Entre Balas y Agave: La Resurrección del Heredero
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Capítulo 4

No sé cuánto tiempo estuve tirado en el suelo. El dolor era tan intenso que me desmayaba a ratos.

El sonido de las sirenas a lo lejos me devolvió a la realidad. La Policía Federal. Por fin.

Las luces de los vehículos iluminaron la entrada de la hacienda de Sofía. Un oficial se acercó a mí con cautela.

"Señor, ¿está usted bien? Recibimos una llamada de un ataque en la Hacienda 'El Milagro'."

"Soy Santiago," logré decir. "Mi madre... está en la bodega vieja."

Mientras los policías se movilizaban, la puerta de la hacienda de Sofía se abrió de nuevo. Esta vez, su rostro estaba pálido de terror. Había escuchado las sirenas y la conversación.

"Dios mío," susurró. "Era verdad."

Corrió hacia mí, pero yo me aparté como si su tacto quemara.

"No me toques," siseé.

"Santiago, yo no sabía... Isabela me dijo..."

"Cállate."

El arrepentimiento en sus ojos no significaba nada para mí. El daño estaba hecho.

Una ambulancia llegó poco después. Mientras los paramédicos me subían a una camilla, un oficial se acercó.

"Encontramos a su madre, señor. Está viva, pero gravemente herida. La llevamos al hospital de Guadalajara."

Un alivio helado me recorrió. Estaba viva.

Sofía, llorando, insistió en acompañarme en su propio coche. "Es lo menos que puedo hacer," sollozaba.

No le respondí. Todo mi ser estaba concentrado en un solo pensamiento: mi madre.

Llegamos al hospital al mismo tiempo que la ambulancia que traía a mi madre. La vi en la camilla, pálida y con una máscara de oxígeno. Los médicos la llevaron corriendo a cirugía.

Sofía intentó tomar mi mano.

"Santiago, lo siento tanto..."

"Tu arrepentimiento no sirve para nada," le dije, mi voz vacía de toda emoción. "Me dejaste morir. Dejaste que mi madre casi muriera. No vuelvas a hablarme."

Me senté en la sala de espera, con la pierna rota y el alma hecha pedazos, esperando noticias.

                         

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