Prohibida para el CEO
img img Prohibida para el CEO img Capítulo 2 Jugando con fuego
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Capítulo 6 Secretos bajo la piel img
Capítulo 7 Enfrentar lo que venía img
Capítulo 8 Las piezas empezaban a moverse img
Capítulo 9 El visitante inesperado img
Capítulo 10 Decisiones y revelaciones img
Capítulo 11 Entre la calma y la tormenta img
Capítulo 12 Traición a la luz y secretos en la sombra img
Capítulo 13 El enemigo se extendía más rápido que nunca img
Capítulo 14 Bajo fuego img
Capítulo 15 Contraataque y peligro cercano img
Capítulo 16 Revelaciones y decisiones difíciles img
Capítulo 17 El rostro del enemigo img
Capítulo 18 En la mira del enemigo img
Capítulo 19 Tejiendo sombras img
Capítulo 20 El veneno más cerca img
Capítulo 21 La red invisible img
Capítulo 22 La tela de mentiras img
Capítulo 23 La red se estrecha img
Capítulo 24 Revelaciones y decisiones img
Capítulo 25 El juego comienza img
Capítulo 26 La reunión que cambió todo img
Capítulo 27 El peso de la verdad img
Capítulo 28 Secretos que queman img
Capítulo 29 Bajo amenaza img
Capítulo 30 El precio de los secretos img
Capítulo 31 Herencias de humo img
Capítulo 32 La última carta de Adrien img
Capítulo 33 Secretos enterrados y alianzas rotas img
Capítulo 34 La Gala y el Juego de Máscaras img
Capítulo 35 Enfrentamientos y Revelaciones img
Capítulo 36 Estrategias en la Penumbra img
Capítulo 37 En el filo de la tormenta img
Capítulo 38 La llamada del lobo img
Capítulo 39 La guerra silenciosa img
Capítulo 40 El filo de la memoria img
Capítulo 41 El protocolo del caos img
Capítulo 42 La última capa img
Capítulo 43 El enfrentamiento en la penumbra img
Capítulo 44 Donde la luna brillaba con fuerza img
Capítulo 45 La ceremonia del renacer y las sombras del destino img
Capítulo 46 Dispuesta a ser esa luz img
Capítulo 47 La verdad es el único faro img
Capítulo 48 La red se estrecha img
Capítulo 49 La verdad oculta img
Capítulo 50 Quienes tenían el valor de enfrentar la verdad img
Capítulo 51 La red se estrecha img
Capítulo 52 La antesala del fuego img
Capítulo 53 La fractura del velo img
Capítulo 54 La isla de los que nunca mueren img
Capítulo 56 El reflejo imperfecto img
Capítulo 57 La senda del origen img
Capítulo 58 Una conciencia entrenada img
Capítulo 59 La simetría del abismo img
Capítulo 60 En la encrucijada del futuro img
Capítulo 61 La cámara del origen img
Capítulo 62 El latido del enjambre img
Capítulo 63 Después del núcleo img
Capítulo 64 La nave del juicio img
Capítulo 65 Fragmentos del pasado img
Capítulo 66 La forja de una alianza y sombras en el pasado img
Capítulo 67 La verdad oculta img
Capítulo 68 Noche de traiciones img
Capítulo 69 La Jaula del Viento img
Capítulo 70 Donde la Sangre Recuerda img
Capítulo 71 La Sangre del Puente de Ceniza img
Capítulo 72 El Filo del Dolor img
Capítulo 73 La batalla en dos frentes img
Capítulo 74 Más allá del velo img
Capítulo 75 Las cenizas del mundo que fue img
Capítulo 76 Los ojos que no ven img
Capítulo 77 El Nombre Perdido img
Capítulo 78 Las Lenguas del Hielo img
Capítulo 79 La Sangre que Recuerda img
Capítulo 80 El Límite de la Carne img
Capítulo 81 El Lugar Donde No Hay Nombres img
Capítulo 82 El Primer Arquitecto img
Capítulo 83 Aquello que Negamos img
Capítulo 84 El Silencio de los Creadores img
Capítulo 85 Esto es solo el comienzo img
Capítulo 86 La verdadera guerra apenas comienza img
Capítulo 87 Las cicatrices del pasado img
Capítulo 88 La traición y el precio de la lealtad img
Capítulo 89 La sombra de Selena y el despertar de la traición img
Capítulo 90 La red se cierra img
Capítulo 91 La tormenta se desata img
Capítulo 92 Bajo la máscara del lobo img
Capítulo 93 La antesala del asedio img
Capítulo 94 En territorio enemigo img
Capítulo 95 El código de las sombras img
Capítulo 96 La Sangre de las Máquinas img
Capítulo 97 Aquello que Nace Entre los Escombros img
Capítulo 98 La Puerta de los Ecos img
Capítulo 99 Cuando el mundo comienza a temblar img
Capítulo 100 El precio de sentirlo todo img
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Capítulo 2 Jugando con fuego

Isabela llegó temprano a la oficina esa mañana, decidida a trazar límites más firmes. Se sentía débil por lo que había permitido el día anterior. Ese roce, esa mano sobre la suya... era más de lo que cualquier empleada debía aceptar. Se prometió no volver a permitirlo. Tenía que recuperar el control, poner tierra de por medio antes de perderse por completo en la seducción de su jefe.

Pero Gabriel no era un hombre fácil de evitar.

Antes del mediodía, su asistente personal se le acercó con otro mensaje informal: "El Sr. Arsenault desea que lo acompañes a la reunión en el hotel Fairmont a las 4 p.m. Lleva tu laptop. No hará falta regresar a la oficina después."

