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Estoy sentada, mirando a este hombre.
No sé, pero me siento incómoda. Después de aclararle, ¿quién soy?
Solo, se quedó mirando, una carpeta y ni siquiera me ha dicho nada.
Me muevo, en el asiento, para ver si así, llamó su atención.
Solo, levanta su mirada. Y sigue leyendo.
Mi paciencia tiene límites. ¿Quién se cree, que es para pasar de mí?
Me levanté y parada, mirándolo con rabia.
- Perdón, si está ocupado, puedo volver más tarde.
Deja, la carpeta, en el escritorio.
- Tome, asiento y le pido disculpas, no quiero justificarme, ¿cómo sabrá?
Hace solo, unos meses, entre al cargo. No conozco, todos los expedientes de las reclusas.
Y como vi, que la incomodé al saludarla, quería leer su expediente.
No justifico, mi ignorancia. Debí haber estar al tanto de su caso.
Me disculpo.
Este, hombre en verdad, me iba a dar mi libertad.
Sin saber, por qué he estado aquí. Y si soy la persona correcta.
Qué clase de profesional es.
- Sé, que puede estar pensando, mi poco profesionalismo.
En mi defensa diré, que en estos meses, ¿cómo habrá visto?
He estado cambiando, algunas reglas, mejorando la alimentación y él trató de los guardias.
- Disculpe, pero no entiendo, que tiene que ver todo esto conmigo.
- Como habrá podido observar no tengo secretario.
Por eso, quiero que disculpe, mi comportamiento.
Por lo que he leído. Usted no debió, jamás, ser juzgada y encarcelada.
Aún molesta.
- Y llegó a esa conclusión, solo leyendo algunas páginas.
- Mire, no lo tome a mal. Puedo decirle que, como abogado, usted usó la legítima defensa.
Y siendo, el caso así, solo puede pedir perdón, por todo lo que ha tenido que pasar.
Sí, quiere, yo tengo un buffet, donde podría ayudar a limpiar su nombre y su honor.
Me tomo de sorpresa al escuchar, que ofrece ayudarme.
Obvio que, no aceptaré su propuesta, mis planes son otros. Logrando descubrir y sacar a la luz todo lo ocurrido.
- Agradezco, su consideración. No hay nada que pueda resarcir, los años que pase aquí y menos me devolverán a mi bebé.
Deberé, seguir mi vida, sabiendo que mate a alguien. Aunque, si debo ser franca, no me arrepiento.
- Puedo, entender sus razones. Aun así, permítame, darle mi tarjeta. Si en algún momento, necesita ayuda. Solo llamé, a ese número y la ayudarán sin preguntar nada.
Veo, que se acerca a mí. Cuando lo tengo, de frente.
En vos, muy baja, -no confíe en nadie. "Esa familia es, capaz de hacer mucho daño".
Y como, si no me hubiera dicho nada, sigue hasta la puerta.
Abre está y se puede ver al guardia.
- Acompañe, a la señora, a su celda, para que pueda cambiarse y asegúrese acompáñela a la salida.
Le extiende un papel, al guardia. Creo que es la orden, de mi liberación.
- Sí, señor, se hará como disponga.
- Que tenga una buena vida. No olvide que puede contar con nuestra ayuda.
Salgo del despacho, detrás del guardia. Al llegar a mi celda, él se queda afuera.
Ingresó, tomé la ropa que preparé, para la salida.
Me acompaña hasta los baños y me dirijo a cambiarme.
Me pegó, un baño, me visto, con una pollera negra, una remera blanca, con corte princesa y un saco entallado haciendo juego con la pollera.
Recojo mi cabello, con una coleta y dejo caer en mi rostro solo unas mechas al costado de mi rostro.
Solo, me pinto, con colores pasteles.
Muy suave, para resaltar un poco mi rostro.
Una vez, que terminó, salgo del baño, donde el guardia me vuelve a acompañar a mi celda.
Tomo el uniforme, recordando que en el bolsillo del pantalón, había dejado las cartas de Lana.
Las tomo y las pongo en el bolso.
Me saco, las zapatillas y me calzo con unos zapatos negros, no muy altos.
