La Heredera Oculta
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Capítulo 5 5

La noche había caído nuevamente sobre Puebla, y Valeria se encontraba en su apartamento, en la soledad de su pequeño salón, mirando a través de la ventana. La ciudad se extendía ante ella, luminosa, pero en su interior la oscuridad se había instalado con una fuerza imparable. Cada rincón de su hogar parecía estar impregnado de la presencia de Leonardo, su sombra acechante, recordándole que el peligro estaba cerca.

Estaba claro que no podía seguir viviendo con el miedo constante de ser encontrada. Cada ruido, cada sonido que rompía el silencio la hacía saltar, y ese sentimiento de vulnerabilidad no la dejaba ni un segundo. Había intentado mantener su vida tranquila, alejada del caos que había dejado atrás, pero Leonardo había regresado, y con él, una ola de amenazas que ni ella ni Emiliano podrían evitar.

Se levantó y caminó hacia la habitación de Emiliano. El niño estaba profundamente dormido, con su osito de peluche abrazado entre sus manos, ajeno a todo el mundo que giraba a su alrededor. Valeria lo observó con ternura, pero también con una angustia palpable. ¿Qué pasaría si Leonardo lograba quitarle lo que más amaba en el mundo? ¿Qué haría ella para detenerlo?

-Te prometo que nunca te dejaré -susurró, acariciando su cabeza suavemente.

Su determinación se renovó al ver a su hijo, y aunque el miedo seguía latente, había algo más fuerte en ella. La protección de Emiliano. Ese era su motor, su razón para seguir luchando.

De repente, el sonido de su teléfono la sacó de sus pensamientos. El nombre de Sofía apareció en la pantalla. Valeria lo tomó con rapidez, sin dudar.

-¿Sofía?

La voz de su amiga sonaba grave, como si hubiera algo urgente que comunicarle.

-Valeria, tenemos que hablar. Es importante.

-¿Qué pasa? -preguntó, sintiendo cómo su pulso aumentaba.

-Leonardo ha comenzado a mover sus piezas. He oído rumores. Está contactando a personas de tu círculo cercano, preguntando por ti, por Emiliano. Está buscando información, Valeria. Y no creo que tarde mucho en dar con ustedes.

Valeria sintió que el aire se le escapaba del cuerpo. Cada palabra de Sofía era una alarma en su mente, un eco de las amenazas que había estado ignorando hasta ese momento. Había estado esperando que Leonardo hiciera su movimiento, pero no estaba preparada para que todo comenzara tan rápido.

-¿Qué debo hacer? -preguntó, tratando de mantener la calma.

Sofía respiró profundamente antes de responder.

-Tienes que salir de ahí, Valeria. Ya no es seguro. Leonardo tiene contactos en todas partes, y si sabe dónde estás, será cuestión de tiempo antes de que te encuentre.

El pánico la envolvió en un instante. Valeria miró hacia la habitación de Emiliano, su pequeño refugio, y sintió como si todo estuviera a punto de desmoronarse. ¿Cómo podía salir corriendo cuando lo único que deseaba era quedarse allí, con su hijo, lejos de todo este caos?

-¿A dónde puedo ir? -preguntó, su voz temblorosa.

Sofía vaciló por un momento, como si estuviera considerando la mejor opción.

-Tengo un lugar. Es seguro, pero necesitamos que actúes rápido. Si te quedas ahí, no creo que puedas proteger a Emiliano. No tienes tiempo, Valeria.

La urgencia en la voz de Sofía hizo que su corazón latiera más rápido. Sin pensarlo, Valeria aceptó.

-¿Cuándo?

-Lo más pronto posible. Prepárate y avísame cuando estés lista para salir. Te enviaré la dirección.

-Está bien -respondió Valeria, apretando el teléfono con fuerza.

Cortó la llamada y se quedó unos segundos allí, en silencio. Luego, sus ojos se dirigieron nuevamente a Emiliano. El niño dormía profundamente, ajeno a los peligros que se avecinaban.

Valeria se levantó con determinación. No podía perder tiempo. No importaba lo que Leonardo quisiera, ni lo que fuera necesario. Emiliano no iba a ser una víctima más.

Comenzó a empacar algunas cosas, pero cada prenda de ropa, cada objeto que metía en su maleta le parecía un recordatorio de todo lo que estaba a punto de perder. No podía creer que su vida hubiera llegado a este punto, que un hombre como Leonardo Montenegro estuviera amenazando su existencia. Y aún peor, que Emiliano tuviera que ser parte de todo esto.

El miedo era palpable, pero también lo era su coraje. Tenía que mantener la calma, no solo por ella, sino por Emiliano. No podía dejar que nada lo tocara.

Cuando terminó de empacar lo esencial, miró alrededor, como si quisiera aferrarse a su hogar, a su vida anterior, una vida que ahora parecía un sueño lejano. Pero no tenía tiempo para lamentos. Había tomado una decisión y debía seguir adelante, sin importar los riesgos.

A los pocos minutos, su teléfono vibró nuevamente. Era un mensaje de Sofía con la dirección. Sin pensarlo, Valeria salió del apartamento y bajó al estacionamiento. Con las manos temblorosas, arrancó el motor de su coche y comenzó a conducir.

El camino hacia el lugar que Sofía le había indicado parecía interminable, como si cada kilómetro que recorría la alejara más y más de la vida que conocía. Las calles oscuras y desiertas no ayudaban a calmar su ansiedad. Cada vez que veía un coche pasar cerca de ella, su corazón se aceleraba, temiendo que fuera un coche desconocido, que fuera Leonardo, que estuviera siguiéndola.

Finalmente, después de lo que le parecieron horas, llegó a un pequeño barrio apartado, lejos de la ciudad. Allí, en una calle tranquila, se encontraba una casa modesta pero acogedora. Sofía la esperaba en la entrada, con una expresión preocupada pero determinada.

-¿Estás bien? -preguntó Sofía, al notar la tensión en el rostro de Valeria.

Valeria asintió, aunque su mente seguía agitada.

-Lo estoy. Pero, Sofía... no sé cuánto tiempo podré mantener esto. Leonardo está más cerca de lo que creía. Y no sé si tengo fuerzas para seguir huyendo.

Sofía la miró con comprensión y dio un paso hacia ella.

-No tienes que hacerlo sola. Estoy contigo, Valeria. Lo que sea que necesites, lo haremos juntas.

Valeria la miró a los ojos, sintiendo una leve sensación de alivio, pero la lucha apenas comenzaba. Sabía que lo peor estaba por venir. Y no solo estaba luchando contra Leonardo. Estaba luchando contra un sistema, contra un hombre que había decidido arrebatarle lo que más amaba.

No podía perder.

                         

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