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El Ángel de tú corazón

mireya prado
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Capítulo 1 Un contratiempo inesperado I

Ángel André Pérez Cabrera se encontraba en un profundo sueño cuando un extraño y agobiante sueño interrumpió su descanso. Este sueño, que había estado repitiéndose de manera constante en los días previos, lo situaba en medio de una intensa batalla entre el bien y el mal. En un ámbito distinto al de la Tierra, donde la imaginación y los desafíos superaban los límites de la fisión, tuvo lugar una confrontación entre ángeles oscuros, que desató una rebelión contra el templo de Licaya.

Este santuario sagrado, erigido por los dioses, albergaba ángeles blancos y estaba destinado a proteger a la humanidad, siendo la conexión más cercana hacia la Tierra.

Él se encontraba gravemente herido, con sus alas dañadas, pero continuaba luchando de manera constante contra otros ángeles rebeldes. En un momento de la batalla, se detuvo al escuchar un grito agudo de una joven que se hallaba en peligro. -¡Aurora, no la han atrapado! -exclamó con preocupación, y de inmediato corrió a su rescate. -Debo protegerla antes de que se apoderen de su alma; no puedo permitirlo.

Rodeado por un inmenso fuego que avanza con desesperación, corre por un largo pasillo oscuro. Al final de este, se detiene para observar cómo ella grita mientras es brutalmente arrastrada por el suelo. Intenta liberarse de las redes del malvado ángel negro, que la sujeta del cabello entre sus manos. -Silencio; ha llegado tu momento y así podré apoderarme del poder que resplandece en ese collar. Ahora, ni nadie ni nada podrá protegerte. Dime dónde está, ¡entrégamelo ya...!

-No te lo entregaré; nunca lo tendrás. Tendrás que matarme -dijo ella, gritando por el dolor que le causaba el violento tirón de su cabello en sus manos.

-Aquí estoy. Detente y déjala ir; en realidad, a quien deseas es a mí. Ven y enfréntame como un hombre -gritó a la distancia mientras empuñaba su espada.

-¿Te atreves a desafiarme, a mí, un simple humano que no posee nada? -expresó entre risas burlonas. Mientras el ángel seguía observando, Aurora desvió la mirada hacia el ángel negro.

-No tendré un poder absoluto, pero tengo la fortaleza necesaria para enfrentarme a ti, y por eso lucharé hasta el final. Te ruego que la dejes ir; ella no tiene nada que ver en esto. Así que pelea, ven...

-Consideras que ella no tiene importancia, pero tu chica posee un don valioso y poderoso que me otorgará la inmortalidad, permitiéndome apoderarme de todas las almas en la Tierra. Entonces, serás testigo de la caída de todos los ángeles.

-No lo permitas, Ángel, que se apodere de todo. -Gritó Aurora.

-¡Déjala ir y lucha! -exclamó, desplegando sus imponentes alas. El ángel oscuro la soltó y ella se alejó unos pasos, retrocediendo aterrorizada y sentándose en el suelo, sacudiendo la cabeza en señal de negación. Observó cómo él desenfundaba su espada y, con voz aguda, dirigía la hoja hacia su hermosa cara cubierta de ceniza.

-Entrégame el collar de inmediato o me veré obligado a tomar medidas drásticas.

-No lo tendrás, maldito; jamás te lo entregaré.

El ángel negro, furioso, alza su espada, pero es inesperadamente detenido por una fuerza mucho más poderosa que la suya, proveniente de Ángel, quien lo eleva por los aires. Al caer en una esquina, el ángel lanza su máximo poder con una mano, pero logra esquivarlo. Sin embargo, es nuevamente proyectado hacia atrás, descendiendo hasta el final del pasillo. Ángel, al girar su rostro, ve a la joven asustada y, al tomarla de la mano, se pone de pie.

-Viniste a buscarme. Pensé que no lo harías.

-¿Cómo se te ocurre que te dejaría al margen del peligro? No, debemos apresurarnos. El templo está en llamas y pronto se desvanecerá.

Tenemos que refugiarnos en Licaya. -Gracias por venir a buscarme, no sabía qué hacer.

-No te preocupes, mientras tengas contigo el collar, actuará como un talismán que me atraerá a ti y te brindará protección. Recuerda que soy tu Ángel de Paz, el guardián de Licaya y protector de la tierra.

-¡Cuidado, Ángel! -grita ella al advertir el inminente ataque del ángel negro, que lo toma por la cintura y lo eleva en el aire, estrellándolo directamente contra la pared. Cuando logra reaccionar, observa cómo el ángel levanta su espada bañada en oro, preparándose para apuntarla hacia él. Sin embargo, el sueño se interrumpe al escuchar el sonido del despertador.

