Capítulo 5 Un trato de cincuenta millones de dólares

Cuando Katherine llegó a la habitación de invitados, rápidamente se dio cuenta de lo que había sucedido.

Al parecer, después de enterarse del divorcio, su madre se presentó en la mansión de los Nash cargada de regalos costosos, con la esperanza de interceder por ella ante Laurence. Creía que, como su hija le había salvado la vida una vez, aún quedaba una oportunidad para arreglar las cosas.

Desafortunadamente, Eloise estaba en casa en ese momento y, sin dudarlo, la detuvo en la puerta. No la dejó entrar, pero tampoco permitió que se marchara. Así que Ivy terminó quedándose afuera durante horas bajo el inclemente sol.

"Kathy, sé que quedé en ridículo... pero solo lo hice porque me preocupo por ti. Tú amas a Julian tan profundamente, ¿cómo podría quedarme de brazos cruzados sin hacer nada? Solo quería darte una última oportunidad, eso es todo", sollozó Ivy, con las lágrimas escurriendo por sus mejillas.

Al escuchar eso, la chica sintió una mezcla de emociones, pero no dejó que ninguna se reflejara en su rostro. ¿Su madre de verdad se preocupaba por ella? No, sabía que ese no era el caso en absoluto. Solo quería aferrarse al poder y el dinero de la familia Nash.

"Ven, vámonos. Y no vuelvas aquí otra vez", dijo Katherine, ayudando a su madre a levantarse, pues no quería causar un escándalo en casa ajena.

En ese momento, Eloise abrió la puerta de golpe y escupió: "¡No se vayan! Sigan con este drama. Mi padre es un blandengue que se deja llevar por las historias tristes. Si lloras un poco más, tal vez él convenza a Julian de que te deje seguir aprovechándote de nosotros".

Katherine puso una expresión tan fría como el hielo. Durante sus tres años de matrimonio con Julian, nunca había tomado nada que no fuera suyo, pero a pesar de ello, Eloise nunca había dejado de atacarla. Y ella nunca había dicho nada para mantener la paz.

Sin embargo, ahora veía que su tolerancia solo había dado pie a más humillaciones, razón por la que ahora se negaba a soportar en silencio. Por eso, se colocó protectoramente frente a su madre, le sostuvo la mirada a su atacante y con una sonrisa tranquila, pero cortante, la confrontó.

"Dime algo, ¿qué te he hecho yo? Eres mi cuñada, entonces, ¿por qué siempre intentas arruinar mi relación con Julian? ¿Tienes algún tipo de razón oculta o qué?".

"¿Cuñada? Por favor. No te hagas ilusiones", refutó Eloise, con una expresión de molestia.

"¿Ah, sí? ¿Acabo de tocar una fibra sensible? ¿Qué es lo que realmente te molesta? ¿Que en el fondo desearías ser tú la que estuviera casada con él?", insistió Katherine, ladeando la cabeza.

La otra primero se puso pálida y luego roja por la ira. "¡Estás loca! ¿Quién te crees que eres para hablarme así?".

"Si me equivoco, demuéstralo", la retó Katherine, con una pequeña sonrisa cargada de complicidad.

Eloise no pudo decir nada. ¿Cómo se suponía que probara que no tenía sentimientos por su propio hermano? Se dijo a sí misma que esa tipeja solo estaba jugando con su mente, tratando de sembrar discordia entre Julian y ella.

Nunca se imaginó que Katherine, quien solía ser tan callada, pudiera lanzar ataques tan incisivos. Furiosa, alzó la mano, lista para cachetearla, pero la otra fue más rápida: atrapó con fuerza su muñeca en el aire, deteniéndola a medio camino.

Eloise gritó de dolor, pues no estaba acostumbrada a que alguien la agarrara así. "¡Suéltame, desgraciada!", espetó.

Katherine la miró directamente a los ojos, que estaban llenos de furia, pero su mente estaba atrapada en aquella noche horrible: recordó cómo la habían obligado a beber, para que luego la violara un desconocido.

Ninguna mujer podría simplemente superar algo así, mucho menos fingir que nunca había pasado. Sin embargo, no podía ignorar la realidad frente a ella: tenía una familia que proteger, y no podía desafiar a Julian ni a su familia. En consideración a la influencia de los Nash, reprimió su rabia y guardó silencio.

"Mi hermano no tiene idea de que te acostaste con el viejo asqueroso del Grupo Lewis. Solo espera... ¡voy a destruirte!", siguió gritando Eloise.

Katherine ya no se contuvo. Con la furia ardiendo en sus pupilas, la cacheteó con tanta fuerza que el sonido resonó en las paredes.

La afectada comenzó a llorar y gritar de inmediato. Instantes después, se escucharon pasos en el pasillo.

Julian entró, tan sereno como siempre, pero el ambiente se tensó con su presencia; de hecho, en el acto la habitación cayó en un silencio sepulcral.

Katherine no se movió ni apartó la mirada. Simplemente soltó el brazo de su cuñada y se hizo a un lado.

"¡Julian! ¡Ella me cacheteó! ¡Tienes que defenderme!", exclamó Eloise, llorando con más fuerza, apenas vio a su hermano.

Él miró la marca roja y brillante en la mejilla de su hermana, luego se giró lentamente hacia Katherine y, con voz fría y cortante, la cuestionó: "¿Cómo te atreves a lastimarla?".

"¿Crees que exageré? ¿Y qué hay de todo lo que ella me ha hecho a mí? ¿No era hora de que le diera una cucharada de su propia medicina?", respondió, con voz firme y fría, apretando los puños.

Eloise dejó de llorar al instante, y su expresión cambió de inmediato: el pánico empezó a reflejarse en su rostro.

"¿Qué fue exactamente lo que te hizo?", preguntó Julian, con expresión sombría.

"Julian...", intentó intervenir Eloise.

Pero Katherine la interrumpió, su voz tan afilada como un cuchillo: "Se alió con el CEO del Grupo Lewis para tenderme una trampa. Me utilizaron como moneda de cambio para un trato de cincuenta millones de dólares. Así que dime, Julian, si tu esposa vale cincuenta millones, ¿cuánto crees que vale tu hermana? ¿Medio billón?".

            
            

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