La Prueba Cruél de Amor
img img La Prueba Cruél de Amor img Capítulo 1
2
Capítulo 3 img
Capítulo 4 img
Capítulo 5 img
Capítulo 6 img
Capítulo 7 img
Capítulo 8 img
Capítulo 9 img
Capítulo 10 img
img
  /  1
img

Capítulo 1

La llamada de mi tía me sacó del taller de cerámica, con las manos todavía cubiertas de arcilla.

Su voz sonaba rota por el teléfono.

"Isabela, es tu mamá. Los riñones le fallaron de repente. El doctor dice que necesita diálisis urgente, si no..."

No terminó la frase. No hacía falta.

Sentí que el suelo desaparecía bajo mis pies.

"¿Cuánto es?", pregunté, con la garganta seca.

"Veinte mil pesos, mija. Hay que pagarlo ya."

Veinte mil pesos. Era como si me pidiera un millón. No los tenía. Vivía al día en la Ciudad de México, apenas pagando la renta de mi pequeño departamento y los materiales para mis piezas.

Colgué y sin siquiera lavarme las manos, marqué el número de Mateo. Mi novio desde hace siete años.

Respondió al tercer tono, su voz sonaba molesta, como si lo hubiera interrumpido.

"¿Qué pasa? Estoy en una junta."

"Mateo, es mi mamá. Está muy grave. Necesito veinte mil pesos para su tratamiento, es urgente."

Hubo un silencio del otro lado de la línea. Un silencio frío.

"¿Veinte mil? ¿Otra vez con tus historias, Isabela? ¿Ahora usas a tu mamá para sacarme dinero?"

Su acusación me golpeó.

"No es una historia, Mateo, te lo juro. Está en el hospital. Por favor, te lo devolveré en cuanto venda la próxima colección."

"¿Y cómo sé que es verdad? Siempre estás necesitando algo. La semana pasada fue para el horno, el mes pasado para no sé qué de tus moldes."

"¡Eso es para mi trabajo! ¡Lo que nos da de comer!", grité, desesperada.

"Mi sueldo de empleado apenas alcanza, Isabela, lo sabes. Tengo que ahorrar. No puedo estar solucionando tus problemas familiares."

Fingía ser un simple empleado con dificultades. Siete años de mentiras. Yo le creí. Creí que luchábamos juntos.

Salí corriendo del taller, tomé un taxi a su oficina en Polanco. No me importaba su junta, no me importaba nada más que mi madre.

Llegué y la recepcionista intentó detenerme, pero entré a la fuerza en su oficina. Estaba solo, mirando su computadora. No había ninguna junta.

Me vio y su cara se transformó en una máscara de furia.

"¿Qué demonios haces aquí? ¿Estás loca?"

Caí de rodillas frente a él. La arcilla seca en mis manos se agrietaba.

"Por favor, Mateo. Te lo ruego. Es la vida de mi madre. Solo un préstamo."

Me miró desde su silla, con asco. Como si yo fuera un insecto.

"Levántate, no hagas un show. Ya te dije que no. ¿Crees que soy estúpido? Seguramente es un engaño tuyo y de tu madre para comprarse algo."

"Eres un monstruo", susurré, sintiendo cómo se rompía algo dentro de mí.

"Soy un hombre precavido. He visto a muchas como tú, interesadas que solo buscan un hombre que las mantenga. Yo no voy a caer."

Me levanté. Ya no había lágrimas. Solo un vacío inmenso.

Mientras salía de su lujosa oficina, sonó mi teléfono. Era mi tía otra vez.

"Mija... tu mamita... ya no aguantó. Se nos fue."

El teléfono se me resbaló de la mano y se estrelló contra el suelo de mármol.

Mateo ni siquiera se inmutó.

            
            

COPYRIGHT(©) 2022