Zona Restringida
img img Zona Restringida img Capítulo 4 El nombre que lo cambia todo
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Capítulo 6 La grieta img
Capítulo 7 Lo que no se nombra img
Capítulo 8 Lo que no se olvida img
Capítulo 9 Susurros y resguardos img
Capítulo 10 La cabaña y la tormenta img
Capítulo 11 Donde el agua nos nombra img
Capítulo 12 La Frontera del Deseo img
Capítulo 13 Lo que no se dice img
Capítulo 14 Lo que vuelve con uno img
Capítulo 15 Frágil equilibrio img
Capítulo 16 El ruido del silencio img
Capítulo 17 La costumbre del vacío img
Capítulo 18 Cruces silenciosos img
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Capítulo 4 El nombre que lo cambia todo

Los días se deslizaban lentos, pero intensos. Para Valeria, cada hora sin noticias de Él era como caminar con el cuerpo presente pero la mente anclada en otra dimensión, donde seguía ocurriendo aquella noche: el beso salvaje, el peso de un cuerpo que imponía sin pedir permiso, el roce del uniforme que provocaba escalofríos solo con recordarlo.

Afuera, el mundo seguía su ritmo habitual. Dentro de ella, todo había cambiado.

Valeria se aferró al único hilo que aún podía mantenerla cerca: Iván.

Él no había dejado de buscarla desde aquella noche. Sus mensajes eran constantes, con ese tono entre juguetón y protector que antes le parecía encantador, pero que ahora, comparado con la seguridad indomable de Elías, se sentía tibio.

-¿Cómo amaneciste, preciosa?

-¿Te pasas por la feria de seguridad? Estoy de guardia, pero puedo escaparme un rato...

-Te extraño.

Valeria respondía. No con entusiasmo, pero respondía. Porque necesitaba una excusa, un puente. Sabía que si quería encontrar al otro, debía mantener a Iván cerca.

Una tarde, mientras compartían un café cerca de la comandancia, Valeria tanteó con más decisión.

-¿Y tu compañero? El que apareció de la nada la otra noche... ¿Cómo se llama?

Iván alzó la vista lentamente. Su mandíbula se tensó, y los dedos jugaron con la taza como si no supiera bien qué decir.

-¿Por qué preguntas eso otra vez?

-Porque no me lo has dicho. Y lo mínimo sería saber el nombre de alguien que me... besó como él lo hizo.

La frase se le escapó más directa de lo que planeaba. Iván parpadeó, claramente dolido.

-¿Fue para tanto?

Valeria sostuvo su mirada. No iba a suavizarlo.

-Sí. Fue para tanto.

Él se recostó contra la silla y suspiró. Ya no fingía estar bien.

-Mira, no creo que debas meterte con él. Es un tipo... complicado. Solitario. No es como yo.

Ella cruzó los brazos, desafiante.

-Tal vez por eso me interesa.

Iván sonrió, pero no con gracia. Era una mueca amarga.

-¿De verdad te interesa? ¿O es solo morbo? Porque lo que pasó esa noche fue... salvaje. No fue cariño, ni afecto. Fue impulso.

-Sí. Y aún así, lo recuerdo más que cualquier otra cosa.

Iván bajó la mirada. Su tono cambió, volviéndose casi paternal.

-No deberías buscarlo, Valeria. De verdad. Tiene su historia, no es alguien con quien puedas hablar como hablas conmigo. Es un muro. No se involucra. Y si lo hace, no es para bien.

-¿Y tú sí eres para bien?

Él no respondió.

Esa noche, ella no pudo más. Le escribió por última vez, sin rodeos:

-Dime cómo se llama. O no vuelvas a escribirme.

Pasaron horas. La madrugada llegó con su silencio habitual, y el teléfono vibró cuando ya Valeria había perdido la esperanza.

Era una llamada. De Iván.

-¿Vas a decirme cómo se llama? -preguntó ella apenas contestó, sin saludar.

-Solo prométeme que no lo vas a buscar.

-No puedo prometer eso.

Un suspiro del otro lado. Lento. Dolido.

-Está bien. Se llama Elías M. Pero no digas que no te lo advertí.

-¿Advertirme qué?

-Que no es un hombre fácil. Ni libre. Ni siquiera seguro. No es como yo, Valeria.

Ella cerró los ojos al oírlo. Sintió algo parecido a culpa, pero no duró. Porque en cuanto colgó, repitió en voz baja, como si saboreara cada sílaba:

-Elías M.

Ese nombre era una puerta. Un detonante. Una obsesión validada.

Ahora que sabía cómo se llamaba, todo era posible.

Pero Valeria no se conformaba con saber. Quería verlo. Hablarle. Volver a sentir el peso de sus manos y la locura de ese beso.

Ahora el deseo tenía nombre. Y eso era más peligroso que cualquier cosa.

Sin el menor disimulo, Valeria cortó la comunicación con Iván. Ni siquiera contestó su último "¿Estás ahí?". No. Ya no estaba allí. Ya no estaba para él.

Con el corazón latiéndole en la garganta, buscó el número de la central policial en su teléfono. Las manos le temblaban, pero no de duda... sino de adrenalina.

Marcó.

-¿Comandancia policial, buenas noches?

-Hola, buenas noches -dijo ella, intentando sonar casual-. ¿Podrían transferirme con el agente Elías M? Creo que trabaja en la división de seguridad de eventos o algo así...

Hubo un leve silencio del otro lado, apenas unos segundos. Pero para ella fue eterno.

-¿Motivo de la llamada?

Valeria improvisó sin titubear.

-Tema personal. Me dijeron que preguntara directamente en la sede. Lo vi hace poco en un operativo y quedó algo pendiente. Solo necesito hablar con él un momento.

El operador dudó, pero accedió.

-Un momento, por favor.

Valeria tragó saliva, sintiendo cómo una corriente le recorría la espalda. ¿Y si él contestaba? ¿Y si no?

Pero ya no había vuelta atrás.

Había dado el primer paso hacia algo que no sabía si podría controlar.

Y en el fondo, esa era la parte que más la excitaba.

            
            

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