Isabela parpadeó, sintiendo un escalofrío que nada tenía que ver con el aire acondicionado. ¿Por qué debía ir ella? ¿Desde cuándo él llevaba a su secretaria a reuniones externas de ese tipo?

Quiso negarse, pero sabía que no tenía excusa válida. Solo le quedaba respirar hondo y armarse de todo el autocontrol que aún conservaba.

El hotel Fairmont era imponente. Un edificio de mármol y cristal, con lámparas de araña colgando de techos altos y salones decorados con lujo sutil. Gabriel ya la esperaba en el vestíbulo, de pie, revisando su reloj con impaciencia. Vestía un traje oscuro sin corbata, con la camisa blanca ligeramente desabotonada en el cuello. Parecía relajado, y eso lo hacía aún más peligroso.

-Llegas justo a tiempo -dijo al verla-. Ven, la reunión es en la sala privada del restaurante del piso 17.

Isabela asintió y lo siguió al ascensor. El silencio entre ellos era tenso, como si los dos supieran lo que estaba en juego. Cuando las puertas se cerraron, Gabriel se volvió hacia ella. Sus ojos la recorrieron de forma lenta, sin disimulo.

-Estás hermosa hoy.

Ella quiso responder con frialdad, pero su voz no salió.

-Gracias -susurró finalmente, sin mirarlo.

Gabriel no dijo más. Pero cuando las puertas del ascensor se abrieron, su mano rozó levemente la parte baja de su espalda mientras la guiaba hacia afuera. Ese gesto simple, casi imperceptible para cualquiera, hizo que a Isabela se le acelerara el corazón.

La reunión duró apenas una hora. Ejecutivos de una firma japonesa discutieron estrategias de expansión. Isabela tomó notas y se mantuvo al margen. Gabriel no dejó de comportarse como el líder impecable que todos conocían. Frío, seguro, dominante. Pero de vez en cuando, ella sentía su mirada deslizándose por su cuello, su mandíbula, su boca.

Cuando terminó, se despidieron con apretones de manos. Gabriel la condujo hasta el bar del hotel, que estaba semivacío a esa hora de la tarde.

-Quiero hablar contigo, sin distracciones -dijo él, pidiendo dos copas de vino.

Isabela lo miró, nerviosa.

-No creo que sea apropiado, señor Arsenault...

-Gabriel -corrigió él con suavidad-. Llámame por mi nombre, al menos aquí.

Ella dudó. Pero no protestó cuando el camarero dejó las copas frente a ellos.

-¿Qué quieres decirme? -preguntó ella, tomándose el vino con calma, queriendo mantener distancia.

Él la miró largo rato antes de responder.

-No me pasa esto seguido, Isabela. No suelo mezclar lo personal con lo profesional. Pero tú... -hizo una pausa-. Tú entraste a mi vida como una grieta en una estructura perfecta. Y ahora todo lo demás empieza a desmoronarse.

Ella tragó saliva.

-Estás casado -dijo con firmeza, aunque sus dedos temblaban al sujetar la copa.

-Sí. Y eso no ha detenido lo que siento.

Hubo un silencio.

Gabriel dejó la copa y se inclinó un poco sobre la mesa, acortando la distancia entre ambos.

-Solo necesito saber una cosa. ¿Tú también lo sientes?

Isabela dudó. Todo en ella gritaba que debía levantarse, alejarse. Pero sus ojos se encontraron con los de él... y fue como caer.

-Sí -confesó en voz baja-. Pero eso no significa que esté bien.

Gabriel se levantó de la mesa.

-Acompáñame un momento.

Ella frunció el ceño.

-¿A dónde?

-A la terraza.

Sin esperar respuesta, él comenzó a caminar, y ella, contra toda lógica, lo siguió.

La terraza del piso 18 era privada. Apenas cruzaron la puerta, el bullicio de la ciudad se desvaneció, reemplazado por una brisa suave y el sonido lejano del tráfico. Gabriel se volvió hacia ella, y esta vez no hubo más palabras.

La tomó de la cintura, despacio, y ella no se movió. El contacto fue firme, pero sin agresividad. Sus dedos se deslizaron por la tela de su blusa, apenas tocando la piel de su espalda. Isabela sintió que todo su cuerpo se tensaba.

-Podría besarte ahora mismo -murmuró él contra su oído-. Y sé que no me detendrías.

Ella cerró los ojos, sintiendo su aliento sobre el cuello.

-No deberías -susurró, pero su voz carecía de convicción.

Gabriel colocó una mano en su mejilla, acariciándola con el dorso de los dedos, bajando luego por su mandíbula, lento, estudiando cada reacción de ella.

-Dímelo tú -le dijo-. Si me pides que me detenga, lo haré.

El momento se congeló. Isabela tenía el poder de cortar todo con una sola palabra. Pero no la dijo.

En lugar de eso, sus labios se entreabrieron, su respiración se volvió irregular... y su cuerpo se inclinó apenas hacia él.

Gabriel acercó su rostro, a centímetros del de ella, pero no la besó. Se detuvo justo ahí, sus narices rozándose, su mano enredada en su cintura.

-Quiero que lo pienses bien -murmuró con una sonrisa apenas perceptible-. Porque si cruzamos esta línea, no hay vuelta atrás.

Y sin esperar más, se apartó. Su ausencia fue como un vacío repentino. Isabela quedó sola en la terraza, temblando, sabiendo que estaba a un paso de caer... y que parte de ella ya había saltado.

            
            

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