En una mañana lluviosa y cálida, el joven Ángel Andrés Pérez Cabrera, de 19 años, permanecía dormido en su habitación. Se mostró irritado al escuchar el despertador, abriendo los ojos de manera un tanto aturdida tras haber tenido una noche pesada, durante la cual varios sueños extraños interrumpieron su descanso. Sin embargo, desconocía que parte de esos sueños contenían mensajes sobre lo que podría suceder a lo largo del día.

No obstante, el deseo de volver a dormir se ve interrumpido por el golpe de una rama contra el cristal de su ventana, lo que lo saca con furia de su recámara. En ese momento, lleva puesto un bóxer de color negro y se dirige a iniciar su rutina habitual: darse una ducha y vestirse de manera deportiva, un estilo sobre el cual su madre, Clarisa Cabrera de Pérez, de 45 años, siempre ha hecho críticas constantes, algo que él mismo no se atreve a cuestionar, dado que su madre es una figura un tanto peculiar.

Al terminar, se pone su chaqueta de cuero negra con manchas rojas. Justo en ese momento, alguien toca a la puerta y entra su madre. -Hola, madre, buenos días. -menciona, esbozando una radiante sonrisa que se desvanece al notar que ella frunce el ceño. A la vez, levanta las manos en un gesto de reproche al verlo vestido con ropa deportiva, mientras observa cómo él se coloca su reloj de mano y sacude su chaqueta.

-Buenos días, Ángel. Hijo, ¿es en serio que piensas asistir a la preparatoria Gabriel del Toro vestido de esa manera? Por favor, reconsidera. Esto es inaudito. -Con irritación, sacude de manera brusca su mano derecha, golpeándola contra su muslo.

-Madre, es demasiado temprano para discutir sobre mi vestimenta. Para tu información, te aclaré anoche que no tengo intención de estudiar en esa institución, donde solo asisten estudiantes poco sociales.

Mientras hablaba, se dio la vuelta, se aplicó loción y se miró en el espejo, mientras ella lo observaba, negando con la cabeza. Él la observaba a través del reflejo del espejo. Se dio la vuelta, ajustando su chaqué, y su madre, visiblemente alterada, le comunica un "no" rotundo que resuena en toda la habitación, mientras él adopta una expresión seria.

-No asistiré a esa institución, madre. Quiero informarte que tengo la intención de comenzar mis estudios en la Academia California Nova -expresó sin rodeos, lo que provocó una mayor indignación en su madre, que se lleva la mano en forma de sierra hacia su rostro, haciendo una referencia.

-¿Te has vuelto loco, Ángel? ¿Cómo puedes considerar estudiar en un lugar donde congregan personas poco sociables que se dedican únicamente a la ociosidad y a los vicios? A los malos hábitos. No me hagas esto a mí y a tu padre, por Dios, quien se esfuerza continuamente por conseguirte un lugar en una institución adecuada. Ella, visiblemente molesta, se pasa la mano por la cara, angustiada por la decisión que su hijo ha tomado en el último momento. Su mente se encuentra en un estado crítico, atrapada entre el nerviosismo y la preocupación, ya que su esposo, Gabriel Ángel Pérez, podría enfurecerse ante tal elección.

-Ángel, no entraré en más discusiones sobre este tema. Asistirás a la reunión conmigo y te inscribirás en la carrera de Derecho, como lo habíamos acordado.

-¿Cómo? Que acordamos, no, madre; lo acordaron fue mi padre y tú, por favor no exageres. Ya hablamos de esto anoche y se quedó ahí.

Ángel abre la puerta de la habitación para salir, pero su madre la cerró de repente, sujetándola del antebrazo. Sin embargo, logró soltarse y retrocedió un poco. -¿Qué te sucede? No me provoques, mamá, tú sabes que no me gusta esa actitud tuya.

-Si no te gusta, no me llevarás la contraria, Ángel. No permitiré que pongas en riesgo tu vida, por Dios.

Esto es inaceptable; ¿acaso no has escuchado que hace poco un joven fue asesinado de una puñalada en el pasillo de esa institución? Para colmo, agreden al vigilante de la entrada -expresa dolida. -Todo es violencia y agresiones.

-Por favor, madre, ya es suficiente. No deseo asistir a esa mugrosa universidad; no comprendes que no me resulta atractiva en absoluto. Insistes únicamente porque los hijos de tus amigas, que son muy charlatanas, estudian allí. Quieres que yo siga ese mismo camino, pero no es lo que deseo. -Al final, grita y recibe una fuerte bofetada de su madre. Con el rostro marcado por sus dedos, él manifiesta su coraje y una respiración acelerada; su paciencia se ha agotado.

-No debiste verme golpeado de esa manera, madre. Como ves, ya no soy un niño que manejabas a tu antojo.

-No me hables de esa manera, Ángel. Soy tu madre y merezco tu respeto -le solicita, extendiendo su mano en un gesto de calma para luego bajarla, evidenciando el enojo en su rostro-. Tú no harás lo que te venga en gana; harás lo que yo diga y punto.

            
            

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