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La suite nupcial era un espectáculo de lujo. Alfombras gruesas, muebles elegantes, una cama demasiado grande con sábanas de satén color marfil. Cada rincón destilaba opulencia, como si el dinero pudiera disfrazar la realidad de lo que era: una jaula dorada. Un perfume tenue, mezclado de lavanda y madera pulida, flotaba en el aire, impregnando el espacio con una sensación de calma artificial.
Nelly entró primera, sus tacones resonando sobre el suelo de mármol, un sonido que contrastaba con el pesado silencio que se cernía sobre ellos. Su vestido de novia pesaba como si llevara encima el peso de cada expectativa que su familia había puesto sobre ella.
Como un manto invisible de obligaciones que no había pedido. Se detuvo en medio de la habitación y, sin mirar a Adrián, comenzó a quitarse los alfileres del cabello. Las horquillas cayeron una a una sobre la cómoda de madera oscura con un tintineo sordo, como gotas de lluvia, estrellándose contra el suelo.
Adrián cerró la puerta detrás de él sin apurarse. No hubo dramatismo en sus movimientos, solo la cadencia pausada de alguien que nunca se permitía el lujo de la prisa.
-Espero que no esperes nada de mí esta noche.
La voz de Nelly flotó en el aire como una daga envuelta en terciopelo. No era solo una advertencia, era una declaración de guerra.
Adrián se quitó la chaqueta del traje con la misma calma inquebrantable de siempre y la colgó en el respaldo de un sillón. Su expresión, serena e inescrutable, era como una muralla imposible de atravesar.
-No veo razón para forzar algo innecesario.
Nelly dejó escapar una risa baja y descalzó los pies. El alivio fue inmediato, una liberación pequeña pero significativa. Sus tacones cayeron de lado con un golpe hueco contra la alfombra mientras ella flexionaba los dedos, disfrutando la sensación de libertad.
Se giró hacia él, cruzándose de brazos.
-Vaya, qué alivio. Me preocupaba que tuvieras intenciones de consumar nuestro matrimonio perfecto.
Él la observó durante unos segundos antes de desabrocharse los gemelos de la camisa, cada movimiento medido, casi perezoso.
-No soy un hombre impulsivo. Si quisiera algo, te lo haría saber.
Nelly ladeó la cabeza y lo examinó con atención. Era irritante lo cómodo que parecía en esta situación, como si nada pudiera tocarlo, como si todo estuviera bajo su control.
-Qué conveniente -murmuró, caminando lentamente hacia la cama y dejándose caer sobre ella con un suspiro exagerado. Hundió las manos en la suavidad del satén, disfrutando el contraste frío contra su piel caliente-. Dime algo, Adrián, ¿qué se siente casarse con alguien que no es de tu tipo y que no puedes controlar?
Él terminó de remangarse la camisa con la misma eficiencia desapasionada con la que probablemente firmaría un contrato de negocios. Luego se acercó al minibar y sacó una botella de whisky, llenando un vaso con un par de cubos de hielo. El sonido del cristal chocando contra el hielo rompió el silencio tenso.
-La pregunta correcta sería: ¿qué se siente casarse con alguien que cree que puede desafiarme y ganar?
Nelly sonrió sin mirarlo.
-Aburrido, supongo.
El tintineo del hielo se detuvo cuando Adrián llevó el vaso a los labios y bebió un sorbo pausado, disfrutando del ardor del licor, deslizándose por su garganta. Luego dejó el vaso sobre la mesa con un movimiento preciso.
-No me aburro con facilidad.
Nelly se incorporó, apoyándose en los codos, con la mirada fija en su esposo. Su esposo. ¡Qué absurdo sonaba eso! Un extraño con el que había compartido votos vacíos en una ceremonia que había sido más espectáculo que unión.
-Entonces te va a encantar este matrimonio -dijo con una sonrisa juguetona, aunque sus ojos reflejaban una promesa distinta-. Pero si hay algo que puedo prometerte, es que no seré una esposa sumisa que sigue órdenes.
Adrián se acercó hasta quedar de pie frente a ella. Desde su altura, la miró con una intensidad que hizo que el aire entre ellos se volviera denso, casi tangible.
-¿Y qué tipo de esposa piensas ser, Nelly?
El desafío estaba ahí, flotando entre ellos, como un choque de placas tectónicas a punto de desencadenar un terremoto.
Ella se incorporó completamente y se puso de pie, quedando a solo unos centímetros de él. Podía sentir el calor que emanaba de su cuerpo, el sutil aroma de su loción mezclado con el whisky en su aliento. Sus miradas se encontraron, y durante un segundo, el tiempo pareció suspenderse.
