Renacida A Elegir A Persona Correcta
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Capítulo 1

Renací en mi fiesta de onomástica, en la finca de La Rioja que había pertenecido a mi familia por generaciones.

El sol de la tarde caía sobre los viñedos, y el aire olía a tierra húmeda y a vino viejo. Mi abuelo, el patriarca de Bodegas Vega, me tomó de la mano. Su piel era áspera, pero su agarre era cálido.

"Sofía, los Castillo están aquí. Alejandro te está esperando."

Su voz era amable, pero sus palabras eran un eco de mi vida pasada. Una vida de traición que terminó con mi muerte en una fría bodega, a manos de las dos personas en las que más confiaba.

Mi esposo, Alejandro Castillo, y mi prima, Isabel.

En esa vida, sonreí y acepté. Hoy, miré a mi abuelo a los ojos y vi la preocupación en ellos. Él solo quería lo mejor para mí, para la bodega. Una alianza con los Castillo, sus viejos amigos, parecía la única forma de asegurar nuestro futuro.

Pero yo conocía la verdad.

Vi a Alejandro al otro lado del jardín. Alto, carismático, con la sonrisa arrogante de quien nunca ha conocido el fracaso. A su lado, mi prima Isabel, con su perpetua expresión de víctima inocente.

Sentí un frío que no tenía nada que ver con el viento.

"Abuelo," dije, con la voz clara y firme, "no voy a comprometerme con Alejandro Castillo."

Un silencio se extendió por el jardín. Los murmullos cesaron. Todas las miradas de la élite española se clavaron en mí.

Mi abuelo me miró, confundido. "¿Qué dices, hija?"

Alejandro comenzó a caminar hacia nosotros, su sonrisa se había desvanecido, reemplazada por una mueca de incredulidad.

Ignoré a todos y busqué con la mirada. Allí, apartado del resto, de pie junto a un viejo roble, estaba Mateo. El nieto "olvidado" del patriarca de los Castillo. El hijo de la hija desheredada y de un oficial de la Guardia Civil. Nadie se acordaba de él.

Pero yo sí.

Caminé directamente hacia él, sintiendo los ojos de todos siguiéndome. Me detuve frente a él. Era un hombre callado, con una presencia sólida y una mirada íntegra.

"Te elijo a ti," le dije, lo suficientemente alto para que todos oyeran. "Mateo, quiero que seas mi prometido."

El shock en el rostro de Alejandro fue mi primera victoria.

Un flashback rápido, doloroso. El olor a moho y vino derramado. Isabel riendo mientras me sujetaba. Alejandro mirándome con ojos fríos, sin amor, mientras me decía que la bodega y todo lo que era mío ahora le pertenecía a él. El dolor agudo y luego, la oscuridad.

Ese recuerdo me dio la fuerza para enfrentar el presente.

Alejandro llegó a mi lado, furioso. Me agarró del brazo.

"Sofía, ¿qué es este juego? Ya basta."

Su toque me quemó. Me solté bruscamente.

"No me toques," dije, con un desprecio que no intenté ocultar.

Él me miró fijamente, y en sus ojos vi un destello de reconocimiento. Un horror helado.

"Tú también lo recuerdas," susurró, solo para que yo lo oyera.

Así que él también había renacido. Creía que podía repetir la jugada, que mi amor por él era una constante universal que podía manipular a su antoesto.

Se equivocaba.

"Lo recuerdo todo, Alejandro," respondí con frialdad. "Especialmente el final."

Su rostro palideció.

            
            

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