, pero él era más rápido. Antes de que pudiera reaccionar, la giró y la empujó suavemente contra la pared, atrapándola entre su cuerpo y la fría superficie. La sensación del contacto hizo que todo en su interior se encendiera.
-Kael... no -susurró, su voz más una súplica que una advertencia. Pero él no se detuvo.
-Me encanta la manera en la que susurras mi nombre... -Deslizó su mano debajo de la tela de sus bragas, tocándola con una familiaridad que la hizo arquearse involuntariamente. Cada célula de su cuerpo gritaba por apartarlo, pero el deseo la traicionaba, envolviéndola en una niebla de sensaciones -No puedes resistirte, chica sin nombre -murmuró, sus labios rozando su oído. -Y lo sabes.
Mickaela apretó los dientes, pero un gemido escapó de sus labios. El fuego que ardía dentro de ella era incontrolable, y en ese momento, entendió que no había escapatoria. La tentación era abrumadora. Cerró los ojos, luchando contra el impulso de entregarse. Pero la realidad era que no podía resistirlo, no mientras Kael estuviera allí, con esa mirada ardiente que prometía un mundo que la aterrorizaba y fascinaba al mismo tiempo. Bajó la cabeza y observó la tatuada y venosa mano dentro de sus bragas, mientras los dedos de Kael, jugaban como se les antojaba con su empapada intimidad. Hasta que sintió como su cuerpo se tensaba, mientras dejaba escapar un largo gemido, seguido de infinitos e interminables espasmos, al llegar al orgasmo.
-Shh...tranquila, preciosa, disfruta... -le murmuró al oído mientras le pasaba la lengua.
-Te odio... -murmuro entre jadeos.
-Y yo disfruto verte así, corriéndote en mis "odiados" dedos -Y entonces, en medio de la confusión y el caos, Mickaela sintió que se estaba rompiendo. La chispa entre ellos se había convertido en una llama, y no podía alejarse. Sus piernas se aflojaron, así que Kael la tomó en brazos y la depositó en la cama. Mickaela se dio cuenta de que estaba al borde de un abismo, y en ese momento, sintió la necesidad de saltar -Nos veremos pronto y espero que para ese entonces me digas tu nombre
Mickaela no dejaba de temblar, un estremecimiento involuntario que recorría su cuerpo. Kael la cubrió con una manta sin decir nada, acomodándola con cuidado como si todo en él se hubiera suavizado por un momento. Era un contraste inquietante con la intensidad de antes. De pronto, la puerta del dormitorio se abrió, revelando a la compañera de cuarto de Mickaela, que entró con el ceño fruncido.
-¿Qué está pasando aquí? -preguntó, mirando a Kael con desconfianza.
Kael, con una calma imperturbable, se giró hacia la chica.
-La encontré borracha en la fiesta y la traje para acostarla -Su voz era serena, convincente, como si estuviera realmente preocupado por Mickaela.
La compañera observó a Mickaela, todavía temblando bajo la manta, y luego a Kael. Parecía querer decir algo más, pero se detuvo. Kael se levantó de la cama y se dirigió hacia la puerta, lanzando una última mirada hacia Mickaela antes de salir.
-Nos veremos pronto -dijo en un murmullo, y desapareció por el umbral sin más.
Ella permaneció quieta, escuchando cómo el eco de sus pasos se desvanecía por el pasillo. A pesar de su partida, la sensación de su presencia seguía envolviéndola, como una sombra que se negaba a disiparse.