De pronto se escuchó en el interior del departamento el timbre, caminé en dirección a la puerta y abrí. Ya sabía que Stella vendría.
-Hola-me saluda con una cándida sonrisa y un beso en la mejilla-,pero, ¡qué guapo estás!
Me río por lo que me dice.
-Gracias, aunque tú no te quedas atrás, estás muy hermosa.
-Qué galante.
Le hago seña para que entre y toma asiento en el mueble de la sala.
-¿Quieres algo de tomar?
-El exquisito café que preparas estaría muy bien, gracias.
Stella y yo somos muy buenos amigos desde la universidad, podría decir que es mi mejor amiga.
Preparo el café que sé que le encanta y cuando lo tengo listo, sirvo dos tazas, le entrego una y tomo asiento frente a ella. Hablamos de medicina un buen rato ya que es lo que más amamos y a lo que nos dedicamos. Hasta que le digo que me voy a Nueva York.
-¡Qué! ¿Cómo que te vas?-pregunta sorprendida.
-Trabajaré un tiempo en la clínica de Carl, me pidió el favor y un cambio me viene bien.
-Carl es un odioso-dice con fastidio-. Me entristece que te vayas.
-No estaré tan lejos Stella, puedes visitarme cuando gustes, eres mi mejor amiga y siempre serás bien recibida. Además, tengo a mis padres aquí en Los Ángeles y vendré a visitarlos cada que pueda.
Ella se queda pensativa y tras beber de su taza de café, me dice:
-Siempre me has visto como tu mejor amiga-dice con amargura-, cuando yo quiero y hago todo lo posible porque me veas como algo más.
-Stella no puedo verte con otros ojos yo...
-Te amo Edward y no sabes cómo me duele que nunca me prestarás atención. ¿Qué me hace falta para ser la mujer ideal para ti?
Ver llorar a Stella por esto me parte el corazón, es una buena mujer, sabía de sus sentimientos, pero creí que si no le prestaba atención se le pasaría ese enamoramiento tonto que tiene por mí. No puedo corresponder sus sentimientos y mucho menos verla con otros ojos, aprovecharme de ella sería causarle un terrible dolor y no me considero esa clase de hombre.
Me acerqué a ella en cuanto ví que bajó la cabeza, le quité la taza de las manos y la coloqué en la mesa de centro frente a nosotros, tomé sus manos entre las mías y me miró.
Entonces pude ver su rostro de tristeza y me ví reflejado en él, sequé sus lágrimas y la abracé.
-Stella escucha, eres una mujer encantadora, independiente y fuerte, estoy orgulloso de ti porque he podido ver tu crecimiento personal y laboral de cerca-me abrazó mucho más fuerte-. Como también sé cuánto te esfuerzas por agradarme, por complacerme e incluso sorprenderme y aunque estoy agradecido por esos detalles debo ser completamente sincero contigo-me quedé pensativo.
Quería encontrar las palabras adecuadas en mi mente para hacerle ver que sus sentimientos y su enamoramiento por mí no la llevarían a ningún lado. Pero creo que nunca habrán palabras que reconstruyan un corazón roto, solo el tiempo se encarga de eso.
Entonces se hizo un largo silencio entre ambos para nada incómodo, Stella dejó de abrazarme, limpio sus lágrimas y dedicándome una de sus lindas sonrisas me dijo:
-Muchas veces las palabras no dicen, ni expresan nada, cuando el silencio lo dice todo. Prefiero que sea así Edward-acarició con tristeza mi mejilla-. Aunque sabía que no llegaría a nada contigo quise aferrarme a esa idea, llegué a idealizar una vida junto a ti que solo existió en mi mente y alimentó mis sentimientos por mucho tiempo.
-Stella yo...
-No por favor, no digas nada más, estaré bien. Deseo desde lo más profundo de mi corazón que te vaya muy bien, como también espero que muy pronto llegue una buena chica a iluminar tus días grises. Te quiero mucho.
-Yo también te quiero mucho, pero no vuelvas a llorar nunca más por un hombre, promételo.
