―Lo ideal es hacerlo público frente a las cámaras ―dijo cuando iniciamos la tercera semana, su sonrisa de oreja a oreja, como si la idea de ser la comidilla de miles de revistas fuera la solución a nuestros problemas.
―¡Claro! Hacerlo público y que toda mi familia se entere, incluida la tuya, ese cuento no se lo creerá nadie, si apenas nos volvimos a reencontrar hace cinco meses.
―Tienes razón ―admitió resignado, después de horas de llevarme la contraria en el asunto.
Aquel momento de frustración de su parte fue la oportunidad perfecta para empezar con mi plan. No se vería sospechoso, pues la mayoría del tiempo en que habíamos vuelto a tener contacto, él prácticamente hacía estas cosas.
―Pienso que debe ser algo casual. Empieza por buscarme en el trabajo y luego pasas algún día sin ningún motivo para salir ―expuse mi gran idea―. Todo eso hasta que se termine el mes en el que se supone lanzaremos la bomba de que me casaré contigo en la Gran Manzana.
―¡Por supuesto! Además, no se verá sospechoso, ya que llevamos saliendo a todos lados desde que me acompañas a mis terapias, nadie pensará que es falso ―añadió Kill, ahora sí convencido de que mi súper idea era mejor para cerrar el acuerdo.
―Todo esto teniendo en cuenta de que me vas a prometer por lo que más quieres en este mundo, que nadie, y en esto estoy hablando sumamente en serio, Killiam Hasting―lo acusé con un dedo―, a nadie se lo vas a decir.
Básicamente esa era una de las partes del trato que más me importaba, no quería quede la noche a la mañana mis padres vieran la clase de mentirosa en la que se había convertido su hija solo por seguirle el juego a su amiguito.
―Prometo que no le diré a nadie, nena ―profesó Killiam, mirándome con la misma cantidad de seriedad, ahí fue donde pude asentir con tranquilidad.
Por cualquier lado que se mirase seguía siendo un plan descabellado, pero sabía que el arrepentimiento era el que tomaba el papel principal en todo este asunto, así que confié en su palabra y por un rato más continuamos discutiendo los detalles
.
El verdadero flirteo iniciaría mañana por la tarde, donde él pasaría a recogerme al colegio en el que yo trabajaba, luego iríamos a la feria que realiza la junta comunal todos los viernes por la noche. Esa noche del jueves nos despedimos con un abrazo y una vez fuera de la oficina de Kill cada quien se fue por su lado, cosa súper graciosa, porque nuestras casas quedaban una frente a la otra.
Solo una acera nos separaba.
Dejé atrás a mi amigo y me dispuse a abrir la puerta de la casa de mis padres, inmediatamente sentí el olor inigualable de la cena de mamá. Coloqué mis cosas en la mesa del living y caminé sonriente hasta donde se cocía el olor sabroso del cordero al horno de mi progenitora. No hice gran escándalo sobre mi llegada, pues seguro mis padres me habían escuchado abrir la puerta; pasé por el sillón donde mi papá estaba
viendo su juego favorito en la televisión y besé su coronilla con cariño.
―Oye, creí ver al chico Hasting pasear estos días contigo ―puntualizó mi padre sin
despegar la vista del juego en pantalla.
Lo miré de reojo sin decir nada al respecto, conocía mucho al señor, que es una de las personas que más quiero en el planeta entero y sabía que sería muy difícil hacerle creer todo lo que supuestamente Kill y yo habíamos decidido hacer. Obviamente, mi padre tenía conocimiento de mi enamoramiento, pero también era obvio que yo no era correspondida, lo cual lo hacía más difícil. Tenía que actuar de forma creíble.
―Sí, queremos pasar juntos el mayor tiempo posible, pronto regresará a Nueva York.-Dejé caer la trampa y raramente se creyó todo.
―Es bueno que pasen tiempo juntos, pequeña ―dijo despegando la vista del juego que estaba por culminar―. Significa que el muchacho se ha dado cuenta de lo valiosa que es tu compañía.
La sonrisa de mi padre se extendió por todo su rostro al decir aquellas dulces palabras, haciéndome sentir la peor hija del mundo.
―Tenía que darse cuenta tarde o temprano, mi niña ―secundó mi madre, que venía saliendo de la cocina con su delantal de cuadros rojos y blancos bien sujeto a la cintura―. Estoy segura de que muy pronto te pedirá una cita.
Su manera alegre de pronunciar tal evento solo me causó náuseas repentinas.
―¡Oh, chicos, no inventen! ―exclamé tratando de restarle importancia, mis padres siempre me recordaban cuánto babeaba por mi mejor amigo―, solo nos reunimos como siempre para sus terapias, puede que a mí me guste su compañía ―les recordé―. Pero Killiam está por irse de nuevo a su mundo de jugador estrella y yo pasaré a la historia en cuestión de horas.
Los dos me observaron con una sonrisa un poco lastimera. Sabían de lo mucho que había reprimido mis sentimientos desde que regresé al pueblo a visitarlos, en un principio se suponía que serían solo dos semanas de vacaciones y ya se había convertido en mucho más tiempo del estimado, me había establecido aquí en el pueblo sin fecha de retorno.
