La Venganza de la Heredera Renacida
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Capítulo 1

El sabor amargo de la sidra barata se mezclaba con el veneno en mi garganta. Caí al suelo de la sidrería, mis pulmones luchaban por aire. Lo último que vi fue el rostro de Valentina, mi compañera de piso. En sus ojos no había pánico, solo una fría satisfacción.

Me había asesinado.

Todo por envidia. Porque yo, Sofía Soler, heredera de las bodegas más famosas de La Rioja, decidí vivir como una estudiante normal. Quería centrarme en mis estudios de enología, no en el dinero de mi familia. Vivía en una residencia modesta, trabajaba en una cafetería y vestía con elegancia discreta.

Valentina, en cambio, venía de una familia humilde y tenía una beca. Estaba obsesionada con ascender socialmente. Y yo era su obstáculo.

Empezó imitándome. Compraba versiones baratas de mi ropa de diseñador en el mercadillo. Copiaba mi forma de hablar, mis gestos. Pero no se detuvo ahí.

Le contaba a todo el mundo que yo era la imitadora. Que yo, la chica supuestamente normal, estaba obsesionada con ella, la pobre estudiante becada. Y la gente le creía. Me robó amigos, pretendientes. Incluso a Javier, el capitán del equipo de pelota vasca, el chico que me gustaba. Valentina se vistió como yo, actuó como yo y se acercó a él.

El golpe final para ella fue cuando me aceptaron en un máster en Burdeos. Mi futuro brillante era una ofensa para su existencia mediocre.

Así que, en mi fiesta de despedida, saboteó mi bebida. Y yo morí.

Pero entonces, abrí los ojos.

Estaba en mi cama, en la residencia de estudiantes. La luz del sol entraba por la ventana. El calendario marcaba el día de hoy. El día de mi muerte.

Oí un ruido en el otro lado de la habitación. Valentina se estaba mirando en el espejo. Llevaba puesto un vestido. Una imitación barata de un diseño exclusivo que yo había usado la semana pasada.

En mi vida anterior, no dije nada. No quería problemas.

Pero ya no.

Me levanté de la cama, caminé hacia ella y me detuve justo detrás. La miré a través del espejo.

"Ese vestido es de un diseñador de alta costura y cuesta 5.000 euros".

Valentina se sobresaltó, su sonrisa falsa se desvaneció.

La mía, en cambio, acababa de nacer.

"Si vas a imitarme, al menos gástate el dinero en una falsificación de mejor calidad, ¿no?".

Hice una pausa, disfrutando de su rostro pálido.

"¿O es que no te llega el dinero de la beca?".

            
            

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