-Lo prometo, debo irme.
La acompañé hasta la puerta, nos dimos un último abrazo y se marchó.
Terminé de empacar mis pertenencias, al menos lo más importante para no tener que regresar nuevamente a Los Ángeles. Espero tener mucho trabajo en Nueva York, tanto, que no me permita pensar estupideces.
Cuando dejé todo listo, tomé una refrescante ducha y manejé en dirección a la casa de mis padres. Mi madre hizo mi comida favorita y no quise despreciarla, aunque sé que cuando le diga que debo irme se pondrá triste.
Al llegar a casa de mis padres todo está en silencio, camino en dirección al despacho y escucho risas. Me acerco y está mi madre, mi hermanita menor Adriana y mi padre conversando animadamente.
Entonces mi madre cuando me ve corre para abrazarme y me hace saber cuánto me ama, aunque a veces sea un poco exagerada, así la amo.
-¡Mi bebé! Cuánto tiempo sin verte, cariño-expresa ella sonriente.
-Mamá solo han sido tres días los que llevas sin verme, por eso te he llamado para hacerte saber que estoy bien.
-Lo sé, pero nunca dejaré de preocuparme por cada uno de ustedes-deja un beso en mi mejilla y me dice-: Iré a calentar un poco la comida, estoy segura que tienes hambre.
-Mucha-contesto.
Dejo un beso en sus nudillos, me dedica una última sonrisa y sale del despacho.
-Hijo, qué bueno verte.
Camino en dirección a mi padre y le doy un fuerte abrazo.
-Y yo a ti viejo, te amo.
Al romper nuestro abrazo escucho a mi espalda:
-Yo también quiero un abrazo-expresa Adriana con los brazos cruzados.
-Entonces ven aquí pequeña traviesa.
Mi pequeña hermana corre en mi dirección y como siempre se cuelga de mi cuello. La estrecho entre mis brazos y la alzo por los aires mientras ella grita emocionada y pide que la baje.
-Dijiste que vendrías a verme y no lo hiciste-dice triste-, perdí dinero.
Me quedo confundido y mi padre que se mantenía callado dice:
-Tu linda hermana, ese día le cobró la entrada a la piscina a sus amigas de la universidad. Les dijo que vendrías a bañarte con ellas, estaban alegres porque verían tus increíbles pectorales y abdomen.
Me río por las ocurrencias de mi hermana.
-Adriana, ya deja eso de querer ganar dinero conmigo. Debes madurar.
-Hermano, todas mis amigas babean por ti y yo debo aprovechar. Eres mi cajero automático andante.
Mi hermana nunca va a cambiar y mucho menos dejará de ganar dinero con mis fotos o pertenencias.
Después de unos minutos mi madre nos pide reunirnos en el patio trasero para almorzar al aire libre. Cuando vamos de camino me encuentro con Vanessa mi hermana mayor, es quien quedará al frente de la clínica, ella sabe que debo irme. Al verme se lanza encima de mí eufórica, después de insultarme con sus habituales palabras por no haberla llamado y dejado esperando, me dice:
-Te tengo una sorpresa-la observo curioso, ella toma mi mano y la lleva a su vientre y dice-: Tío estoy creciendo muy sano.
-No me estás jugando una broma verdad.
-Jamás jugaría con algo así, sabes lo que me costó y todas las lágrimas que derramé. Ahora es dicha y felicidad para mí hermano, el milagro me fue concedido.
-¡Voy a ser tío!-grité-. ¡Felicidades!, mereces eso y más-expresé sincero.
Cuando me escucharon, todos corrieron a nuestro encuentro para abrazar a Vanessa nuevamente, el único que faltaba por enterarse era yo. Entonces mi mirada recayó en Laura, por algo ella estaba triste; sus ojos lo expresan y yo que la conozco muy bien me di cuenta inmediatamente. Antes de irme hablaré con ella.
Almorzamos en completa calma, agradecí a mi madre por tan maravillosa comida y me quedé un rato más compartiendo con ellos hasta que se llegó el momento de darles la noticia.