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La noche comenzaba a envolver la ciudad en su manto oscuro, las luces de las calles parpadeaban como estrellas distantes. Valentina, con una mezcla de inquietud y determinación, se encontraba en un torbellino emocional. Desde que había escuchado que Alejandro atravesaba un mal momento, su mente no había dejado de dar vueltas. La advertencia de su madre resonaba en su cabeza: "No te acerques a él, Valentina. Los chicos como Alejandro solo traen problemas". Pero la preocupación por su bienestar se había convertido en un peso en su pecho, un impulso que no podía ignorar.
Cada vez que pensaba en él, una oleada de inquietud la invadía. Recordaba las veces que lo había visto reír, pero también los momentos en que sus ojos reflejaban una tristeza profunda. Había algo en su mirada que la llamaba a acercarse, a ofrecerle apoyo. A pesar de los riesgos y las advertencias, el deseo de saber si estaba bien superaba cualquier miedo.
Con el corazón latiendo con fuerza y una mezcla de adrenalina y temor recorriendo sus venas, se acercó a su amiga Clara. Con voz temblorosa pero firme, le pidió permiso para ir a buscarlo. "Necesito saber cómo está", dijo Valentina, sin poder ocultar la urgencia en sus palabras.
Clara la miró con preocupación, consciente del vínculo complicado entre Valentina y Alejandro. "Valentina, piénsalo bien. No es solo un chico; hay más en juego aquí", advirtió. Pero Valentina sabía que no podía dar la espalda a alguien que necesitaba ayuda, incluso si eso significaba desafiar las advertencias de quienes la rodeaban.
Con cada paso hacia la salida, la determinación creció dentro de ella. La noche podría estar oscura y llena de incertidumbres, pero Valentina estaba decidida a iluminar el camino para Alejandro, incluso si eso significaba arriesgarse a perderse a sí misma en el proceso.
Sabía que el amor y la amistad a menudo venían acompañados de sacrificios y decisiones difíciles. La imagen de su madre advirtiéndole sobre los peligros de involucrarse con alguien como él se desvanecía lentamente en su mente, reemplazada por la visión de Alejandro, vulnerable y solo.
Mientras caminaba por las calles desiertas, cada sombra parecía cobrar vida, susurrando dudas que intentaba silenciar. Pero su corazón, impulsado por una mezcla de amor y compasión, la guiaba hacia adelante. Recordó las conversaciones profundas que habían compartido y cómo él había estado allí para ella en sus momentos más oscuros. Ahora era su turno de ser la luz en su vida.
Al llegar a la dirección que le había dado Clara, se detuvo un momento frente a la puerta. Su mano temblaba mientras levantaba el puño para llamar. En ese instante, una oleada de miedo la invadió; ¿y si no le abría? ¿Y si estaba demasiado sumido en su dolor como para responder? Pero entonces pensó en cómo se sentiría si no lo intentaba; el arrepentimiento sería un peso mucho mayor que cualquier temor que pudiera sentir en ese momento.
Finalmente, con un suspiro profundo, golpeó la puerta. El sonido resonó como un eco en la noche silenciosa. Esperó, sintiendo que cada segundo se alargaba. Su mente corría con posibles escenarios: desde una cálida bienvenida hasta un silencio ensordecedor. Pero sabía que tenía que estar lista para cualquier respuesta. La esperanza y el miedo luchaban en su pecho mientras esperaba, aferrándose a la certeza de que este era el camino correcto.
La puerta se abrió lentamente, revelando a Alejandro con una expresión de sorpresa y confusión. Sus ojos se encontraron, y en ese instante, Valentina supo que había tomado la decisión correcta al enfrentarse a sus miedos. No importaba lo que sucediera a continuación; estaba aquí para él, dispuesta a enfrentar cualquier tormenta juntos.