El Último Adorno
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Capítulo 3

Los días siguientes fueron un infierno silencioso.

Las revistas y los programas de cotilleos estaban inundados de fotos de Máximo y Sofía. "La pareja de oro, reunida al fin", decían los titulares.

Cenaban en los restaurantes más caros, asistían a galas benéficas, parecían inseparables.

Mientras tanto, yo iba y venía del hospital para mis citas con Leon, quien me miraba con una mezcla de impotencia y rabia.

"Lina, tienes que empezar el tratamiento. ¡Tienes que decírselo!"

"No, Leon. Todavía no," respondía yo, aferrándome a mi plan.

Una noche, recibí una invitación para una gala benéficia de la Fundación Ramírez. El nombre de Sofía estaba grabado en oro en la tarjeta. Era una trampa, lo sabía. Pero tenía que ir.

Elegí un vestido sencillo, elegante pero discreto. Quería pasar desapercibida.

Fue un error.

En medio del evento, mientras intentaba tomar una copa de champán, Valeria Reyes, la mejor amiga de Sofía, se plantó delante de mí.

"Vaya, vaya, miren quién está aquí. La trepadora del pueblo."

Su voz era fuerte y estridente, atrayendo la atención de todos a nuestro alrededor.

Ignoré su provocación e intenté alejarme, pero ella me bloqueó el paso.

"¿A dónde crees que vas, zorra? ¿Crees que no sabemos lo que eres?"

De repente, me arrebató el móvil de la mano. Mis dedos estaban demasiado débiles para resistir.

Valeria levantó el teléfono en alto, desplazándose por mis mensajes. Encontró lo que buscaba.

"Escuchen todos," gritó. "¡Escuchen a la pequeña amante suplicando atención!"

Y empezó a leer en voz alta mis mensajes a Máximo.

"Máximo, ¿vendrás a cenar esta noche? He preparado tu plato favorito."

"Te echo de menos."

"Por favor, llámame cuando puedas."

Cada palabra era una humillación pública. La gente empezó a reír, a murmurar. "Buscona", "interesada", "rompehogares".

Las lágrimas nublaron mi vista. Me sentí desnuda, expuesta.

"¡Eres patética!" gritó Valeria, su rostro retorcido por el odio.

Y entonces, me empujó.

Con todas sus fuerzas.

Perdí el equilibrio, mis tacones resbalaron en el suelo pulido. Caí hacia atrás y mi cabeza golpeó el borde de una mesa de mármol.

Un dolor agudo.

Luego, todo se volvió negro.

            
            

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