Luna Perdida
img img Luna Perdida img Capítulo 5 Ecos de Resistencia
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Capítulo 6 La Ruptura img
Capítulo 7 Un Resquicio de Esperanza img
Capítulo 8 El Precio de la Magia img
Capítulo 9 La Decisión de Lyara img
Capítulo 10 La Unión de las Sombras img
Capítulo 11 El Despertar de Lyara img
Capítulo 12 El Susurro de las Sombras img
Capítulo 13 Una Luz Entre Tinieblas img
Capítulo 14 La Batalla de las Almas img
Capítulo 15 Fragmentos de Luz img
Capítulo 16 Caminos Convergentes img
Capítulo 17 El Asalto al Corazón de la Oscuridad img
Capítulo 18 La Llama de la Sombra img
Capítulo 19 La Oscuridad Consumada img
Capítulo 20 Una Llama en la Oscuridad img
Capítulo 21 Bajo el Hechizo de la Oscuridad img
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Capítulo 5 Ecos de Resistencia

La luna menguante colgaba baja en el cielo, arrojando sombras alargadas sobre el territorio enemigo. Kael y su grupo se movían con sigilo entre los árboles, sus cuerpos tensos como resortes listos para atacar. Los bosques que rodeaban las Montañas Sombrías eran un laberinto natural, y el aire estaba cargado de un extraño magnetismo, una sensación que Kael no podía ignorar. Cada paso que daba lo acercaba más a Lyara, pero también intensificaba el vacío que sentía en su interior.

-Estamos cerca -dijo Darius en un susurro, señalando con la cabeza hacia un claro a lo lejos, donde las fogatas del campamento enemigo iluminaban la oscuridad.

Kael asintió, su mirada fija en el objetivo. Habían pasado días persiguiendo rastros de la manada enemiga, siguiendo señales y rumores de viajeros. Ahora que estaban aquí, no podía permitirse fallar.

-Divídanse en dos grupos -ordenó en un tono bajo pero autoritario-. Necesitamos un ataque coordinado, rápido y silencioso.

Los lobos de su manada, aunque cansados y heridos tras el ataque inicial, respondieron con lealtad. Sabían lo que estaba en juego: no solo su luna, sino la moral de toda la manada.

Mientras tanto, dentro de la cabaña donde Lyara se encontraba, las sombras danzaban en las paredes debido a la luz tenue de una vela solitaria. Estaba sentada en el suelo, abrazándose las rodillas, mientras luchaba contra la confusión que se cernía sobre su mente. Desde el momento en que Tarek y Erevan habían realizado el hechizo, su corazón y su mente estaban divididos.

Parte de ella quería creer en las palabras de Tarek, en los recuerdos que parecían emerger de la nada. Pero en lo profundo de su ser, algo resistía. Había una fuerza que se negaba a ceder por completo, una chispa de algo verdadero que luchaba por mantenerse encendida.

-No puede ser real... -susurró para sí misma, sus dedos apretando la tela de su vestido.

Cerró los ojos, tratando de concentrarse. Cada vez que lo hacía, veía destellos de unos ojos azules llenos de determinación. Una voz, distante pero cálida, le susurraba su nombre como una oración.

«Lyara... aguanta.»

Ese simple recuerdo fue suficiente para que su respiración se estabilizara por un momento, aunque la sensación de vacío seguía presente.

De repente, la puerta se abrió y Tarek entró, su silueta imponente proyectándose contra la luz del pasillo.

-¿Cómo te sientes? -preguntó, su tono falso de preocupación tan evidente como su arrogancia.

Lyara levantó la vista lentamente.

-Confundida -admitió, aunque sus palabras tenían un filo oculto.

Tarek se arrodilló frente a ella, tomando una de sus manos entre las suyas.

-No tienes que estarlo. Todo lo que necesitas está aquí conmigo. Mi manada es tu hogar, y yo... soy tu destino.

