Vuelvo a La Mañana que Comienza Todo
img img Vuelvo a La Mañana que Comienza Todo img Capítulo 3
4
Capítulo 4 img
Capítulo 5 img
Capítulo 6 img
Capítulo 7 img
Capítulo 8 img
img
  /  1
img

Capítulo 3

Salí del túnel tropezando, cegada por la luz del día. El aire fresco de La Rioja nunca me había parecido tan pesado.

Mi brazo sangraba, manchando mi ropa y el pijama de Mateo. El niño, finalmente despierto por el caos, lloraba asustado.

Corrí por los viñedos que separaban nuestra finca de la de Alejandro. Cada paso era una agonía. La villa de su familia se alzaba al final del camino, un refugio de piedra clara y seguridad.

Grité su nombre mientras me acercaba a la puerta.

"¡Alejandro! ¡Ayúdame, por favor!".

Un mayordomo me abrió la puerta. Me miró con horror, mi aspecto era lamentable.

Alejandro apareció detrás de él. Llevaba una bata de seda y sostenía una taza de café. Su expresión no era de preocupación.

Era de frío desprecio.

"Sofía, ¿qué es este espectáculo?", dijo, su voz carente de toda calidez.

"Alejandro, tienes que ayudarme", jadeé, apoyándome en el marco de la puerta. "Han atacado la finca. Elena... Elena se ha quedado atrás".

Él ni siquiera parpadeó. Dejó la taza sobre una mesa cercana.

"Javier me ha llamado hace diez minutos", dijo, cruzándose de brazos. "Me advirtió que intentarías algo así. Una escena de celos porque se fue a Ibiza con Isabela".

Mi mundo se detuvo. Javier. Por supuesto. Había envenenado a la única persona que podía ayudarme.

"No es una escena, Alejandro. ¡Es real! ¡Mira mi brazo! ¡Mira a Mateo!", le supliqué, mostrándole la sangre.

"Puedes haberte hecho eso tú misma", replicó con crueldad. "Y dejas de usar a tu sobrino para tus manipulaciones. No voy a caer en tu juego".

"Juego...", repetí, incrédula. "Alejandro, nos conocemos desde niños. ¿De verdad crees que soy capaz de algo así?".

"He visto de lo que eres capaz cuando te sientes ignorada", dijo, su voz goteando veneno. "Siempre has odiado que Javier fuera el centro de atención. Ahora que está con Isabela, no lo soportas".

Las lágrimas de desesperación se mezclaron con el sudor y la sangre en mi cara.

"Te lo ruego. Llama a la Guardia Civil. Solo compruébalo".

"No voy a malgastar su tiempo", sentenció. "Y no voy a permitir que arruines la relación de mi familia con la tuya por un capricho. Vete de mi casa, Sofía".

"No me iré hasta que me ayudes".

Su rostro se endureció. Dio un paso adelante y me empujó con fuerza.

"¡He dicho que te vayas!".

Perdí el equilibrio y caí hacia atrás, golpeándome contra el suelo de piedra. Logré girar mi cuerpo para proteger a Mateo del impacto. El dolor explotó en mi espalda y en mi brazo herido.

Me quedé allí, en el suelo, humillada, traicionada, completamente rota.

Y en ese preciso instante, mi teléfono, que había caído a mi lado, empezó a sonar.

El nombre en la pantalla era "Guardia Civil".

                         

COPYRIGHT(©) 2022