No pudo terminar la frase. Un golpe resonante la interrumpió. La bofetada fue tan fuerte que sintió arder su mejilla, el sabor metálico de la sangre llenando su boca.
Gloria la miraba con odio, un odio que quemaba más que el golpe.
-¡Eres una vergüenza para esta familia! -espetó, señalándola con un dedo tembloroso de rabia-. ¡No puedo creer que hayas arruinado tu vida y la mía por ser una cualquiera! ¡Que dirán de nuestra familia cuando lo sepan nuestros amigos y conocidos! Debías de casarte con un hombre adinerado para que nos ayudara a salir de la mugre donde vivimos, pero has desperdiciado tu belleza y tu oportunidad.
Karen, sentada en uno de los sofás, observaba la escena con una sonrisa contenida, fingiendo compasión mientras disfrutaba de cada segundo del dolor de su hermana.
Esmeralda tragó saliva, sintiendo un nudo en la garganta.
-No hables de esa manera, yo lo siento...
-¿Quién es el padre? -gritó la mujer más enojada que al principio.
Esmeralda negó con la cabeza, ni siquiera ella sabía quién era padre de su hijo, y quizás nunca lo sabría.
-Ese niño es un error, al igual que lo fuiste tú -hablo la mujer con frialdad.
-No es un error... Es mi bebé. No hables de esa manera.
Ese simple comentario desató el infierno.
Gloria se abalanzó sobre ella, sujetándola del cabello con fuerza desmedida, sacudiéndola como si quisiera arrancarle no solo el cabello, sino el alma.
-¡Un bastardo! ¡Eso es lo que es! ¡No quiero ver tu maldita cara ni un día más bajo este techo!
Las lágrimas de Esmeralda rodaban por su rostro mientras intentaba soltarse, pero Gloria la arrastró por el suelo, abriendo la gran puerta de la mansión con un empujón violento.
El frío de la noche golpeó su piel cuando la tiró al exterior como si fuera basura.
-¡Vete y nunca regreses! Te odio, como pudiste comportarte de esa manera.
La puerta se cerró de un portazo, dejando a Esmeralda arrodillada en el suelo, bajo la lluvia que comenzaba a caer como un cruel acompañamiento a su tragedia.
Sus sollozos se mezclaban con el sonido de las gotas golpeando el pavimento.
Estaba sola.
...
Esmeralda encontró refugio en la vieja casa de su abuela, un lugar que recordada con mucho cariño, pues había crecido allí, cuando su abuela falleció fue entregada a su madre, el sitio olía a humedad y recuerdos olvidados. Las paredes descascaradas y el techo con goteras eran su nuevo hogar.
Pero no estaba completamente sola.
Cada noche, mientras se acurrucaba en un rincón, hablaba con su bebé, acariciando su vientre.
Pensó en llamar a su mejor amiga, pero ella tenía suficiente con sus propios problemas, era mejor resolverlo ella misma.
-Prometo que seremos fuertes. Solo nos tenemos el uno al otro.
Era un juramento que la mantenía en pie, a pesar del hambre, el frío y la soledad.
...
Mientras tanto, en un lujoso café del centro de la ciudad, Irene se encontraba con Karen.
-Tienes que ver esto -dijo Irene, mostrando su teléfono con una sonrisa maliciosa.
Era un video de Aslan Wang, el hombre misterioso de aquella noche, rodeado de periodistas, su expresión fría.
-Se rumora qué está buscando a alguien. Una mujer con la que paso una noche. Ofreció una buena suma de dinero por algo de información.
-Ese no es mi asunto -respondió Karen con poco interés.
-¿Estás segura? Este es el video de la joven escapando por la mañana, es el mismo hotel donde celebraste tu cumpleaños.
Karen entrecerró los ojos, reconoció el vestido de su querida hermana, su mente retorcida comenzando a tramar un plan.
-¿Estás segura de que es él? -preguntó, sus dedos tamborileando sobre la mesa.
Irene asintió.
-Es multimillonario, heredero de un imperio y prácticamente dueño de la ciudad. Y está obsesionado con encontrar a esa chica.
Karen sonrió, una sonrisa cargada de maldad.
-Esa chica... seré yo.
Irene arqueó una ceja, acaso su amiga se había vuelto loca.
-¿Tú? Pero Aslan busca a la verdadera... Tu prima.
Karen la interrumpió con un gesto de la mano.
-No necesito ser la verdadera. Solo necesito convencerlo de que soy yo la mujer misteriosa.
Su mente ya maquinaba cada detalle, cada mentira. Sabía exactamente cómo manipular la situación.
-¿Y Esmeralda...?
-Bueno, Esmeralda ya no importa, puedo ser la esposa del hombre más poderoso de Corea, es lo único que importa.
...
La caza había comenzado.
Pero Esmeralda no sabía todo lo que tramaba su hermana a sus espaldas, ni siquiera era consciente de que Aslan la estaba buscando, un heredero millonario.