Lyara no respondió de inmediato. Algo en su interior tembló ante sus palabras, pero no de la manera que Tarek esperaba. Era un temblor de repulsión, de rechazo, aunque no podía explicarlo completamente.

-Tal vez... solo necesito más tiempo -dijo con cautela, retirando su mano lentamente.

Tarek frunció el ceño, pero se forzó a sonreír.

-Lo tendrás, pero no te alejes de mí, Lyara. Este vínculo... no debe romperse.

Al salir de la habitación, cerró la puerta con más fuerza de la necesaria, dejando a Lyara sola nuevamente. Sin embargo, lo que él no sabía era que ella comenzaba a entender algo importante: la resistencia que sentía no era un error, sino una señal.

Kael y su grupo habían logrado infiltrarse en los límites del campamento enemigo. Desde la seguridad de los arbustos, podían observar las actividades de los lobos de Tarek. La disciplina de la manada enemiga era evidente; guardias patrullaban regularmente, y las cabañas estaban protegidas con runas grabadas en piedra.

-Esto no será fácil -susurró Darius, evaluando la situación.

-No tiene que serlo -respondió Kael, sus ojos brillando con una intensidad feroz-. Solo necesitamos llegar a ella.

Una figura encapuchada se acercó a ellos desde las sombras. Era una loba aliada que se había infiltrado días antes, proporcionando información crucial sobre la ubicación de Lyara.

-Está en la cabaña al centro del campamento -dijo en voz baja, señalando con un dedo hacia la estructura protegida-. Pero hay un problema. El sabio enemigo ha puesto un encantamiento alrededor. Si intentan entrar sin neutralizarlo, los delatará de inmediato.

Kael apretó los dientes. Cada segundo que pasaban planeando era un segundo que Lyara estaba en peligro.

-¿Cómo lo neutralizamos? -preguntó, su voz cargada de urgencia.

-Hay un tótem cerca de la hoguera principal. Si lo destruyen, el encantamiento caerá. Pero estará bien protegido.

Kael asintió, girándose hacia su grupo.

-Darius, toma a dos y crea una distracción en el lado este. Eso debería atraer a los guardias. Yo me encargaré del tótem.

-¿Y Lyara? -preguntó Darius, claramente preocupado por su alfa.

-Iré por ella una vez que el encantamiento caiga.

Con el plan en marcha, los lobos se dispersaron en silencio, moviéndose como sombras entre los árboles.

En el centro del campamento, Tarek estaba con Erevan, discutiendo el progreso del hechizo.

-Está funcionando, pero lentamente -dijo el sabio, su voz cansada pero segura-. Si intentas presionarla demasiado, podrías romperla.

-No tengo tiempo para esperar -gruñó Tarek, golpeando la mesa con su puño-. Kael no se rendirá tan fácilmente.

Erevan lo miró con una mezcla de paciencia y reproche.

-Si atacas la mente de una loba tan fuerte como ella de forma abrupta, podrías destruirla. ¿Eso es lo que quieres?

Tarek se quedó en silencio, claramente frustrado, pero no respondió.

En ese momento, un aullido resonó en el bosque, seguido de gritos y el sonido de un combate.

-¡Estamos bajo ataque! -gritó un guardia, irrumpiendo en la sala.

Tarek salió de inmediato, su mirada escaneando el campamento. Los lobos enemigos estaban atacando en el lado este, pero algo en el fondo le decía que no era un ataque completo, sino una distracción.

-¡Refuercen la protección de la cabaña central! -ordenó, moviéndose rápidamente hacia la hoguera principal.

No vio la silueta que se movía entre las sombras detrás de él, ni el par de ojos brillantes que lo observaban desde la oscuridad.

Kael estaba listo.

Desde su cabaña, Lyara escuchó los sonidos de la lucha en la distancia. Aunque no podía verlo, sintió un cambio en el aire, como si algo dentro de ella reaccionara al caos exterior.

Una palabra resonó en su mente, clara y poderosa.

«Kael.»

Y por primera vez en días, sintió esperanza.

                         

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