EL MILLONARIO Y LA NOVIA EQUIVOCADA
img img EL MILLONARIO Y LA NOVIA EQUIVOCADA img Capítulo 4 Robada en el silencio de la noche.
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Capítulo 6 Mentiras que envenenan el alma. img
Capítulo 7 Ecos de la traición. img
Capítulo 8 A las puertas del infierno. img
Capítulo 9 Al borde de la muerte. img
Capítulo 10 La mentira se hace más grande. img
Capítulo 11 La sospecha de Mei y el juramento de Esmeralda. img
Capítulo 12 Un nuevo comienzo img
Capítulo 13 La frialdad de una nueva mujer img
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Capítulo 4 Robada en el silencio de la noche.

El viento frío golpeaba con fuerza las ventanas rotas de la pequeña casa donde Esmeralda intentaba sobrevivir. La madera crujía como si la vieja estructura susurrara sus propios lamentos. Ella estaba sentada en el viejo sofá, abrazándose las rodillas, con la mirada perdida en el vacío.

Su vientre ya era notable, la vida que crecía dentro de ella era el único motivo por el que seguía respirando. Acariciaba suavemente la piel estirada, murmurando palabras de consuelo a su bebé, su único refugio en un mundo que la había desechado.

Pero esa noche la oscuridad traía algo más que frío y soledad.

Un auto negro se detuvo frente a la casa. Las luces se apagaron de inmediato, y de la sombra emergieron dos hombres corpulentos vestidos de negro. Sin previo aviso, la puerta fue derribada de una patada.

Esmeralda apenas tuvo tiempo de levantarse cuando sintió unas manos rudas sujetándola por los brazos.

-¿Qué hacen? ¡Suéltenme! -gritó, pataleando con desesperación, pero su fuerza era insignificante comparada con la de ellos.

-Tu madre quiere verte -dijo uno de los hombres con voz áspera, sin un ápice de compasión.

-No quiero, esa mujer ya no es mi madre -escupió con furia.

La arrastraron hacia el auto. La lluvia comenzó a caer, mezclándose con sus lágrimas.

Golpeaba las ventanas del vehículo mientras Esmeralda suplicaba, rogando que la dejaran en paz. Nadie la escuchó.

...

La mansión de Gloria brillaba bajo las luces de los candelabros. Karen estaba sentada mirando una revista de modas.

-¿Crees que funcione? -preguntó la mujer algo preocupada.

-¿Prefieres decirle la verdad al señor Wang y que esmeralda sea la esposa del hombre más rico de Corea?

La mujer respiró profundamente, no podía permitir que Esmeralda viviera con lujos mientras ellas se hundían en deudas.

-Tienes razón, esa estúpida no merece nada, debemos de continuar con el plan, a fin de cuentas para algo sirvió la inútil esa.

Gloria la esperaba en la entrada, impecable como siempre, con una expresión de asco y desprecio en el rostro.

-Mírala, la bastarda vuelve a casa -murmuró con una sonrisa cínica.

-¿Por qué me traes aquí? -espetó Esmeralda, su voz temblorosa por la rabia y el miedo.

Gloria no respondió. En su lugar, asintió hacia los guardias.

-Es por tu bien, te cuidaré hasta que des a luz. Enciérrenla.

Esmeralda luchó con todas sus fuerzas, pero la arrastraron escaleras arriba hasta una habitación vacía. La empujaron adentro con tanta fuerza que cayó al suelo, y la puerta se cerró de golpe detrás de ella. El sonido de la cerradura girando fue como un eco de su condena.

Pasaron los días. Esmeralda golpeaba la puerta hasta que sus manos quedaron rojas e hinchadas. Nadie acudía. Apenas le pasaban agua y algo de comida por una rendija, lo suficiente para mantenerla viva.

El aire en la habitación era denso, cargado de desesperación, para Esmeralda era una jaula dorada.

Hasta que una noche, el silencio fue roto por un grito desgarrador.

-¡Aaahh! -Esmeralda gritaba, doblada sobre sí misma, sintiendo un dolor insoportable que le atravesaba el cuerpo como cuchillas afiladas.

El eco de sus gritos recorrió la mansión.

Gloria subió las escaleras con calma, una sonrisa satisfecha en el rostro.

-Parece que llegó el gran día -murmuró, mirando a su hija retorcerse en el suelo.

-¡Ayúdenme, por favor! -suplicó Esmeralda, el sudor empapando su frente, las contracciones implacables.

Pero Gloria no sentía compasión. Solo veía una oportunidad.

-Tranquila, querida. Pronto todo terminará, te ayudaré con este pequeño problema.

Ordenó a los guardias que la llevaran al hospital. La subieron a un auto, sus gritos llenando el espacio mientras intentaba soportar el dolor.

...

En el hospital, el personal médico la recibió rápidamente.

-Está en trabajo de parto -anunció una enfermera.

Pero había órdenes específicas y no podía mezclar su trabajo con sentimentalismos, había recibido una buena suma de dinero a cambio de algo tan pequeño.

Una inyección en su brazo fue lo último que sintió la joven antes de que todo se volviera negro.

...

Cuando Esmeralda despertó, la habitación estaba en penumbras. Intentó sentarse, pero el dolor en su abdomen le indicó que había pasado por una cesárea.

Lo primero que hizo fue llevarse las manos al vientre vacío.

-¿Mi bebé? -susurró, con el corazón acelerado. Miró alrededor, pero no había nadie. Solo el sonido de una máquina monitoreando sus signos vitales.

Apretó el botón de llamada, pero nadie vino.

La puerta se abrió de golpe. Una enfermera entró, con el rostro serio y frío.

-¿Dónde está mi hijo? -preguntó Esmeralda, con la voz quebrada, el miedo apoderándose de ella.

La mujer no respondió. En su lugar, desconectó los cables del monitor con brusquedad.

-Tu estadía ha terminado -dijo, con una frialdad que heló la sangre de Esmeralda -debes marcharte en este momento.

-¡¿Qué?! No... no puedo irme. ¡Mi bebé! ¿Dónde está?

La enfermera la obligó a levantarse, a pesar de sus quejas, del dolor en su cuerpo aún débil. La arrastró por el pasillo hasta la salida trasera del hospital.

-No vuelvas o terminarás en problemas -fue lo último que escuchó antes de ser empujada hacia la fría oscuridad de la calle.

La puerta se cerró de golpe tras ella.

Esmeralda cayó de rodillas en el asfalto, el eco de sus sollozos perdiéndose en la noche.

Su hijo...

Había desaparecido, estaba segura de que todo había sido obra de su hermana y su madre.

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