Fuga a Buenos Aires: Salvar a Mi Bebé
img img Fuga a Buenos Aires: Salvar a Mi Bebé img Capítulo 3
4
Capítulo 4 img
Capítulo 5 img
Capítulo 6 img
Capítulo 7 img
Capítulo 8 img
Capítulo 9 img
Capítulo 10 img
img
  /  1
img

Capítulo 3

Desaparecí. Apagué mi teléfono y conduje sin rumbo, terminando en un pequeño hotel en la costa, un lugar anónimo donde nadie me conocía. Necesitaba tiempo para pensar, para asimilar la magnitud de la traición.

A los dos días, la cara de Javier estaba en todas partes. En los periódicos locales, en la televisión andaluza. Un esposo desesperado, suplicando por el regreso de su amada esposa embarazada. Ofrecía una recompensa generosa por cualquier información. Era una actuación magistral.

Sus hombres me encontraron en menos de veinticuatro horas.

Cuando Javier entró en la habitación del hotel, su rostro era una máscara de alivio y preocupación.

"Sofía, mi amor, ¿por qué? Me has tenido muerto de miedo".

Me rodeó con sus brazos, pero yo me quedé rígida. No le creí. No después de lo que había escuchado.

Los días siguientes fueron un torbellino de atenciones calculadas. Me compró flores, joyas, incluso una pequeña participación en mi pastelería favorita de Sevilla, un sueño que yo había mencionado de pasada años atrás. Intentaba comprar mi perdón, mi silencio.

Le di una última oportunidad. Una noche, mientras estábamos sentados en el balcón de nuestra casa, con vistas a la Giralda, le dije:

"Javier, he estado pensando. No quiero una cesárea. Quiero un parto natural".

Su sonrisa se desvaneció al instante.

"No digas tonterías, Sofía. El médico dijo que una cesárea programada es lo más seguro para ti y para los bebés. No voy a arriesgarme".

"Pero es mi cuerpo, Javier. Es mi decisión".

"Es nuestra familia", replicó, su voz volviéndose dura como el acero. "Y yo solo quiero lo mejor para nosotros. El tema está zanjado".

Ahí estaba. La confirmación final. Su plan era innegociable. Mi seguridad nunca fue su prioridad, solo la conveniencia de su engaño. En ese momento, cualquier pequeña esperanza que me quedaba se hizo cenizas. Asentí, fingiendo resignación.

"Está bien, Javier. Tienes razón. Lo que sea más seguro".

Él sonrió, satisfecho, creyendo que había ganado. Pero en mi interior, la decisión ya estaba tomada. No iba a ser una víctima en su teatro. Iba a escribir mi propio final.

                         

COPYRIGHT(©) 2022