El guardia me observa.
Y escuchó decir.
- En verdad, no lo tome a mal, pero usted, es una mujer que debió tener muy mala suerte.
Espero que desde, hoy todo eso cambie.
Creo que algo extraño está pasando. No entendiendo lo que, les pasa a todos.
Tomo, mi bolso ya listo. - Gracias por su, ayuda.
Este se adelanta y pide, después de llegar al final del pasillo por el wolkie- talkie, que habrán la reja.
Seguimos hasta donde hay un escritorio donde se encuentra, una de las guardias.
En su escritorio se ve una caja que tiene mi nombre.
Una vez que nos acercamos. Abre, está entregándome una bolsa transparente, donde se puede ver todas mis pertenecías.
Amablemente me hace entrega de ello, - Por favor, puede constatar que, todo el contenido es de su persona y si faltará algo, al firmar esta planilla, describa qué es lo que le faltó.
Hago lo que me dice.
Veo, mi documento, mis llaves, mis neceseres, pañuelos, mi billetera, donde constató que el dinero en su totalidad se encontraba y mis tarjetas están como las entregué, obviamente estas no sirven de nada.
Encuentro un sobre, al abrir veo mi alianza con mi cintillo junto a la cadena de medio corazón.
Solo tomo la cadena y la guardo dentro de mi billetera. Luego tomo el aniño y cintillo y lo devuelvo al sobre, veo un tacho de basura y lo tiré dentro.
Y firmó, la planilla.
Noto, la incomodidad, de la mujer. La oficial me miró, como si estuviera loca.
Sí, lo desea, puede quedárselo. A mí, me da igual.
- Señora, esas joyas, son muy valiosas, podría venderlas. Puede llegar a necesitar el dinero.
- No, se preocupe, para mí eso no tiene valor alguno. Solo, me ha traído desgracia.
Al guardar, todo dentro del bolso.
Pregunto si ya puedo retirarme.
El guardia me preguntó si viene alguien por mí o me pide un taxi.
El cual, me asegura que será pagado por la unidad penitenciaria.
Me detengo, a pensar que, de la emoción, me olvidé de ese detalle.
El guardia, al ver mi preocupación.
- Sí, no tiene dónde, ir.
La penitenciaría, consta con un hotel, donde puede quedarse, hasta solucionar su alojamiento.
Solo, me avisa y llamo para que preparen, una habitación para usted.
Aunque me vendría, bien decido pedir, que me llame un taxi y me dejen en un hotel cercano.
Al, salir por el portón verde, veo cómo el sol pega en mi rostro.
Respiró, profundo y entiendo que debo apreciar mi libertad.
La gente que pasa, me mira.
No, puedo juzgarlos, todos saben que es una cárcel.
Solo, saludo al guardia, quien me avisa, que el taxi está al caer.
Él se queda, creo que quiere asegurarse de que tome el auto.
Mientras, estoy parada con mi bolso en mano.
Veo, que en estos siete años, he perdido mucho más que mi vida.
Al llegar, el taxi.
El hombre se baja de este ayudándome a subir, quiere tomar mi bolso.
Y lo detengo, en el tengo todo lo que me ha quedado.
No es por desconfiar, aun así no quiero separarme del bolso.
Sube, al automóvil y muy amablemente.
- Buenos días, ¿dónde la llevo, señora?
- Buenos días, ¿podría llevarme, si conoce, a un hotel cercano y no muy caro?
- Sra. Si desea, conozco una mujer, que la recibiría sin, ningún problema.
Ella la sabe la situación y le gusta ayudar, a muchas mujeres en su condición.
El hombre me parece amable; por precaución, prefiero, escuchar al director del penal.
Cuando, me dijo que no confiara en nadie.
- Se lo agradezco, pero puedo pagar un hotel.
Solo lléveme, a cualquier hotel cercano.
Pone en marcha el auto, mostrándome en un aparato moderno un mapa.
Donde observo, que a 20 minutos había un motel.
Agradezco su gentileza.
En mi mente, vuelve el recuerdo de la cadena. La busco y me la pongo.
Este hecho, me llena de