Amor Después de Divorcio
img img Amor Después de Divorcio img Capítulo 3
4
Capítulo 5 img
Capítulo 6 img
Capítulo 7 img
Capítulo 8 img
Capítulo 9 img
Capítulo 10 img
img
  /  1
img

Capítulo 3

La "penitencia" que Javier me impuso por mi "escena" fue peor de lo que jamás hubiera imaginado.

Al día siguiente, llegó a casa con Sofía.

Y con sus maletas.

"Sofía se quedará con nosotros unos días," anunció, sin mirarme a los ojos. "Su hotel tuvo un problema con las tuberías. Y necesita apoyo después de lo de anoche."

Me quedé paralizada en la entrada de nuestro lujoso apartamento en el barrio de Salamanca.

"¿Aquí? ¿En nuestra casa?"

"Es también mi casa, Isabela. Y Sofía es mi amiga. Y la tuya."

Su tono no admitía discusión.

Sofía me miró con una expresión de falsa disculpa. "Lo siento mucho, Isa. Si te molesta, puedo buscar otro sitio..."

"No, no te preocupes," la interrumpió Javier. "Te quedarás aquí. En la habitación de invitados."

Sabía perfectamente que la habitación de invitados estaba justo al lado de la nuestra.

Fue una declaración de guerra.

Y yo no estaba dispuesta a rendirme.

Esa noche, fingí dormir. Escuché a Javier levantarse de la cama con cuidado.

No fue a la cocina a por agua.

Sus pasos se dirigieron al final del pasillo, donde estaba el estudio.

Un estudio que Javier había diseñado personalmente. Con un suelo de madera especial, espejos en las paredes y un equipo de música de alta fidelidad.

Siempre me dijo que lo había diseñado para mí, para que yo, una bailaora de flamenco, tuviera mi propio espacio para practicar.

Pero yo nunca lo usé. El flamenco me recordaba a la carrera que había abandonado por él.

Ahora entendía la verdad.

La puerta se abrió y se cerró suavemente.

Me levanté y me acerqué, sin hacer ruido.

A través de la puerta, escuché música. No era flamenco.

Era tango.

La música apasionada y melancólica de Buenos Aires.

Escuché sus risas, sus susurros.

"Así no, Javi. La mano aquí, más firme. Déjate llevar."

"Eres una gran maestra, Sofi."

Pasaron horas. Hablaron de todo. De sus sueños, de sus miedos, de un futuro que claramente no me incluía a mí.

Me di cuenta de que esa habitación nunca fue para mí.

Era para ella.

Siempre fue para ella.

Volví a la cama, sintiendo un vacío inmenso. Él no volvió en toda la noche.

A la mañana siguiente, me desperté con el sonido de una notificación en mi teléfono.

Era un mensaje de una amiga.

"Isa, ¿has visto esto?"

Adjuntaba una captura de pantalla.

Era de una cuenta de Instagram que no conocía, un perfil secundario.

La foto era inconfundible.

Era Sofía, con uno de los caros pijamas de seda de Javier, sentada en el sofá de nuestro salón. En el fondo, se veía la chimenea que yo misma había elegido.

Javier estaba a su lado, dormido, con la cabeza apoyada en su hombro.

El pie de foto decía: "Algunas noches de insomnio terminan con el amanecer más bonito. #HogarDulceHogar".

El hashtag fue la última puñalada.

Mi casa. Nuestro hogar.

Le envié la captura de pantalla a Javier.

Su respuesta fue una llamada inmediata.

"Isabela, ¿dónde has conseguido eso? Sofía solo estaba compartiendo un momento, no tiene malicia. Ya le he dicho que lo borre."

Su voz sonaba cansada, como si yo fuera un problema que tenía que resolver.

"¿Pasó la noche contigo en el salón, Javier?" pregunté, con una calma que me sorprendió a mí misma.

Hubo un silencio.

"Estuvimos hablando... se quedó dormida. Eso es todo."

"No te creo."

Y colgué.

Bloqueé su número.

Me levanté, abrí el armario y saqué una maleta.

Empecé a meter mis cosas. Ropa, libros, mis viejos zapatos de flamenco.

No lloré.

Ya no había lágrimas.

Solo una fría y clara determinación.

            
            

COPYRIGHT(©) 2022