-La que hace que te arrepientas de cada expectativa que pusiste sobre mí.
Adrián no parpadeó.
-No tenía expectativas sobre ti.
Ella sonrió, pero esta vez sin rastro de burla.
-Oh, querido... entonces prepárate para que este matrimonio sea toda una sorpresa.
Sin más, tomó su neceser y se dirigió al baño. La puerta se cerró con un golpe suave, dejando atrás a un Adrián que, por primera vez en mucho tiempo, no estaba completamente seguro de tener el control.
Dos mundos se habían colisionado. Y ninguno de los dos iba a ceder terreno.
Nelly salió del baño, envuelta en una nube de vapor, su piel aún tibia tras la ducha caliente. Caminó con calma, deslizándose por la habitación con la seguridad de quien sabe que es observada. Su pijama de satén se adhería a su piel, marcando cada curva con una sutileza provocadora. La fina tela de tirantes apenas cubría lo necesario, dejando entrever el contorno de su figura con cada movimiento. No era una elección inocente. Sabía exactamente lo que hacía.
Adrián, que estaba sentado en el sillón con el vaso de whisky entre los dedos, levantó la mirada en cuanto la vio aparecer. No intentó disimular su inspección; su mirada se deslizó lentamente por su silueta, deteniéndose en los pequeños detalles: la forma en que la tela se ceñía a su cintura, el leve balanceo de sus caderas, la piel aún húmeda brillando bajo la tenue luz de la habitación. Su mandíbula se tensó apenas, pero su expresión seguía imperturbable.
Nelly se detuvo frente al espejo, dándole la espalda, y recogió su cabello en un moño alto, dejando expuesta la elegante curva de su cuello. Desde el reflejo, atrapó la mirada de Adrián, siguiéndola, y una sonrisa traviesa se dibujó en sus labios.
-Puedes mirar todo lo que quieras, Adrián -murmuró con suavidad, como si compartiera un secreto-. No me molesta en lo absoluto.
Adrián no respondió de inmediato. En su lugar, dejó el vaso sobre la mesa con deliberada lentitud y se puso de pie. Su andar era seguro, pausado, el de un hombre que nunca se apresura, que se mueve con la certeza de que el mundo se ajustará a su ritmo. Se acercó hasta quedar justo detrás de ella, su presencia irradiando un calor que le erizaba la piel a Nelly.
-Eso es evidente -dijo, finalmente, su voz más grave de lo habitual.
La mirada de Nelly no titubeó. Desde el espejo, sostuvo el contacto visual, sintiendo el peso de aquella tensión suspendida en el aire. Adrián estaba tan cerca que podía oler la mezcla de su loción y el whisky en su aliento. Una combinación embriagadora.
-¿Y? -susurró ella, girándose despacio hasta quedar frente a él-. ¿Vas a quedarte ahí parado todo el tiempo, o vas a hacer algo al respecto?
Adrián la observó en silencio, sus ojos oscuros trazando un mapa invisible sobre su piel. Sus manos se flexionaron a los costados, como si se contuviera de tocarla. Y entonces, sin decir palabra, se dio media vuelta y caminó hacia el baño.
El sonido de la puerta cerrándose con calma resonó en la habitación. Nelly exhaló, sintiendo su propio pulso acelerado. No había esperado que se rindiera tan fácilmente, pero algo en la forma en que se había marchado le decía que aquella batalla apenas comenzaba.
Dentro del baño, Adrián apoyó ambas manos en el lavabo y se miró en el espejo. Su reflejo le devolvió la imagen de un hombre cuya máscara de autocontrol acababa de resquebrajarse un poco. Cerró los ojos y exhaló lentamente, sintiendo la tensión, arremolinándose en su pecho.
Nelly no iba a ser un juego fácil.
Y lo peor de todo... es que parte de él lo disfrutaba.
Después de un buen rato, Nelly observó nuevamente la cama, llena de pétalos de rosas, sin importarle aquello. Abrió las sabanas y se adentró en ella, no era como si tuviera que esperar a que su amado esposo saliera del baño.
No pasó mucho cuando Adrián salió del baño y Nelly ya estaba completamente dormida en gran parte de la cama. Demostrándole que no le dejaría las cosas fáciles.
-Sabes cómo provocarme, Nelly -murmuró mientras secaba su cabello sin quitar la mirada de ella.
Se acercó y, con intención de molestarla, se acostó a su lado, abrazándola por la cintura, esperando que se levantara molestar. Para su mala jugada, solo le bastó esperar un par de minutos para quedar completamente dormido junto a ella.