La fiesta de la vendimia de "Bodegas y Aceites Vega" estaba en su apogeo.
Era el evento social del año en Andalucía, y yo, Sofía, la Directora General, era la anfitriona.
Este año, nuestra nueva cosecha había ganado un premio internacional. Un éxito que yo había diseñado desde el viñedo hasta la botella. La finca familiar brillaba, llena de la élite local que, años atrás, me despreciaba.
Ahora me sonreían, brindaban por mi éxito, aunque en sus ojos todavía veía la misma pregunta: ¿cómo una mujer de origen humilde había llegado tan alto?
La respuesta que todos conocían era simple: me casé con Javier Vega, el único heredero. Una arribista con suerte.
La verdad era mucho más profunda, un secreto guardado por tres personas en todo el mundo.
Mi marido, Javier, apareció entonces. No venía solo.
A su lado, cogida de su brazo, caminaba Isabel de la Torre. Su primer amor. Y estaba visiblemente embarazada.
El murmullo de la fiesta se detuvo. Todas las miradas se clavaron en ellos, y luego en mí.
Javier levantó una copa, una sonrisa arrogante en su rostro.
"Amigos, gracias por venir a celebrar nuestro éxito. Un éxito que marca un nuevo comienzo para la familia Vega."
Hizo una pausa dramática, mirando directamente hacia mí.
"Hoy, anuncio dos cosas. Primero, mi divorcio de Sofía. Segundo, su despido como Directora General."
El silencio se convirtió en un jadeo colectivo.
Javier acercó a Isabel, colocando una mano protectora sobre su vientre.
"Isabel, la madre de mi heredero, será la nueva directora de las bodegas."
Isabel me miró con triunfo. La misma mujer que abandonó a Javier cuando el negocio familiar casi se arruina, ahora regresaba para reclamar el trono.
Las risas contenidas y los susurros crueles llenaron el aire.
"Pobre ilusa."
"Una cazafortunas que se creyó el cuento."
"Al final, la sangre siempre gana."
Sentí cientos de ojos sobre mí, disfrutando de mi humillación pública.
Mantuve la calma. Miré a Javier, ignorando a la mujer a su lado.
"Javier, no tienes autoridad para despedirme."
Mi voz fue firme, clara.
"Te doy una última oportunidad. Retira lo que has dicho. Ahora."
Isabel se rio.
"¿Oportunidad? ¿Tú a él? No seas ridícula. Eres una simple empleada."