Sacudí la cabeza al recordar al culpable de mi estancia en el sitio y traté de concentrarme en la cena con mis padres, que en seguida se sentaron a la mesa a degustar los divinos manjares de mi súper mamá. Mientras revolvía la comida entendí que en realidad no estaba siendo sincera con mis propios sentimientos, Kill podía no darse cuenta de lo que de verdad sentía por él, sin embargo, era porque traía puesta una venda
imposible de retirar o porque yo también había esquivado toda oportunidad de declararme. Además, estaba el hecho de que los dos seguíamos atados a los fantasmas del pasado. Principalmente él.
Inclusive, el día de nuestro encuentro, a simple vista pareció un chiste de mal gusto del destino; yo estaba en el terminal camino a Nueva York, lista para hacer escala en el aeropuerto hacia Chicago, porque ese se había convertido en mi hogar por un tiempo indefinido. De repente, y como por arte de magia, venía bajando Killiam del autobús con dos muletas a su costado y una expresión de tristeza absoluta como compañía.
En ese punto de nuestras vidas, ambos nos habíamos convertido en dos completos desconocidos que no sabían ni como dar inicio a una sencilla conversación, solo recuerdo vagamente que me pidió ayuda para llegar a su casa y yo acepté, dejándome llevar por su cara de perro atropellado. Lo demás se fue dando hasta llegar a lo impensable...
Matrimonio falso.
Novia falsa.
Mientras escarbaba mi lasaña con desánimo traté de aplacar esa vocecita en mi cabeza que me decía que todo era una locura, esa no era para nada la manera en la que imaginé estar a su lado, nada de lo que mi mente pensaba incansablemente me dejaba pasar bocado, así que, para no alzar sospechas entre mis padres, dije que ya había cenado con Killiam y que deseaba retirarme a mi habitación cuanto antes. Como buena hija esperé educadamente a que los dos terminarán su cena y luego de ayudar a mi madre a recoger
todo de la mesa me fui a mi cuarto, completamente distraída de mi entorno.
Llena de ansiedad y nerviosismo encendí las luces y abrí un poco las cortinas del lugar para que corriera el aire, en esta época del año empezaba a hacer un poco de calor en esta zona del pueblo. Del otro lado, justo enfrente de mi cuadriculada ventana, estaba la habitación de mi amigo, las luces estaban encendidas y el dueño del lugar sostenía una nota que decía:
¿Cita?
Mañana a las cinco de la tarde paso por ti, hermosa.
El hecho tan bobo me hizo sonreír un poco a pesar de la preocupación, pues anteriormente habíamos quedado en que todo se daría de forma paulatina y casual. Su cortesía me estremeció el cuerpo, pero busqué de inmediato cómo responderle. Agarré una pizarra que usaba de pequeña para hacer esta clase de cursilerías y escribí:
No queda de otra, nos vemos mañana a las cinco, Hasting.
Y él respondió:
Nos vemos mañana, nena.
Hice un ademán de despedida con mi mano izquierda y me quité de la ventana antes de siquiera intentar decir otra cosa, aquella forma tan dulce de hacer la propuesta más difícil solo me hería muy profundo, claro está que no debía enojarme, ahora los dos habíamos crecido y no éramos los mismos adolescentes hormonales.
Me recosté en mi vieja cama con el corazón latiendo de prisa. Nunca pensé que amar a alguien sería tan difícil, incluso había llegado a pensar que después de tantos años lejos cualquier sentimiento se había anulado. Después de todo, Killiam siempre me había dejado tan claro como el agua que era un imposible para mí.
La chica inocente que se ilusionó de ese joven que era tan amable y coqueto no lo entendió al principio, pero la mujer adulta de soy hoy, solo reafirma una cosa en particular: lo amo, sí, además admiro la forma apasionada en la que dicho galán me cuenta sus metas y proyectos, su parte audaz y alegre es lo que me mantiene prendada.
Él se ha convertido en un caballero de enormes sentimientos con el cual puedo conversar por horas sin cansarme, tiene aspiraciones más grandes que solo ser un jugador profesional, y por sobre todas las cosas, protege a sus seres queridos a capa y espada, su familia lo es todo para él, y obviamente, aparte de que es apuesto, es inteligente.
Desde muy joven, Killiam trazó un plan maestro para poder culminar sus estudios de forma rápida, quería graduarse con honores en la carrera de derecho, también se esforzó al máximo en su carrera deportiva. Los méritos llegaban uno detrás de otro y eso me pudo haber causado admiración como mejor amiga, pero ahí ocurría algo más, porque cuando tenía toda su presencia frente a mis sentidos... ¡Diablos! Mis latidos se podían escuchar a miles de kilómetros. Todos eran capaces de oírme, todos menos él.
«¿Kill también notará mis atributos como mujer y profesional?» Porque tengo un montón de ellos, todos heredados de mi estadía en Chicago, de la cual Killiam no tiene conocimiento alguno.
Cerré los ojos poco a poco, recordando por qué esta parte no la sabía mi amigo, y di con el justo y preciso momento...